sábado, 13 de agosto de 2011

Esa chusma de los rebeldes libios


CounterPunch...13/08/2011

Los rebeldes, desde las Guerras de las Rosas hasta la actual guerra civil en Libia, tratan normalmente de evitar escindirse en facciones y empezar a asesinarse unos a otros hasta que han alcanzado el poder y lo controlan totalmente. Y, por muy profundas que sean sus divisiones, las mantienen en secreto frente al mundo exterior.

No ocurre lo mismo con los rebeldes libios. Los miembros del Consejo Nacional Transitorio (CNT) en Bengasi detuvieron el pasado mes a su líder militar, el General Abdel Fatah Yunis, bajo la sospecha de traición, consiguieron despistar a sus guardaespaldas y le asesinaron. Esta semana, el jefe del CNT, Mustafa Abdel Jalil, echó a todo su gobierno alegando que algunos habían sido cómplices del asesinato. Al parecer se vio obligado a hacerlo así para calmar la rabia de la poderosa tribu Obedi a la cual pertenecía Yunis.

Uno de los aspectos absurdos de todo el asunto es que en el mismo momento en que los dirigentes rebeldes andan a la greña unos con otros, país tras país los está reconociendo como el legítimo gobierno de Libia. Esta semana, los diplomáticos del CNT se apoderaron de las embajadas de Londres y Washington y se disponen a hacer lo mismo en Ottawa. En una exhibición de error total de cálculo, Gran Bretaña reconoció al gobierno rebelde el día en que algunos de sus miembros estaban disparando a su comandante en jefe y quemando su cuerpo.

Si así es como actúan hoy los rebeldes, cuando deberían tener gran interés en mostrarse unidos, ¿cómo actuarán cuando estén instalados en el poder en Trípoli? Pero la OTAN no tiene más política que esa. Una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que en marzo trataba de impedir, por razones humanitarias, que los tanques de Gadafi tomaran Bengasi, se convirtió a toda velocidad en un intento de derrocamiento. Gran Bretaña y Francia, con el esencial apoyo de EEUU, mantienen aún que el bienestar del pueblo libio exige la sustitución de Gadafi por esos sólidos demócratas de Bengasi y el este de Libia representados por el CNT.

¿Podría la estrategia de la fuerza bruta funcionar de forma puramente militar? ¿Podrían las columnas rebeldes de camiones dotados de metralletas retroceder y capturar Trípoli tras una buena andanada de bombardeos de la potencia armamentística de la OTAN? La capital libia carece cada vez más de combustible, alimentos y electricidad.

Los rebeldes han estado consiguiendo avances sobre el terreno hacia el este y suroeste de la capital. Pero incluso con el apoyo de los ataques aéreos de la OTAN ese avance ha sido lento. Si a los rebeldes les cuesta tanto tomar una ciudad como Brega, con una población de 4.000 habitantes, en el golfo de Sirte, ¿pueden realmente abrirse camino hacia Trípoli con una población de 1,7 millones?

Puede que Gadafi caiga, pero parece cada vez más que, si así ocurre, será a manos de una buena colección de milicias cada vez más dependiente para su éxito de que la aviación de la OTAN les proporcione apoyo táctico. Dado que los rebeldes carecen de liderazgo coherente y no forman tampoco una fuerza militar unida, no es probable que el resultado sea una clara victoria. Aunque la alcanzaran, los rebeldes dependerán del apoyo exterior a todos los niveles para poder ejercer su autoridad sobre este inmenso país.

Al igual que ocurrió con Afganistán en 2001 y con Iraq en 2003, EEUU y Gran Bretaña se encontrarán con que una cosa es derrocar a los talibanes o a Sadam Husein y otra muy diferente sustituirles. Tratar a los cuestionables aliados locales como legítimo gobierno tiene valor propagandístico pero es poco sensato pretender que los socios locales tengan una autoridad real. Gran Bretaña, con las experiencias ya cosechadas, demuestra ser verdaderamente irresponsable al precipitarse en otro conflicto pensando que esta vez está apostando por el seguro ganador. Puede que derroquen a Gadafi pero probablemente la lucha por el poder entre las facciones proseguirá.

Pintoresco, pero deplorablemente engañoso

Los medios extranjeros tuvieron sus fallos en Iraq y fue aún peor en Afganistán, pero han alcanzado su cenit en la cobertura de la guerra de Libia. La información se ha convertido en una cuestión totalmente militarizada. Gran parte de la misma no es más que una serie de historias pintorescas desde la línea del frente acerca de las carreras adelante y atrás de los milicianos rebeldes. Hay que tener valor para informar desde ahí y los periodistas simpatizan naturalmente con los jóvenes con los que están compartiendo una trinchera. Su cobertura de los hechos tiende a estar completamente a favor de los rebeldes y en oposición a Gadafi.

Cuando asesinaron a Abdel Fatah Yunis, en los medios de comunicación extranjeros casi nadie sabía explicar cómo o por qué había sucedido. Los líderes rebeldes, anteriormente retratados como una heroica banda de hermanos, parecían estar divididos en rivalidades y vendettas homicidas. Algunos periodistas se limitaron a regurgitar la imposible afirmación de las autoridades rebeldes de que al general le habían matado los combatientes a favor de Gadafi con campos en Bengasi, mientras otros mencionaban que había treinta milicias islámicas diferentes en la ciudad.

Hasta este mismo día, los políticos tratan de justificar la intervención de la OTAN en Libia citando las supuestas atrocidades perpetradas por las fuerzas leales a Gadafi, tales como violaciones masivas y amplio uso de mercenarios. Las organizaciones por los derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, hace tiempo que revelaron que no había pruebas de la mayoría de las historias contadas sobre atrocidades, al igual que hizo una comisión de la ONU encabezada por el distinguido jurista académico Cherif Bassiouni. Pero los medios que publicaron primero las historias de las atrocidades de Gadafi han ignorado casi totalmente esos bien investigados informes.

La militarización de la información en Iraq y Afganistán fue auspiciándose a través del sistema de periodistas “empotrados” en las unidades militares. Esto era inevitable hasta cierto punto dado el peligro de insurgentes iraquíes o talibanes. Pero el resultado ha sido que la información de guerra ha vuelto a ser lo que fue durante las escaramuzas del siglo XIX, por lo que al mundo solo le llega un relato parcial y a menudo engañoso de cuanto está aconteciendo en Libia.

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

viernes, 12 de agosto de 2011

Aunque Obama se enoje, el imperio no es más AAA


Rebelión...12/08/2011

Una de las calificadoras de riesgo le rebajó la nota a la principal potencia mundial. El presidente norteamericano reclamó que EE UU sigue siendo AAA. Sus títulos ya tienen una A menos.


En el mundo hay muchas agencias calificadoras de riesgos, pero el 95 por ciento de ese negocio lo detentan Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch. Sus propietarios no son monjes trapenses sino grupos financieros, estadounidenses en los dos primeros casos, europeo el restante.

Su negocio es poner buenas o regulares notas a los títulos que emiten los gobiernos, según su aparente solvencia económica. Últimamente también se han puesto más en la superficie los aspectos políticos de esas calificaciones, que pesan en los examinadores.

Como todo negocio del capitalismo global, el de estas agencias no es muy santo. Suelen recibir presiones y dinero para subir sus notas, o para bajarle el pulgar a un país con autoridades molestas para el poder mundial. De ese entramado de agencias, trasnacionales y gobiernos surgen notas regaladas y aplazos inmerecidos, estos últimos reservados para el Tercer Mundo. Hay que recordar cómo trataron a Argentina en 2001; la empujaron al abismo con la tenaza del “riesgo país” manejado por el banco JP Morgan, y las calificaciones de las citadas agencias.

Ahora le tocó a Estados Unidos, cuando el viernes 5 de agosto S&P le quitó una letra: era AAA y quedó AA+. Fue un suceso inédito de las últimas décadas pues la otra vez pasó en 1941.

Era hora que el imperio tuviera algún aplazo. Si de economía se trata, no se podía pasar por alto el doble déficit (comercial y fiscal), el estancamiento del PBI y la alta tasa de desempleo, del 9,1 por ciento; un enorme endeudamiento público que en mayo había superado el límite de 14.3 billones de dólares, etc.

Los argumentos de la agencia fueron inobjetables: EE UU padece un elevado déficit fiscal y su sistema político no lució adecuado para solucionarlos. Esta última referencia aludía a la torpe negociación entre el gobierno demócrata y la oposición republicana, que desperdició todo julio en peleas hasta que llegó a un agónico acuerdo el 1 de agosto. Al día siguiente, si no se elevaba el tope de la deuda, el país entraba en cesación de pagos.

Aclarado que las tres agencias de rating son mercenarias, hay que decir que en el Norte se enojaron con Standard & Poor´s. Los demócratas dijeron que estaba operando con la ultraderecha y el Tea Party, lo que puede o no ser verdad. Sí es cierto que el panorama desastroso no fue obra de la agencia. En este sentido se la agarraron con el cartero.

La rabia del secretario del Tesoro, Tim Geithner y de Obama les hacía salir espuma por la boca. Estaban furiosos. El presidente dijo que, a pesar de S&P, “nosotros siempre fuimos y seguiremos siendo un país AAA” (a los argentinos molesta esta sigla por la reminiscencia con el grupo de tareas de Isabel y López Rega). Otros acudieron al archivo para enrostrar a S&P que mantuvo la buena nota del fallido Lehman Brothers hasta setiembre de 2008.

Tiempo de cavernas

Por ahora la rebaja no fue compartida por Moody´s ni Fitch. S&P, redoblando la apuesta, anunció que si dentro de algunos meses no ve mejoras volverá a rebajar los papeles norteamericanos.

Como AAA es el sinónimo de mayor solvencia en un país que emite títulos, al podarse una vocal querría decir que técnicamente que le podrían cobrar más intereses por sus emisiones. Esto, porque está puesta en duda su capacidad de pago en tiempo y forma.

La noticia impactó fuerte en el mundo. El 8 fue un “lunes negro” para todas las bolsas del mundo, incluida la de Buenos Aires, que cayó 10 por ciento. Los inversionistas en acciones de empresas consideraron que habrá recesión, caída del comercio mundial y eso afectará la cotización de esos papeles. Juzgaron mejor venderlas y con ese efectivo comprar dólares o invertir en campos, ladrillos u oro.

Que el oro sea la inversión más buscada de estos días es la mejor prueba del retroceso y crisis del capitalismo global. Invertir en oro es como volver a las cavernas, para una humanidad que es capaz de crear invenciones tecnológicas espectaculares, poner hombres en el espacio y descubrir la cadena del genoma humano. Este capitalismo global es tan decrépito que vuelve a apreciar lo del siglo XIX con los aventureros buscando oro en el oeste norteamericano. O peor aún, a los colonialistas españoles con su conquista genocida desde fines del XV para dar con la plata y el oro de este continente.

En julio y lo que va de agosto, al compás del desarreglo mundial, los medios de comunicación se han llenado de palabras muy empleadas luego del episodio Lehman Brothers. Ahora se las repite con mayor angustia. Verbigracia: densos nubarrones, Tsunami, catástrofe, lunes negro, volatilidad, caída libre, recesión, abismo, default, pánico, naufragio, índices a la baja, déficit, deuda, rebajas, hipotecas, desempleo, pérdidas, ajustes, contagio, subprime, derrumbe, inestabilidad, riesgo país, debacle, incendio, hundimiento, quiebra, devaluación, colapso, pobreza, depresión, desastre, especulación, etc.

Detrás de la nota rebajada puede haber una opinión de la agencia en el sentido que EE UU no arreglará sus dramas económicos con el acuerdo de último momento alcanzado el 1 de agosto. Hacer ahora un ajuste de 917.000 millones de dólares y luego otro de 1.4 billones en rubros que aún no se han especificado ni acordado, puede resultar un fracaso en el corto plazo, como en Grecia.

La filosofía del ajuste norteamericano no contempla la creación de empleo ni el fomento del consumo y la producción. Más bien sigue la línea del FMI y de los gobiernos europeos en dificultades, que centran en la contención del gasto público, incluyendo recortes de salarios, pensiones y programas sociales. Esa amarga medicina, que tantas veces hicieron tragar a países tercermundistas, tiene también un efecto devastador en los países centrales.

Potencia en baja

Los problemas estadounidenses combinan en dosis cambiantes las cuestiones económicas y políticas. Es un círculo vicioso: el imperio está endeudado y con una economía estancada, y los dos partidos de gobierno y oposición no tienen recetas para resolverla. Bailan en la cubierta del Titanic y quieren arrojar al mar a los marineros, cocineros y lavanderas. En uno de ellos, el republicano, ha ganado un amplio poder el grupo extremista de derecha Tea Party. Así, el escenario de la crisis está servido…

Lo concreto es que el imperio va para atrás. Como dijo bien en la televisión pública Alfredo Zaiat, “cuando un presidente insiste en que su país sigue siendo AAA es porque ya está dejando de serlo”.

Los que critican a Obama desde posiciones de derecha, lo acusan de estar convirtiendo al país en una república bananera o países muy atrasados de África.

Los defensores del imperio, por su parte, contraatacan y afirman, como Moisés Naím, “Wall Street, el Pentágono, Hollywood, Silicon Valley, las universidades y otras fuentes de donde emana el poder norteamericano siguen sólidas” (La superioridad de EE.UU., indiscutible a pesar de todo, “La Nación”, 8/8).

Sin embargo son más las voces que hablan de un retroceso de la vieja superpotencia. Paul Krugman, Nobel de Economía y columnista del The New York Times, no tiene nada de antiimperialista. Y escribía el 17 de julio pasado que “EE.UU. no puede o no quiere bajar el desempleo”. Se preguntaba: “¿Dónde están los grandes proyectos de obras públicas? ¿Dónde están los ejércitos de trabajadores estatales? Hay medio millón de empleados del Estado menos ahora que cuando asumió Obama”.

Muchísimo más duro fue Noam Chomsky, quien en una nota titulada “Estados Unidos en decadencia”, cuestionó al capital financiero internacional. “Al triturar los restos de la democracia política, las instituciones financieras están echando las bases para hacer avanzar aún más este proceso letal… en tanto sus víctimas estén dispuestas a sufrirlo en silencio”, opinó.

Este último punto es para la polémica. Chomsky y muchos progresistas parecen creer que la población afectada va a resignarse a sufrir “en silencio”. Si piensan eso están en un error. También en EE UU puede haber una fuerte movilización social y política frente al plan de hacer pagar la crisis a los que menos tienen. En marzo pasado ya hubo huelgas y marchas en estados como Wisconsin, donde se ajustaron los salarios y negaron los convenios laborales.

Que se preparen las autoridades y banqueros estadounidenses. Si llevan adelante el ajuste salvaje que han pactado, tendrán que acostumbrarse a que de a poco la postal de Atenas se refleje en Nueva York. La protesta puede ir desde el Partenón hasta la Estatua de la Libertad, con paradas intermedias en Londres, Madrid y Roma.

jueves, 11 de agosto de 2011

Filtración del plan de los gobiernos occidentales para "Libia después de Gadafi"


The Australian/Global Research...11/08/2011

Los gobiernos occidentales han ayudado a preparar un proyecto para una Libia post-Gadafi que retendría gran parte de la infraestructura de seguridad del régimen para evitar un colapso hacia la anarquía similar al de Iraq.

El plan, de 70 páginas, obtenido por The Times de Londres, proyecta los primeros meses después de la caída del régimen de Gadafi. El documento fue elaborado por el Consejo Nacional Transitorio en Bengasi con ayuda occidental.

Los funcionarios dicen que el plan se basa en las lecciones aprendidas del desastroso cambio de régimen en Iraq en 2003 y de la toma de Libia oriental por los rebeldes en marzo.

El plan se basa en gran parte en la deserción de partes del aparato de seguridad de Gadafi hacia los rebeldes después de su derrocamiento. Es probable que no sólo resulte arriesgado, sino también controvertido, ya que muchos de los combatientes rebeldes están determinados a eliminar todos los vestigios del régimen.

El documento incluye propuestas para una “fuerza de tareas Trípoli” de 10.000 a 15.000 hombres, suministrada y apoyada por los Emiratos Árabes Unidos, para que se haga cargo de la capital libia, ocupe instalaciones cruciales y arreste a partidarios de Gadafi de alto nivel.

Afirma que 800 funcionarios de seguridad que sirven al gobierno de Gadafi han sido reclutados de modo clandestino para la causa rebelde y están listos para formar la “espina dorsal” del nuevo aparato de seguridad.

El proyecto contiene planes para que 5.000 policías que actualmente sirven en unidades que no están comprometidas ideológicamente con el régimen de Gadafi sean transferidos de inmediato a las fuerzas del gobierno interino para impedir un vacío en la seguridad.

Los documentos afirman que los grupos rebeldes en Trípoli y áreas cercanas tienen 8.660 partidarios, incluidos 3.255 en el ejército de Gadafi.

Una deserción masiva de altos funcionarios se considera muy probable, ya que se cree que un 70% de ellos solo apoyan al régimen por temor.

Los autores del informe también creen que la escalada de los ataques de la OTAN a un nivel “insoportable” es muy posible.

El CNT de Bengasi confirmó la autenticidad de los documentos de planificación, pero solicitó que The Times retuviera detalles que pudieran poner en peligro a partidarios de los rebeldes que trabajan en Trípoli.

El embajador del gobierno rebelde en los Emiratos Árabes Unidos y el jefe de la célula de planificación para la fuerza de tareas, Aref Ali Nayed, expresaron su pesar por el hecho de que los documentos se hayan filtrado. Pero dijo: “Es importante que el público general (en Libia) sepa que existe un plan adelantado y que ahora está mucho más avanzado”.

El documento muestra una planificación detallada para que la seguridad crucial, telecomunicaciones, infraestructura de energía y transporte –así como para las famosas ruinas clásicas del país– se garantice en las horas siguientes al colapso del régimen.

Los dirigentes rebeldes expresan en el documento su preocupación de que la población de Trípoli no sienta que está siendo “invadida” por tropas de Libia oriental. Significativamente no hay planes para desplegar fuerzas rebeldes del este en Trípoli. En su lugar “secciones de combatientes por la libertad de la Montaña Nafusa y de Zentan” en el oeste deberían ser transferidas a la capital y los mensajes de los medios subrayarían que no es “una imposición externa sobre los tripolitanos”. La mayor parte de la fuerza de seguridad de Trípoli provendría de la ciudad.

Un programa de un mes con respaldo internacional para el suministro de emergencia de 550 millones de dólares en gas y petróleo a Libia occidental comenzaría de inmediato después de la caída del régimen en un esfuerzo por restaurar la vida normal.

También hay un programa apoyado por la ONU de entregar ayuda humanitaria inmediata, incluyendo agua embotellada, por tierra, mar y aire, con apoyo de países musulmanes clave como los Emiratos, Qatar y Turquía.

En los primeros minutos después del anuncio de que Gadafi ya no ejerza el control, un programa previamente grabado de anuncios de dirigentes rebeldes y clérigos anunciaría el plan de la fuerza de tareas Trípoli, llamaría a la calma y alertaría de los ataques de venganza contra partidarios del régimen. Una estación de radio FM ya ha sido preparada con este propósito en un país cercano. En caso de que Gadafi resulte muerto o derrocado, la planificación de “comunicaciones estratégicas” sugiere que el CNT y sus patrocinadores occidentales estarían dispuestos a negociar con sus hijos o con los que se describen como “capitanes del régimen”.

Una serie de lecciones aprendidas de la toma en Bengasi advierte contra la creación de múltiples grupos rebeldes en Trípoli y pide un “plan claro para encarar una quinta columna hostil”.

© Copyright Tom Coghlan, The Australian, 2011

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

miércoles, 10 de agosto de 2011


Crónica desde Trípoli
¿Dónde están los niños libios?



CounterPunc...10/08/2011

Según transcurre la primera semana de un Ramadán inusitadamente agobiante, la calidad de vida continúa degradándose en determinadas áreas del oeste de Libia mientras la ansiedad de la gente aumenta sensiblemente respecto al destino de los niños libios desaparecidos.

La escasez de gasolina se ha agudizado y, a pesar de los esfuerzos del gobierno por evitar que los precios se incrementen en exceso, un taxista le dijo ayer a este observador que aunque el precio normal del “benceno” era de 0,40 centavos de dólar por cinco litros (un galón), ahora está teniendo que pagar hasta “¡4 dinares por un litro de petróleo!”. Eso es aproximadamente el equivalente a 13$USA por un galón de gasolina, un incremento inmenso del precio en un país muy acostumbrado desde hace mucho tiempo a disponer de combustible muy subvencionado y barato. “La economía informal” (el mercado negro) del combustible llega en camiones-tanque desde la frontera tunecina y cada vez es más habitual ver a compañeros taxistas con un embudo tratando de conseguir algo de benceno para los tanques de sus vehículos de lo que salpica y se derrama por las calles del barrio.

Cuando paseaba ayer tarde por la calle Omar Muktar de la “medina”, cerca de mi hotel, la angustia por el deterioro de la situación resultaba evidente. Las tiendas, como los hogares, se ven ahora sujetas a innumerables apagones, convirtiéndose rápidamente en hornos asfixiantes que desaniman de entrar a los posibles clientes. Algunos almacenes de alimentos han tenido que deshacerse de la leche y otro productos perecederos dados los cortes de electricidad de hasta once horas que lanzan las temperaturas por encima de los 37º. En la calle Rashid, en el centro de Trípoli, un caballero me dijo que su familia llevaba cinco días sin electricidad y que la bomba que suministra el agua hasta el edificio de apartamentos donde viven había dejado de funcionar, careciendo por tanto de dos servicios públicos fundamentales.

Desde los cuarteles de la OTAN se ha explicado el discutible acto de piratería perpetrado por dicha Organización a principios de semana cuando requisaron el buque-tanque Cartagena que navegaba transportando gasolina para Trípoli fuera de la costa de Malta, enviándosela en cambio a la milicia rebelde con sede cercana a Bengasi, echando de nuevo mano de la manida coletilla de que había sido una acción necesaria para “proteger a la población civil de Libia”.

Según el viceministro de asuntos exteriores de Libia Jaled Kaim: “La época de la piratería está volviendo al Mediterráneo con las acciones de la OTAN ”.

Algunos tenderos frustrados acaban cerrando sus tiendas y buscan algo de alivio en la playa o echan un sueñecito esperando la caída del sol y el comienzo de su Iftar (fiesta) de Ramadán. Pero la falta de electricidad afecta incluso a los preparativos del mismo. (Nota: hace quince minutos la OTAN ha bombardeado la playa pública cercana a mi hotel mientras otras tres bombas caían también cerca sobre objetivos desconocidos.)

Cada vez que se escucha la explosión de una bomba, un coro de transeúntes y de niños señala invariablemente hacia el lugar donde ha caído la bomba y observa el ascenso de humo blanco o negro (el color depende del tipo de bomba o misil) y algunos gritan: “¡Púdrete OTAN, púdrete Obama!”, etc.

Si un extranjero se encuentra con indignados ciudadanos que pueden culpar a los estadounidenses de los bombardeos de la OTAN , una forma rápida de reducir la tensión de la gente es hacer el signo de la paz con una mano, levantar el puño con la otra y gritar unas cuantas veces: “¡Allah, Mohammad, Muammar, Libia, Abass!” (¡Dios, Mahoma, Gadafi, Libia, es cuanto necesitamos!” La gente local aprecia el sentimiento y los muchachos se unen a menudo al grito popular y danzan.)

En la mañana del 7 de agosto de 2011, las estadísticas de la OTAN muestran que desde el 31 de marzo de 2011, sus fuerzas han hecho 10.270 salidas, principalmente contra la zona oeste de Libia, incluyendo 6.932 salidas para atacar con bombas y misiles. La pasada noche (6 de agosto), hubo 115 salidas que incluyeron 45 bombardeos, de los cuales doce tuvieron lugar en el centro de Trípoli a partir de las diez de la noche.

En honor suyo, hay que señalar que algunos miembros del Comité de Servicios Armados del Senado de EEUU que hacen de enlace con el Pentágono, han actuado a partir de las quejas de los electores criticando la incompleta descripción de la OTAN de sus bombardeos sobre los civiles libios.

Por ejemplo, a principios de semana, la OTAN informó de su bombardeo cercano al pueblo de Zlitan, a unos 240 kilómetros al este de Trípoli, en las Montañas del Oeste, de esta forma: “En las proximidades de Zlitan: 1, Instalación de almacenaje de munición; 1, Instalación militar; 2, Lanzadores múltiples de cohetes”.

Sin embargo, todavía sigue sin aparecer, en ese particular informe de la OTAN en su página en Internet, el hecho de que su ataque de bombardero mató a la mujer y a los dos niños de Mustafa Naji, un profesor de física de la localidad de Zlitan. La mujer de Mustafa, Ibtisam, y sus dos niños, Mohammad y Muttasim, de cinco años, quedaron pulverizados. Como siempre hace, una vez más, la OTAN declaró que no podía confirmar las “muertes accidentales” pero que haría una investigación.

¿Dónde están los niños?

También hay una creciente preocupación tanto en el gobierno como entre la gente del oeste de Libia por el paradero de 53 niñas y 52 niños de edades comprendidas entre 1 y 12 años y otro grupo que va desde los 12 a los 18 años, que formaban parte de un hogar del gobierno para huérfanos y niños maltratados que estuvo funcionando hasta el mes de febrero en Misrata, ahora bajo control rebelde. Según varios informes aparecidos en los últimos tres meses y los testimonios presentados el pasado miércoles por la tarde ante los medios internacionales reunidos en al Hotel Rexis de Trípoli por la Unión General de Organizaciones de la Sociedad Civil :

“Los 105 niños, que son una parte de los más de mil desaparecidos, fueron “secuestrados” por las fuerzas rebeldes cuando entraron en Misrata y emprendieron con ellos una juerga asesina, algo de lo cual han documentado tanto Human Rights Watch como Amnistía Internacional, entre otros grupos. No hay duda de que los niños no se encuentran ya en las instalaciones de su refugio. Pero sigue siendo un misterio qué es lo que pudo sucederles.

El gobierno libio afirma que los menores fueron secuestrados por un grupo de rebeldes que arrasaron con todo a finales de febrero. Varios informes de testigos presenciales afirman haber visto por última vez a los niños sobre un buque turco, italiano o francés. Más de un testigo ha afirmado que presenció como vendían a algunos de los niños en Turquía. En su página tweeter, el periodista de Russian Telesur en la zona decía: “Varias fuentes han afirmado que los 105 niños fueron sacados del país en un buque que podía ser turco, francés o italiano”.

El ministro libio de asuntos sociales Ibrahim Sharif dijo a los periodistas en Trípoli esta semana: “Queremos saber la verdad y hacer responsables a esos países del bienestar de esos niños que no son ni soldados ni combatientes”. Sharif añadió que un doctor rebelde capturado por las tropas del gobierno testificó que habían llevado a varios de los huérfanos a Francia y a Italia. Dada la historia de Misrata como uno de los principales puertos de comercio de esclavos del norte de África, un hecho que hoy en día explica parcialmente las tensiones existentes entre la tercera parte de la población de Libia, que es negra y descendiente de esclavos, gran parte de la cual vive en el oeste de Libia en pueblos que ahora combaten a los rebeldes de Misrata y Bengasi y se muestra muy preocupada.

Aunque Libia tiene quizá las leyes de protección a la infancia más estrictamente cumplidas del Oriente Medio y África, la gente aquí recuerda claramente que Francia fue el centro de un escándalo que aconteció en 2007, cuando los trabajadores de la ayuda humanitaria de la organización Arca de Noé intentaron sacar a 103 niños del Chad hacia el sur de Libia, diciendo que eran huérfanos del vecino Sudán. Después, los miembros de la ayuda internacional averiguaron que los niños eran en efecto chadianos y tenían al menos un padre vivo. La gente de aquí se teme un destino similar para los niños libios.

El pueblo libio recuerda también lo que sucedió hace dos años en Haití, cuando secuestraron a un grupo de “huérfanos”, según las autoridades locales. Dado la epidemia de tráfico humano en esta región, especialmente de niños, los temores están bien fundados.

La OTAN no ha contestado a las preguntas exigiendo información sobre los niños desaparecidos ni tampoco UNICEF, Save the Children o la oficina de la Secretaria de Estado Clinton. El congresista de Ohio Dennis Kucinih está de acuerdo en exigir que la Casa Blanca ordene una investigación inmediata, y desde luego cualquier defensor de los derechos humanos podría plantear este tema en Occidente y exigir una investigación urgente por parte de su gobierno.

El gobierno libio, así como el representante católico romano del papa, el obispo Giovanni Martinelli, y el padre Daud, de la Iglesia anglicana de Cristo Rey en Trípoli, han exigido que la ONU investigue y encuentre a los niños.

En cuanto al Consejo Transitorio Nacional, su portavoz negó las acusaciones de que hubieran vendido a los niños y afirma que es el gobierno libio en Trípoli el que tiene a todos los niños y que les está utilizando como escudos humanos en el complejo ya cinco veces bombardeado de Bab al Azizya, en el centro de Trípoli. Ninguna organización de derechos humanos ni los periodistas que han investigado esta afirmación han dicho nada de haber visto algún indicio de la presencia de los niños en Bab al Azizya. La Unión General citada arriba, disponen de las fotos, nombres y edades de todos los niños desaparecidos y les han toda la publicidad que han podido.

Más de una docena de organizaciones dedicadas al bienestar social, grupos de mujeres y los sindicatos de abogados de Libia han lanzado una campaña intensiva en los medios de comunicación para implicar a todo el pueblo en la búsqueda de los niños que llevan ya casi seis meses desaparecidos.

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández