sábado, 14 de abril de 2012


     
El conflicto Repsol-YPF
España, ¿cuál España?


Rebelión..14/04/2012


El entredicho entre el gobierno argentino y la empresa Repsol-YPF ha desencadenado una virulenta reacción de parte de funcionarios del gobierno ultraconservador español. Las declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo; de la Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y la del Secretario de Estado de España para la Unión Europea, Iñigo Méndez de Vigo, revelan que a pesar del largo tiempo transcurrido estos funcionarios de la Corona todavía no se percataron del resultado de la batalla de Ayacucho que, en 1824, terminó de demoler los restos del imperio español en esta parte del mundo. Tanto su "puesta en escena" –rostros endurecidos de furia, frases altisonantes, dedo índice en ristre de García-Margallo- como el contenido amenazante de sus declaraciones, especialmente la del tal Méndez de Vigo diciendo que la Argentina se convertiría en un "apestado internacional" y sufriría "consecuencias malísimas" en caso de que se afectaran los intereses de Repsol-YPF son un oportuno recordatorio de que, lamentablemente, las peores tradiciones del colonialismo español siguen vivas y regurgitan cada vez que sienten que alguna de sus antiguas colonias se aparta del curso de acción fijado por la antigua metrópolis.
La violencia simbólica desatada en estos días se inscribe en el sórdido panorama que presenta la España actual, atribulada por una profunda crisis económica y por el fenomenal retroceso experimentado en materia de derechos ciudadanos y libertades públicas. Hace apenas un par de días que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hizo pública su intención de vigilar y maniatar las redes sociales por lo que toda convocatoria a protestas o manifestaciones políticas de cualquier tipo hecha a través de las mismas será tipificada nada menos que como un delito penal. A partir de esa iniciativa, el gobierno español podrá perseguir a quienes, en su peligroso delirio, califica como "grupos radicales antisistema" involucrados en novísimas formas de "guerrilla urbana". Todo esto con el afán de impedir que las víctimas del brutal ajuste neoliberal impulsado por el Partido Popular puedan oponer resistencia y luchar contra la injusticia de un proyecto al que sola y exclusivamente le preocupa salvaguardar los intereses del capital, no el bienestar del pueblo. Pese a ello son muchos quienes con ingenuidad todavía confunden un régimen capaz de producir estas muestras de despotismo con la "democracia."
El argumento más socorrido por estos enardecidos funcionarios de la Corona es que cualquier agresión a Repsol-YPF sería un ataque a España y, por ende, a los españoles. No hay que caer en esa trampa. El pleito no es con España o los españoles sino con su burguesía, que explota y desangra a los pueblos tanto fuera como dentro de España, cosa que hoy es evidente hasta para un ciego. Porque España no es esa pandilla de saqueadores profesionales, dignos descendientes de quienes cometieron en nuestras tierras el mayor genocidio de la historia, amparados por la maléfica alianza entre la cruz y la espada. España no son esos especialistas en vaciar empresas y en arrancar pingües ganancias como lo han hecho por toda Latinoamérica y el Caribe bajo la protección de sus padrinos políticos, sean estos Felipe González, José María Aznar o Mariano Rajoy. España no es esa Corona nauseabunda y parasitaria, hundida en una ciénaga de escándalos que "la prensa seria" de la península se encarga de disimular. Para nosotros España es la poesía de Miguel Hernández, Rafael Alberti y Federico García Lorca; las pinturas de Pablo Picasso; la música de Manuel de Falla y Pablo Casals; la filosofía de Manuel Sacristán Luzón, y de mi inolvidable maestro Adolfo Sánzhez Vázquez. España es la extraordinaria labor de los republicanos exiliados en México: Wenceslao Roces, José Gaos y Eugenio Imaz, entre otros, eximios traductores al castellano de El Capital y otros textos de Karl Marx, así como de muchos otros autores del pensamiento clásico. España, por último, es el indoblegable heroísmo de la Pasionaria y los anarquistas y comunistas que lucharon contra la barbarie franquista, de la cual Rajoy, Aznar y el Partido Popular son sus indiscutibles herederos. Estos energúmenos, tardíos sobrevivientes de un conjuro medieval, representan con sus exabruptos de hoy lo peor de España. Son los perros guardianes de los filibusteros de traje y corbata que siembran miseria dentro y fuera de España. La lucha es contra esa España, no contra los españoles ni mucho menos contra la otra España, con la cual nos sentimos hermanados.

viernes, 13 de abril de 2012


         
Memoria y lecciones del golpe de Estado en Venezuela y América latina


AIM Digital...13/04/2012

Especial para AIM. Lo atípico y sorprendente del golpe de Estado del 11 de abril 2002 en nuestro país, radica en un hecho insólito: rompió algunos cánones de todos los golpes conocidos. Este dato es de alto interés para la vida política y para la historia, en la medida que sirve para extraer lecciones que permitan evitar experiencias similares. No es bueno andar repitiendo errores que conducen a derrotas.

El primero canon roto es que ninguno de los anteriores, durante más de 100 años de golpismo crónico, tuvo a empresas de medios de comunicación como protagonistas centrales. En todos los golpes actuaron dueños de diarios, en ninguno de la manera concentrada y como dirección política, que vimos en Venezuela. Sin Cisneros y Granier no es comprensible el 11 de abril. Sin Carmona, sí.
11 de abril de 2002: el pueblo en la calle defiende a Chávez.
En esa medida es correcta la expresión periodística “golpe mediático”, acuñada en Venezuela desde abril de 2002. Siempre que no olvidemos la esencia de todo golpe de Estado. Es un método de guerra civil usado por las clases propietarias para defender su poder desplazado o amenazado.
Sólo algunas veces el método putchista fue utilizado por expresiones de las clases oprimidas. El golpe de 1992, mezcla de insurrección con putch militar, es un caso, no el único.
La experiencia histórica señala que cuando las clases explotadas entran a la escena política, lo hacen mediante insurrecciones (armadas o no) huelgas generales, rebeliones, alzamientos espontáneos o programados, guerrillas de base social como la china, la vietnamita, la cubana, la de Hugo Blanco en Perú o la colombiana hasta hace más de una década. Este es uno de los aportes del campesinado pobre del siglo XX al movimiento socialista internacional nacido en 1948. Las revoluciones sociales son la combinación de varios de estos métodos de lucha y organización.
Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara, la revolución cubana.
El segundo canon roto es el ritmo y el tiempo. El golpe de 2002 no pasó de 47 horas. Una extrañeza solo registrada en Bolivia. Con una diferencia, que es la tercera característica distintiva. La asonada golpista del 11 de abril, fue derrotada por la asonada revolucionaria del 13 de abril. “Todo 11 tiene su 13″ consignó la creatividad.
Un golpe de Estado tradicional es una acción contrarrevolucionaria porque tiende a derrotar procesos sociales revolucionarios. Eso explica que todos comiencen por atacar las conquistas democráticas (Constitución, libertades políticas y sindicales e instituciones de la propia democracia burguesa).
Este riesgo también lo tienen los golpes llamados “de izquierda” o “progresistas”, en la medida que son dados por grupos conspirativos, sin control democrático de organismos democráticos de las masas. Una buena intención puede estar preñada de peligros. Todos los regímenes antiimperialistas del siglo XX nacidos de golpes progresistas, adoptaron formas autoritarias (algunos muy autoritarias), conocidas como “bonapartistas sui generis” aunque este concepto es cuestionable.
En este punto también radica una diferencia esencial entre lo que vivimos en Venezuela y la norma histórica. De la derrota del 4 de febrero de 1992 emergió un movimiento político anti imperialista de base social masiva, que adoptó formas democráticas populares (burguesas y plebeyas) en cambio de las formas militares de gobernabilidad.
Del golpe derechista también derrotado de 10 años después, abril 2002, emergieron cinco fenómenos sorprendentes: a) un gobierno sin burgueses (hasta abril hubo algunos representantes de esa clase perversa); b) un movimiento de masas ultrademocrático que se empoderó en la calles con su vanguardia radical de izquierda; c) un estado de conciencia anti imperialista radical; d) un nuevo movimiento organizado del campesinado pobre; e) una nueva expresión orgánica del movimiento obrero industrial; e) medios comunitarios marginales asumieron roles protagónicos y alumbraron un fenómeno periodístico desconocido en procesos similares; f)un líder político, derrotado por segunda vez, se convirtió en el mito social más complejo de los últimos tiempos.
El 13 de abril asistimos a la primera derrota de un golpe de Estado por una insurrección de masas motorizada por una vanguardia amplia en los principales centros urbanos. De eso no había noticias. Los golpes siempre tuvieron dos finales: otro golpe palaciego (Pérez Jiménez, Banzer, Castello Branco, Morales Bermúdez, etc), o un pacto “democrático” de fracciones burguesas con el imperialismo, para “volver a la normalidad (Cono sur en la década de los 80, África en los 70, aunque en algunos casos hubo movilizaciones de masas).
El carácter revolucionario que tuvo la salida al golpe venezolano del 11 de abril, marcó a fuego la dinámica y carácter de las fuerzas motrices de lo conocido hasta 2002 como “revolución bolivariana”.
El 13 de abril fue una acción revolucionaria de masas. Eso marcó la tendencia general del movimiento y condiciona, incluso, las tentaciones bonapartistas de la capa burocrática que demoniza el Estado. Sobre todo, cambió el sentido de la relación de fuerzas sociales: la burguesía está a la defensiva desde ese día crucial.
Un último aspecto resaltable como diferente, es la manera como la derrota del golpe impactó en América latina. Produjo un fenómeno político de izquierda, que siendo altamente contradictorio, es el único en su tipo desde la Revolución Cubana. El chavismo ganó influencia internacional, de una manera que no pudo el sandinismo.
Un golpe entre muchos golpes
Cursio Malaparte, el autor de La Técnica del Golpe de Estado (1937) decía que el golpe de Estado no era otra cosa que un “recurso de poder cuando se corre el peligro de perder el poder”. Esta media verdad sirve para recordar que el golpe de Estado ha sido el recurso utilizado por las clases dominantes, cuando se les agotan los recursos de dominio constitucional y parlamentario.
Es un hecho que desde 1983 hay menos golpes militares en América latina, pero si registramos los últimos 16 años, se conocieron 10 cuartelazos: En Argentina, el de Semana Santa de 1986, luego el del 3 de diciembre de 1990. En Panamá hubo otro el 5 de diciembre de 1990. En Perú ocurrió otro en mayo de ese mismo año.
En Venezuela ocurrieron tres golpes: el del 4 de febrero de1992, en seguida el del 27 de noviembre del mismo año, y diez años después conocimos uno de signo contrario: el golpe pro yanqui del 11 de abril de 2002.
En Haití hubo dos asonadas, uno en 1992 y otro en 1994, mientras que en Paraguay conocimos dos, uno en 1995 y otro en 1999.
Suficientes para saber dos cosas: ya no son tantos los que se atreven (sobre todo, porque casi ninguno triunfa y si triunfa no se sostiene), ni fueron tan pocos quienes lo intentaron. Uno cada casi dieciocho meses.
El siglo de los golpes
Cuenta el historiador venezolano Virgilio Rafael Beltrán, que en 1968, el 62 por ciento de Latinoamérica, África, Medio Oriente y Asia Sudoccidental, estaban “gobernadas por dictaduras militares”. América latina se “destacó” sólo porque en la casi totalidad de sus países, esos regímenes surgieron de golpes de estado, mientras que en las otras regiones fue producto de guerras, la aparición y desaparición de estados, revoluciones y cosas por el estilo y cosas más ortodoxas.
Si hacemos la cuenta del total de pronunciamientos militares documentados, entre 25 países, desde 1902 hasta la última jugarreta de golpista en Venezuela (2002), resultarán 327 golpes de estado, contando los que se estabilizaron como dictaduras por meses o años y aquellos que duraron pocos días, como fue el caso de los repetidos golpes de estado en Bolivia.
El país donde se registraron más golpes de estado en el siglo XX es Bolivia: 56, desde el golpe a Salamanca en 1934, en plena Guerra del Chaco hasta 1985. Le sigue Guatemala, con 36 golpes, desde 1944.
Perú, con 31, Panamá, con 24 (aquí se registra el que fue, posiblemente, el primero de este siglo en América latina, porque ocurrió en 1902, cuando los miembros de la Compañía que construía el Canal, se alzaron en armas, ocuparon el Palacio de gobierno y se separaron de Colombia, en acuerdo con los enviados de Roosevelt.
En Ecuador se cuentan 23 asonadas. Cuba tuvo 17 hasta 1958, Haití, 16 hasta 1995. Santo Domingo, 16, Brasil, apenas 10 golpes típicamente latinoamericanos. Chile, sólo tuvo nueve, Argentina, con ocho desde el golpe contra Hipólito Irigoyen en 1930 hasta el último del coronel Mohamed Seineldín, en diciembre de 1991.
Sin embargo, entre 1959 y 1969, Argentina conoció una treintena de planteos militares, de los cuales algunos tuvieron características tan golpistas como cualquiera de los otros, sólo que muchas veces terminaban en las “renuncias”, lo que alguien definió como “golpes fríos”.
Golpe de Estado en Argentina, que no escapó de la tendencia en América latina.
México vivió sólo un golpe militar típicamente putchista, en 1929. Pero debemos descontar que las FF.AA. mexicanas fueron integradas al Estado como co-gobernantes, en un fenómeno parecido a Cuba (1959) y Nicaragua (1979).
En Venezuela sucedieron 12 golpes desde 1908 hasta noviembre de 2002 (el segundo atribuido a Chávez, que estaba preso), pero entre 1993 y 1998 se supo públicamente de 9 conspiraciones, todas abortadas. También debe ser considerada una acción golpista, la paralización de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) entre diciembre de 2002 y febrero de 2003.
No sólo buques de Estados Unidos se apostaron en las costas cercanas y en alta mar, sino que el Pentágono puso en acción sus recursos al servicio del derrocamiento de Chávez (El Código Chávez, Eva Gollinger, 2004)
En Colombia hubo apenas ocho golpes y la más larga violencia rural del continente, y al sur, en Uruguay, sólo cinco, con una de los más largos períodos de libertades públicas, junto con Chile; en estos dos países el siglo XX se puede medir con votos, en los otros, con botas.
En las pequeñas islas-Nación de Surinam, Jamaica, Guyana, Grenada y Trinidad & Tobago, se dieron, desde 1965, unos 15 cuartelazos para voltear regímenes democráticos y militares.
Bajo la sombra militar
En seis países las sociedades pasaron entre 45 y 50 años de siglo XX bajo régimen militar (Venezuela, Paraguay, Guatemala, Nicaragua, Brasil, Argentina, Bolivia). En los únicos casos donde los ejércitos fueron derrotados y sustituidos temporalmente por milicias revolucionarias u otras formas “irregular” de organización militar, encontramos a México (1910), Bolivia (1952), Cuba (1958) y Nicaragua (1979).
Algunos países como Paraguay, Guatemala o Haití, supieron en los últimos 15 años del siglo (o redescubrieron después de décadas): el voto, la libertad de expresión, prensa y organización, aunque todas esas libertades sean limitadas y recortadas recurrentemente.
Los países donde las democracias han durado más en este siglo son: Chile, Uruguay, Colombia, Venezuela y Costa Rica, suponiendo que México pueda ser exceptuada de la lista por la llamada “dictadura” del PRI, que desde 1930 hasta 1946 no permitió que un solo civil se acercara a la silla presidencial.
En casi el 30 por ciento de los casos, los golpes y las dictaduras resultaron de la intervención directa de tropas de los Estados Unidos, por lo menos desde el fin de la Guerra Hispano Norteamericana. Si registramos sólo el Caribe y Centroamérica, hasta Panamá, la proporción se acercaría al 70 por ciento.
Golpes para todos los gustos
Clasificar y definir este total por sus características analógicas o diferenciales, resulta un voluptuoso ejercicio garciamarquiano, sobre todo cuando hurgamos en la intimidad de muchas de las dictaduras que surgieron.
La de Barrientos, en la Bolivia del 40, fue una de las más pintorescas: Un buen día el General decidió sumar a su prolífica familia la adopción de más de 40 niños “de la calle”, que alegraban el Palacio entre decreto y decreto, o el general Somoza, que se hizo construir tantas estatuas y monumentos como la deba la imaginación y el presupuesto, o el General Juan Vicente Gómez, en Venezuela, que en 1918 decretó que el país entero era “una hacienda” y él su “único amo”. Así, una tras otra, como si fueran páginas desprendidas del más febriciente realismo mágico.
Tal fue la andanada militarista y su multisápida conformación histórica, que incomodó a muchos estudiosos sesentistas como Gunder Frank y otros, que se vieron obligados a clasificarlos de alguna manera para saber de qué se trataba.
Fue así como nos enteramos que habitábamos entre regímenes “patriarcales”, “localistas”, “populistas”, “nacional-populistas” y “popular-fascistas” y “militar-progresistas”.
A finales de los años treinta, a un ruso exiliado en México que estudiaba los fenómenos nacionalistas militares de entonces, se le ocurrió agregar otra definición: Bonapartismo. Ese ruso era León Trotsky. Amplió el mapa de definiciones, pero complicó la cosa, porque el fulano Bonapartismo (en alusión a Luis Bonaparte, 1848) había que disgregarlo en dos subdefiniciones, cuando se trataba de gobiernos nacionalistas militares. Así, llamaba “bonapartistas de izquierda” cuando se apoyaban en la movilización popular para enfrentar al imperialismo (el caso de Cárdenas en México, que podría ser aplicado a Chávez en la Venezuela de 2006) y “de derecha” cuando hacen más o menos lo contrario.
Con la globalización, disuelta ya la Unión Soviética y congelada la Guerra Fría, hemos visto aparecer novedades, cada una más curiosa que la otra. A Fujimori se le ocurrió inventar el primer “autogolpe civil”, por lo menos según lo denominó el New York Times, el 8 de enero de 1991.
El paraguayo Oviedo, queriendo ser más creativo quiso convencer a Clinton en 1995 y la ONU dos años más tarde, de que sus aprestos militaristas eran “para el progreso de la democracia” (declaración del General Oviedo, al día siguiente del golpe de 1996), o sea, algo así como un “golpe democrático”.
La insurrección militar de Hugo Chávez en 1992, por su parte, suele ser considerado el primer “golpe mediático” del siglo. El hoy presidente y líder de la “Revolución Bolivariana” tendría otro destino político, si no fuera porque pudo pronunciar por televisión estas cuatro mágicas palabras: “hemos fracasado… Por ahora”.
Dicen las malas lenguas, entre ellas la del especialista en medios Eleazar Díaz Rangel, que ese “por ahora” se encajó en la conciencia de un pueblo hastiado como una promesa redentora, y a Chávez, humilde coronel mestizo y provinciano lleno de pasión revolucionaria, lo vieron como una aparición providencial de Simón Bolívar y Jesucristo: pero en la misma persona.
Hubo una tentación de definir el siglo XX según la marca de alguna cosa (por ejemplo: el siglo del cine, de la liberación sexual, de la ecología, de la energía nuclear, entre otros)
Protagonistas de ayer y siempre
El siglo XX de América latina podría ser definido por la marca de sus golpes de estado. No sería la marca más feliz, ciertamente, pero si útil para tenerla presente en la nueva realidad política latinoamericana.
De un lado, por procesos políticos revolucionarios como los de Venezuela y Bolivia. Por otro, debido a la existencia de gobiernos como los de Brasil, Argentina y Uruguay, posiblemente también el de Humala en Perú, signados por las nuevas tendencias reestatizantes.
Esta nueva realidad no le gusta nada a Washington. Las condiciones sociales y los conflictos de clases y grupos de clase continúan. Si estas contradicciones continúan y no hay salida por la izquierda desde los movimientos sociales, el cupo de los viejos golpistas de ayer será llenado por nuevos protagonistas de la contrarrevolución.
Modesto Emilio Guerrero (*) es analista internacional. Periodista y escritor venezolano.
Fuente: http://www.aimdigital.com.ar/aim/2012/04/12/memoria-y-lecciones-del-golpe-de-estado-en-venezuela-y-america-latina/

jueves, 12 de abril de 2012

LOS FASCISTAS,QUIENES EN ABRIL/2002 HUYERON COMO RATAS, HOY SE PRESENTAN CON LA CARETA DE DEMÓCRATAS.


X aniversario del Golpe de Estado contra Hugo Chávez en Venezuela
"La revolución no será televisada", una excelente crónica de un golpe de Estado


Rebelión...12/04/2012

La revolución no será televisada (Chávez: Inside the Coup, en el original inglés) es un documental del año 2003 acerca de los sucesos de abril de 2002 en Venezuela, donde el presidente Hugo Chávez fue derrocado por un golpe de Estado. Este excelente documental de Kim Bartley & Donnacha O´Briain es un extraordinario relato de los sucesos ocurridos en la República Bolivariana de Venezuela el mes de abril del año 2002, durante el gobierno del Presidente Hugo Chávez Frías, quién tras la contundente victoria en unas elecciones democráticas y en el referéndum en el que se aprobó una nueva constitución inició con un amplio respaldo popular el proceso revolucionario que vive el pueblo venezolano.


El 11 de abril de 2002 el Presidente venezolano Hugo Chávez había sido desplazado de su despacho y había sido reemplazado por un nuevo gobierno interino. Lo que de hecho había ocurrido era el primer golpe de Estado latinoamericano del siglo XXI, y el primer golpe de Estado mediático del mundo patrocinado por los medios de comunicación, la cúpula de la iglesia y la patronal, que fue ejecutado por militares de alta graduación.


A partir de testimonios directos de los hechos recogidos durante las 47 horas que duró el golpe, se reconstruyen los tensos momentos vividos por el triunfo del golpe, la represión y el vacío informativo de los días posteriores, y la formidable reacción del pueblo y de jóvenes militares leales, que restituyó al presidente Hugo Chávez Frías en la madrugada del 14 de abril. Tras el fracaso del golpe el proceso revolucionario continuó su marcha.


La oposición, en especial el empresariado, decide dar un golpe de Estado cuando el presidente Chávez aprueba el 10 de diciembre de 2001 un paquete de 49 importantes decretos leyes, esto enfureció a la oposición. La más criticada por ellos fue la ley de tierras (que permite expropiar latifundios) y la ley de Hidrocarburos. Inmediatamente tras esto, los empresarios agrupados en la patronal Fedecámaras, apoyándose de su enorme poder en el país, realizaron una huelga general con la intención de forzar la salida del presidente Chávez, pero fracasan.


El 9 de abril de 2002, los empresarios, la cúpula de la iglesia católica, los sindicatos corruptos (CTV), los partidos políticos que gobernaron en el pasado, y las televisiones privadas de Venezuela, convocan otra huelga general esta vez de carácter indefinido, para forzar nuevamente la renuncia de Chávez. Al tercer día de la huelga, las protestas se convirtieron en disturbios, una marcha contra el gobierno fue desviada de su recorrido ilegalmente hacia el palacio presidencial de Miraflores donde también había una concentración de apoyo al gobierno. Ocurrieron enfrentamientos armados que produjeron heridos y muertos por la presencia de francotiradores, y por la desproporcionada actuación de la policía metropolitana (controlada por un alcalde opositor), que causaron una masacre con decenas de muertos y cientos de heridos entre los partidarios del gobierno de Hugo Chávez.


Un grupo de militares (sobre todos generales y altos oficiales) pidió la renuncia del presidente Chávez, quien fue detenido y trasladado fuera de Caracas, en una rueda de prensa preparada donde hablan de muertos cuando todavía no se había producido ni un sólo disparo. Ese mismo día pudo ser juramentado Pedro Carmona, presidente de los empresarios venezolanos, como presidente interino. Su primer acto oficial fue la disolución del parlamento (Asamblea Nacional), el tribunal supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, y la remoción del Fiscal general, el contralor, y defensor del pueblo. El nuevo gobierno tuvo que enfrentarse inmediatamente con protestas populares que se mantenían firmes a favor de Chávez. Jóvenes militares se sublevaron en Maracay y las protestas populares forzaron la salida de Carmona y el resto de personas ligadas al nuevo gobierno, que tuvieron que escapar del país. El 14 de abril de 2002 Chávez fue liberado de su prisión militar y repuesto como jefe de Estado.


Después del fracaso del golpe de Estado, el 2 de diciembre de 2002 la oposición llama a un paro cívico nacional con el objetivo de paralizar la producción y distribución de petróleo, pero no alcanzaron su objetivo y el paró petrolero fracasó. Tras un largo y complejo proceso de discusión entre el gobierno y la oposición, el presidente Chávez acepta finalmente convocar un referéndum revocatorio de su mandato a la mitad de este como recoge la nueva constitución, el 15 de agosto de 2004. El nuevo triunfo electoral del presidente Chávez con un apoyo popular del 59 % reafirma su mandato y supone un enorme avance en la consolidación del proceso revolucionario venezolano.


La Revolución Bolivariana: Un proceso revolucionario a la sombra de Bolívar 


Uno de los aspectos más interesantes en relación al proceso revolucionario venezolano ha sido que ha tomado el nombre del hombre conocido como El Libertador, Simón Bolívar. Líder de la guerra de independencia de Venezuela de los colonizadores españoles a principios del siglo XIX, Bolívar también liberó otros 4 países en América del Sur: Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia (así llamado en su nombre).


Inspirado por el ideal republicano de un pueblo soberano decidiendo su propio futuro, Bolívar también tuvo la visión de una Latinoamérica unida e independiente de los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, y tras una admirable serie de victorias militares, Bolívar fue dejado de lado por las élites locales que tomaron el poder en las repúblicas liberadas y su visión nunca fue materializada. Bolívar murió en 1830.


En los 120 años posteriores a la muerte de Bolívar, Venezuela fue gobernada, con algunas pocas excepciones, por una serie de dictadores déspotas hasta 1958. En enero de ese año, una coalición cívico-militar depuso al entonces dictador Marcos Pérez Jiménez y por primera vez la promesa de una democracia real y una sociedad abierta estaba en puertas para Venezuela. Sin embargo esta promesa fue aplastada cuando los dos partidos mayoritarios, Acción Democrática y COPEI, decidieron compartir el poder exclusivamente entre ellos bajo el acuerdo conocido como 'Pacto de Punto Fijo'.


Apoyado por el gobierno de los Estados Unidos, la meta del 'Pacto de Punto Fijo' era excluir a la izquierda de la vida política, y el bipartidismo en el sistema político caracterizó a Venezuela en los 40 años subsecuentes. Durante el boom petrolero de los años 70, esta estructura política se mantuvo gracias a la corrupción pero después de la caída de los precios del petróleo en los años 80 la crisis del sistema comenzó a ser evidente. Aunque centenares de billones de dólares entraban al país por los ingresos petroleros, la redistribución de la riqueza era desigual, siendo que el 80% de los 23 millones de habitantes de Venezuela se encontraba viviendo en pobreza.


La situación en 1989 era más que crítica. Mientras el pueblo estaba en una situación de pobreza extrema, los casos de corrupción no paraban de saltar. El pueblo estalló y demostró su malestar contra el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez (AD). Esta protesta masiva fue conocida como el “ Caracazo ” . El 16 de febrero de 1989 el recién elegido presidente de la República Carlos Andrés Pérez, presentó ante el país un programa de ajustes macroeconómicos, el llamado "paquete económico".


Dado el carácter simultáneo, masivo, sorpresivo y violento de estos acontecimientos, las fuerzas policiales regulares se vieron desbordadas. En vista de la situación, hacia el mediodía del día 28, el presidente ordenó a la Guardia Nacional y al Ejército reprimir los disturbios. Igualmente decretó el estado de emergencia, con lo que quedaron suspendidas un grupo de garantías constitucionales durante los 10 días siguientes. Las Fuerzas Armadas asumieron el control del orden público y se estableció un toque de queda a lo largo del territorio nacional. La mayor parte de las víctimas de la represión resultó a consecuencia de la intervención de la Guardia Nacional y del Ejército en el control del orden público. El 83 % de los muertos no tenía antecedentes policiales. Los datos indican que la causa de la muerte en el 98 % de los casos fue por heridas de armas de fuego. La mayoría de las personas que murieron eran jóvenes, entre estos destacan 38 menores de dieciocho años.


Tres años después del “ Caracazo ” se pudieron ver claro los resultados del “ paquete económico ” : un franco deterioro del nivel de vida de la población, particularmente de las capas medias y de los trabajadores y de sus expectativas, a la par que un incremento de la corrupción y la concentración cada vez mayor de la riqueza y del poder en círculos restringidos de los estamentos político, económico y militar, lo que trajo como resultado un descontento generalizado de la población y un divorcio de ella con las instancias del poder, y provocó los acontecimientos del 4 de Febrero de 1992.


Fue dentro de este marco que Hugo Chávez realizó un pronunciamiento militar en febrero de 1992. Durante años Chávez y un grupo de oficiales de las fuerzas armadas, inspirados en sus estudios sobre Bolívar, habían comenzado a definir una filosofía política que llamaron Bolivarianismo. Intentaban resucitar algunos de los valores centrales de Bolívar que según su punto de vista habían sido perdidos en la Venezuela moderna: independencia nacional, autosuficiencia económica, y la ética del servicio publico.


El resultado del fallido golpe del 92 es que Chávez se convirtió en un símbolo popular de resistencia al viejo sistema político, particularmente para los pobres. Después de su puesta en libertad en 1994, Chávez se propuso construir un movimiento político de base amplia, agrupando partidos de izquierda tales como el MAS, Patria para Todos y el Partido Comunista, así como su propio partido el Movimiento Quinta República. Este movimiento emprendió una agenda definida como Bolivariana, inspirada por la visión de Bolívar de una sociedad democrática con derechos reales para todos los ciudadanos.


En las elecciones presidenciales de 1998 Chávez ganó con un 56% de votos, entonces impulso un proceso constituyente para elaborar una nueva constitución para el país. Se llevaron a cabo elecciones nacionales para elegir la Asamblea Nacional Constituyente, donde representantes de los partidos políticos y la sociedad civil escribieron una nueva 'Carta Magna', como la llamó Chávez en su momento. Esta nueva constitución fue sometida y aprobada en referéndum popular en 1999.


Uno de los pisos centrales de esta Constitución Bolivariana es su foco en la democracia participativa, la idea de que los ciudadanos deben estar activamente involucrados en el proceso político de toma de decisiones. Para este fin, la constitución permite, dentro de otras cosas, que cualquier funcionario electo por voto popular pueda ser removido de su cargo por referéndum popular cumplida la mitad de su período. El gobierno de Chávez también ha impulsado la creación de los llamados 'Círculos Bolivarianos', asociaciones de vecinos y comunidades cuyo foco reside en la educación popular y el activismo. Su objetivo es proveer un espacio para que el pueblo ejerza sus derechos bajo la nueva constitución, como atención médica gratuita y educación, y para exigir la actuación de sus representantes y gobiernos locales cuando existan fallas en su implementación.


Además, cabe destacar que Chávez ha revivido el ideal de Simón Bolívar de unificar a la América Latina, la aspiración a la integración latinoamericana. En cuanto las élites de dichos países se manifiestan sospechosas de la idea, las realidades locales con millones de habitantes desde Chiapas hasta Chile sintiendo los efectos negativos de las políticas neoliberales de Washington, apuntan a pensar que el terreno es fértil para dicha idea. Doscientos años después, El Libertador todavía tiende una larga sombra. 

La   revolución   no   será   televisada

Dirección: Kim Bartley & Donnacha O´Briain
País: Irlanda
Título   original: Chávez: Inside the Coup
Año: 2003
Duración: 74 min.
Género: Documental
Productora: Power Pictures 2002
Producción: David Power
Editor: Ángel Hernández Zoido
Producida   en   asociación   con: The Irish Film Board, NPS & COBO, RTE, BBC, ZDF/ARTE, YLE 

miércoles, 11 de abril de 2012

A 10 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO EN VENEZUELA.


   
Cuando los conservadores se unieron al golpe de Estado en Venezuela


AVN...11/04/2012

El pronunciamiento de los entonces presidentes George W. Bush y José María Aznar tuvo un abierto sabor a complicidad. Era 12 de abril de 2002 y un día antes, un grupo de militares sublevados y empresarios había encabezado el golpe de Estado contra el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien estuvo secuestrado casi 55 horas.En un comunicado conjunto, los gobiernos de Estados Unidos y España no condenaban la asonada contra una administración elegida en elecciones libres y apenas llamaban a la "normalización democrática" del país.
En el texto, ambos mandatarios aseveraban que "en el marco de su diálogo político reforzado, siguen los acontecimientos que se desarrollan en Venezuela con gran interés y preocupación, y en contacto continuo".
A esto agregaba que los dos gobiernos "declaran su rechazo a los actos de violencia que han causado una cantidad de víctimas" y, frente a un inminente golpe de Estado, expresaron que el país experimenta una "excepcional situación".
Bush y Aznar nada decían sobre la decisión de los golpistas de disolver el Parlamento, el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, anular la Constitución, y remover a todos los gobernadores, alcaldes y concejales, al Fiscal General de la Nación, el contralor y el Defensor del Pueblo, y mucho menos de la represión desatada contra el pueblo.
Con el correr del tiempo, la supuesta pasividad de ambos mandatarios se revelaría como un apoyo abierto a los planes para derrocar al presidente Chávez.
La confirmación del golpe
El 13 de abril de 2002, el Departamento de Estado norteamericano afirmaba "que el retorno de su persona (Chávez), después de dos días de alteración del orden constitucional, no significaba un restablecimiento de la democracia" y el viernes 16 de ese mes, el vocero de la Casa Blanca, Ari Felischer, seguía hablando de la "dimisión" del Jefe de Estado venezolano.
Ese mismo día, el diario The New York Times revelaba que altos funcionario de la administración Bush se reunieron meses antes con líderes de la oposición venezolana y también cuatro días antes del golpe de Estado.
En los encuentros, los representantes estadounidense expresaron su descontento con Chávez y la necesidad de que dejara el poder.
La revista Newsweek también informó que Estados Unidos estaba al tanto de los planes de golpe de Estado.
El 13 de abril, día en que una masiva movilización reclamó el regreso del presidente Chávez al gobierno, los embajadores de España, Manuel Viturro, y de Estados Unidos, Charles S. Schapiro, se entrevistaron con Pedro Carmona Estanga, empresario que fue la principal cabeza visible del plan desestabilizador y autoproclamado titular del nuevo gobierno.
Declaraciones que no dejan dudas
En diciembre de 2004, el canciller español Miguel Ángel Moratinos, se presentó en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de su país para defender sus declaraciones sobre la participación del gobierno conservador de Aznar en el golpe de Estado.
En ese momento, el funcionario expresó que "en Venezuela hubo un golpe de Estado, que el embajador Viturro recibió instrucciones, y que el efecto de dichas instrucciones ayudaba a legitimar el golpe de Estado de la junta cívico-militar, dándole cobertura internacional".
Moratinos manifestó que su postura no apuntaba a señalar que el gobierno de Aznar "instigase o participase en la preparación y ejecución del golpe de Estado", pero aseveró que brindó apoyo por no condenarlo "y tratar de ofrecer legitimidad internacional".
Un mes antes de las declaraciones del ministro español, el ex canciller mexicano Jorge Castañeda (hijo) expresó a Radio Fórmula que "el embajador de España en Caracas estuvo muy activo en tratar de consolidar lo que estaba sucediendo".
El ex ministro explicó que Estados Unidos y España buscaron imponer una declaración a los países de América Latina "que, de alguna manera, apoyara, sancionara, avalara el golpe y reconociera al nuevo gobierno".
"Lo quisieron hacer, sin duda, pero nosotros no quisimos prestarnos a eso", recordó Castañeda.
En septiembre de 2009, en declaraciones al diario colombiano El Tiempo, el ex presidente estadounidense y Premio Nobel de la Paz, James Carter, aseguró que "no hay duda alguna de que en el 2002, Estados Unidos tenía al menos pleno conocimiento o pudo estar directamente involucrado" en el derrocamiento del presidente Chávez.
Las posturas de Estados Unidos y España frente al golpe de Estado en Venezuela no fueron un hecho aislado. Por ese entonces, Washington y sus aliados liberaban la denominada guerra contra el terrorismo, con la cual justificaban las intervenciones militares en "cualquier rincón oscuro" del planeta, sin siquiera presentar pruebas concretas, como fue el caso de Irak en 2003.
Desde Washington y Madrid la tónica era la misma: desaparecer cualquier gobierno u organización que denunciara al imperialismo y pregonara un cambio profundo de la sociedad.
Fuente: http://www.avn.info.ve/contenido/cuando-conservadores-se-unieron-al-golpe-estado-venezuela

martes, 10 de abril de 2012


 
Silenciar al pueblo es traicionarlo


Rebelión...10/04/2012

Hace pocos días, el pasado miércoles 4 de abril, se cumplieron cuarenta y cinco años del memorable sermón del Reverendo Martin Luther King Jr. (MLK) en la Iglesia de Riverside, en Nueva York . Exactamente un año después, en 1968, sería asesinado en la ciudad estadounidense de Memphis.

Se trata del valiente y apasionado discurso en el MLK soltó aquella frase: "llega un momento en que el silencio es traición". Denunció con vehemencia la guerra de Vietnam "y el incremento… de tropas en apoyo de gobiernos que eran singularmente corruptos, ineptos y sin apoyo popular. Mientras tanto, la gente leía nuestros panfletos y recibían promesas constantes de paz y democracia, y reforma agraria. Ahora languidecen bajo nuestras bombas y nos consideran… su enemigo real".

Afirmó también: "Durante los últimos diez años hemos visto surgir un patrón de supresión que ahora ha justificado la presencia de 'asesores' militares estadounidenses en Venezuela. La necesidad de mantener la estabilidad social para nuestras inversiones explica la acción contrarrevolucionaria de las fuerzas estadounidenses en Guatemala. Nos dice por qué los helicópteros estadounidenses se están empleando contra la guerrilla en Colombia y por qué el napalm estadounidense y las fuerzas de boinas verdes ya han estado activos contra rebeldes en Perú. Con tal actividad en mente, las palabras de John F. Kennedy regresan para espantarnos. Hace cinco años dijo: 'Quienes hacen imposible la revolución pacífica harán inevitable la revolución violenta'. Cada vez más, por decisión o por accidente, éste es el papel que ha asumido nuestra nación, al rehusar ceder los privilegios y placeres que resultan de las ganancias inmensas de la inversión en el exterior".

Se refirió a la pobreza de espíritu de un Estados Unidos dominado por el "racismo, el materialismo extremo y el militarismo", y planteó la necesidad de "realizar una revolución radical de valores", para construir una sociedad en la que "las máquinas y las computadoras, las ganancias y los derechos de propiedad" no fueran "considerados más importantes que la gente".

Y esto es apenas una pequeñísima muestra de las cosas que planteó MLK aquel día.

Todo lo anterior viene a cuento, además, por las palabras que pronunciara el alcalde Antonio Ledezma el 29 de marzo pasado, con motivo de la juramentación del autodenominado Comando Tricolor Metropolitano .

Dijo Ledezma: "sí tenemos un camino y ese es el que vamos a seguir… teniendo como guía espiritual a Henrique Capriles Radonski, un camino para predicar, un camino para dejar un mensaje, no un camino para sembrar abrojos, sino… donde nosotros podamos irradiar la luz de la esperanza, la vida no es la vida que llevamos hoy, la vida son los sueños, la vida es la esperanza misma, y por eso, así como Martin Luther King empinado dijo viendo a nuevos horizontes que tenía un sueño… aquí en Venezuela está Henrique Capriles Radonski, con su mensaje de esperanza, un mensaje para todos, éste es el camino ancho como el horizonte de Venezuela".

El extracto, por insólito que parezca, es todavía "modesto". Porque Ledezma no se limitó a equiparar al gobernador Capriles con un hombre de la talla de MLK. Además, lo comparó con Winston Churchill, con Mahatma Gandhi… ¡con la Madre Teresa de Calcuta!

Este empeño de la clase política antichavista por reclamar la herencia de líderes, estadistas o "guías espirituales", no es nuevo. No se trata simplemente, por cierto, y como puede verse, del intento desesperado y patético que, durante las últimas semanas, ha hecho el gobernador Capriles por parecerse a Chávez y el chavismo .

En el caso concreto de MLK, una organización ultra-neoliberal, el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad, Cedice , con vínculos estrechísimos con la oligarquía, centros académicos privados y la clase política antichavista, tiene un tiempo intentándolo.

Por tomar un ejemplo cualquiera, en la página web de Cedice puede leerse un artículo escrito por un tal Gustavo Coronel, titulado: " Martin Luther King: un sueño para Venezuela ". Dice cosas como ésta: si MLK "hubiese sido un venezolano viviendo en la Venezuela de 2011, nos diría... Tengo el sueño que (sic) todos los venezolanos nos convertiremos en ciudadanos, no en pasivos seguidores de falsos profetas".

Es decir, este señor utiliza a MLK, que ha criticado abiertamente el intervencionismo militar estadounidense en Venezuela, la criminal política exterior de su gobierno, su apoyo a dictaduras, el materialismo extremo y el racismo, y lo convierte en un vulgar antichavista, que ni siquiera reconoce la ciudadanía del pueblo chavista. Convierte a un gigante en un enano que se arrastra ante el "gigante de las siete leguas", como diría Martí.

El problema no es, como le gusta repetir al gobernador Capriles, que los chavistas estamos "obsesionados" con el pasado. La clase política que Capriles representa, la que ya nos traicionó permitiendo la injerencia estadounidense, recurre todo el tiempo al pasado, pero falseándolo grotescamente. Porque se juega su destino en la tarea de mostrarse como todo lo contrario de lo que es: qué "guía espiritual" ni qué nada. Aquí lo que está en juego es la construcción de una sociedad donde "las ganancias y los derechos de propiedad" de unos pocos no estén por encima del pueblo. Y eso sólo lo encarna Chávez.

Cuestiones que vale la pena recordar ahora que están por cumplirse diez años del golpe de Estado de abril de 2002, cuando quisieron silenciar la voluntad popular, lo que Capriles y los suyos ni siquiera tienen el coraje de reconocer. Contra los traidores, y como lo hiciera MLK aquel 4 de abril de 1967, el pueblo venezolano habló. Y mientras haya revolución, tendrán que seguir escuchándonos.


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