viernes, 18 de septiembre de 2009




"Venezuela no tiene apetitos bélicos, no está en su naturaleza"




Intervención del Embajador Roy Chaderton Matos,
Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos


Consejo Permanente
Washington D.C., 16 de septiembre de 2009

Señor Presidente,

Ayer, la distinguida Secretaria de Estado de la más poderosa potencia militar de toda la historia y primera productora y exportadora de armas del mundo, miembro de la OEA, expresó su preocupación por lo que ella llama la carrera armamentista de Venezuela y su falta de transparencia. Al Gobierno Bolivariano le preocupa esa preocupación y le indigna esa preocupación artificial traducida en amenaza a nuestra seguridad.

La acusación viene de una altísima personalidad política de una sociedad cuya dirigencia, con notables excepciones como la del ex Presidente Jimmy Carter, sufre de adicción a la guerra y que desde mediados del Siglo XIX, con una u otra justificación, ha participado en incontables conflictos bélicos internacionales de dominación, directa o indirectamente. Por supuesto, sí hubo justificación en el caso del enfrentamiento al monstruo nazi-fascista durante la Segunda Guerra Mundial.

La difamación contra Venezuela viene del único país que ha utilizado bombas atómicas para aniquilar seres humanos.

La difamación viene de un país que ha utilizado su poder de fuego o sus servidores militares y civiles locales para invadir o dominar incontables veces a países latinoamericanos o caribeños por más de un siglo, comprendida la destrucción de Gobiernos democráticos, entre otros, como en los casos de Guatemala, Santo Domingo, Chile y Grenada, sin olvidar el apoyo no transparente a la agresión de una potencia extra-continental contra el territorio argentino de Las Malvinas y también el apoyo no transparente al golpe de Estado que derrocó por cuarenta y siete horas al Presidente Hugo Chávez Frías.

La acusación se hace contra Venezuela, un país que desde 1825 no ha participado en ninguna guerra internacional y que cuando lo hizo fue para llevar la libertad a otros países hermanos en su enfrentamiento a los poderes imperiales de la época. De esas victorias militares Venezuela no se apropió de un solo centímetro cuadrado de los territorios liberados; sin embargo, y lo digo con profundo dolor, en negociaciones para evitar los horrores de la guerra perdimos cientos de miles de kilómetros cuadrados sin disparar un solo tiro; pero nunca más las tropas venezolanas salieron de nuestras fronteras para hacer la guerra; ni tampoco nuestros conflictos internos los hemos desbordado sobre nuestro vecindario. ¡Si a eso llaman expansionismo…!.

Comenzando a desvanecerse alguna de las razonables expectativas y esperanzas surgidas en la Cumbre de Puerto España, sólo me atrevo a decir que tememos que el Departamento de Estado esté sufriendo de carencia de Consejeros sobre Suramérica. Quizá esté asesorándose hoy con expertos en países como Andorra, Guinea Ecuatorial o Angola, donde se habla español o portugués junto a otras lenguas locales, o en Filipinas donde casi no quedan hispanoparlantes después de la Guerra Hispanoamericana de 1898.

La creciente arremetida de la dictadura mediática global para difamar al Presidente Chávez, presentándolo como un villano para justificar que se rodee a Venezuela y sus riquezas con portaaviones móviles o enclavados en el Continente suramericano, son indicios de que la obsesión bélica no descansa, a pesar de que Venezuela sólo compra armamento para defenderse y proteger su proceso de justicia social, de democracia y de paz.

Es un insulto a la inteligencia de los latinoamericanos y caribeños acusarnos de intenciones de desviar armamento hacia países vecinos, al pretender vendernos la imagen de aeropuertos selváticos clandestinos fuera de Venezuela donde aterricen nuestros aviones Sukhoi, o del traslado desde Venezuela de voluminosas bases móviles de cohetes defensivos hacia la espesura vecina; pero, eso sí, vistos los antecedentes históricos y los recursos estratégicos de Suramérica, no es aventurado decir que la IV Flota y el Comando Sur son una amenaza a la seguridad y la paz en nuestro Continente. ¡Tema de la OEA!.

Hace muchos años el Presidente de los Estados Unidos General Eisenhower, héroe de la Segunda Guerra Mundial, fue el primero de su jerarquía en denunciar lo que él llamo el complejo militar industrial, es decir, empresarios privados y políticos que hicieron de la guerra un negocio lucrativo. Esto se traduce hoy en la privatización de la guerra. Basta recordar los casos de Blackwater y Halliburton y sus beneficios multimillonarios.

Hace pocos años, un periodista venezolano de nombre Roberto, del diario de ultraderecha “El Universal” de Caracas, fue invitado a presenciar las maniobras UNITAS del portaaviones USS Dwight D. Eisenhower en aguas de Curazao. Desde allí, regodeado en su emoción y amenazando implícitamente a su propio país, afirmó que el poder de fuego alojado en el vientre de esa nave era mayor que el de todas las fuerzas aéreas de América del Sur juntas. No puedo asegurar que en ese vientre comenzó la gestación de UNASUR, pero si me atrevo a decir que si desde el vecino Curazao se permite una agresión contra territorio venezolano, los gobernantes complacientes tendrán que asumir las consecuencias.

Con todo esto ratifico que Venezuela no tiene apetitos bélicos -no está en su naturaleza-, que no está en una carrera armamentista y que el diminuto porcentaje de su Producto Interno Bruto en gastos militares es el más bajo de nuestro vecindario latino. Quiero decir finalmente que estamos abiertos a las gestiones de transparencia que emprenda el Consejo de Defensa de UNASUR, como lo afirmaron ayer en Quito el Vicepresidente de Venezuela Ramón Carrizales y el Canciller Nicolás Maduro Moros.

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