miércoles, 23 de septiembre de 2009




Irán-Israel: los intereses que subyacen en el enfrentamiento
Barack Obama, ¿rehén del lobby judío?

Rebelión...23/09/2009




La negativa del Senado de Estados Unidos a liberar al espía estadounidense pro israelí Jonathan Pollard el 19 de junio de 2009, seguida un mes después, el 23 de julio, del desmantelamiento de una extensa red de corrupción cuyas ramificaciones llegan hasta Israel y ponen en entredicho a una cuarentena de cargos, entre ellos cinco rabinos sospechosos de blanqueo de dinero y tráfico de órganos, añadidos al escándalo Madoff, una quiebra fraudulenta de unos 65.000 millones de dólares, al asunto Larry Franklin, un analista de alto rango del Pentágono sospechoso de espionaje en beneficio de Israel, y, finalmente, el nacimiento de un nuevo lobby judío estadounidense de izquierda «J-Steet» (que se autodefine como «el brazo político del movimiento pro Israel y pro paz», N, de T.), conducen a pensar que el AIPAC (American Israel Public Affairs Committe), el principal lobby judío estadounidense, ha puesto sordina a su arrogancia habitual en su oposición a la política de vuelta al equilibrio del presidente Obama.

Pero la reciente promoción de un incondicional de Israel al puesto de consejero especial del presidente para la «Región central» (Afganistán, Palestina), podría volver a poner en cuestión ese hábil andamiaje diplomático en la medida en que el nuevo promocionado, Dennis Ross, uno de los dirigentes del Institute for Near East Policy (WINEP), un think-tank satélite del Aipac, está considerado un «ultrahalcón» próximo al neoconservador Paul Wolfowitz, uno de los artífices de la invasión de Iraq bajo la administración de George Bush.

Dennis Ross es, al mismo tiempo, el autor del discurso de Obama ante el AIPAC al día siguiente de su confirmación como candidato demócrata a la elección presidencial, y uno de los coautores de un informe que propone métodos duros con respecto a Irán . Su designación se podría interpretar como una señal de gratitud presidencial hacia un eficaz colaborador en la recolección de votos judíos durante la campaña electoral.

Sin embargo, la promoción de Ross a un puesto de responsabilidad en un sector en el que subyacen los puntos calientes del arco de crisis que va de Israel y Palestina a Pakistán, pasando por Afganistán, Irán, Iraq, Siria y Líbano, prolongada por la nominación de un ex reservista del ejército israelí, Rahm Emmanuel, al puesto estratégico de secretario general de la Casa Blanca, y la dimisión, bajo presiones de ese mismo lobby, de Charles W. Freeman, ex embajador estadounidense en Arabia Saudí (1989-1992), de su puesto de presidente del National Intelligence Council (Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU [NIC]), tendería a acreditar la idea de un presidente estadounidense rehén del lobby judío. La falta de energía de Estados Unidos frente a la aceleración de la colonización israelí de Jerusalén y Cisjordania, así como el mutismo de Obama frente a la destrucción de Gaza en enero de 2009, dan una consistencia complementaria a esta hipótesis.

Salvo que se trate de la preocupación del nuevo presidente estadounidense de calmar las aprensiones relativas a sus orígenes étnicos y religiosos, un mestizo de padre keniano de confesión musulmana, la concentración sin precedentes de personalidades pro israelíes en el núcleo duro de la presidencia de Obama plantea con toda intensidad, en cualquier caso, se quiera o no, voluntaria o involuntariamente, por las buenas o por las malas, la cuestión del margen de maniobra del que dispone el presidente de EEUU para definir su propia política con respecto a Oriente Próximo

El enfoque occidental podría enfrentarse también a la nueva configuración regional resultante de la convergencia entre Irán, Siria y Turquía sobre el problema kurdo, su detonador común, al efecto de fortalecer su cooperación interregional para mantener una paridad diplomática frente al eje israelí-estadounidense y su prolongación egipcia-saudí. Irán, Siria y Turquía, que disponen de fuertes minorías kurdas, son hostiles a la idea de que el Kurdistán iraquí sirva de plataforma estadounidense de desestabilización regional. La nominación del kurdo Mohammad Reza Rahimi Ghorve’ei, profesor de Derecho de la Universidad Azad-Teherán y ex gobernador del Kurdistán iraní, para el puesto de Viceprimer Ministro del gobierno de Mahmud Ahmadinejad, expresa esta preocupación.

En previsión de ese momento, tanto Israel como Irán han multiplicado los actos de autoridad, en lo que aparece como una demostración de fuerza para el liderazgo regional mientras el campo árabe parece marginado por su fragmentación y los dos países musulmanes no árabes de la zona, Turquía por cuenta suní, e Irán por cuenta chií, intentan suplir la debilidad del liderazgo árabe y se esfuerzan para imponerse como interlocutores inevitables del campo occidental.

Irán ha cerrado filas reprimiendo duramente las protestas electorales que siguieron a la renovación del mandato del presidente Mahmud Ahmadinejad, y, en desafío a las conminaciones de la ONU, prosigue a ritmo sostenido un programa de enriquecimiento de uranio cuyos objetivos, afirma, son civiles, mientras que los occidentales temen que tenga una finalidad militar.

En su último informe, la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) estableció que Irán había acumulado 1.339 toneladas de uranio débilmente enriquecido, un volumen suficiente para producir el uranio altamente enriquecido necesario para la fabricación de una bomba nuclear, aunque la Agencia aseguraba que no había «ninguna prueba de que Irán esté intentado fabricar un arma nuclear».

Además, Irán se ha asegurado, en el plano militar, una base de organización en el puerto de Assab, Eritrea, en la desembocadura del golfo árabe-pérsico, y en el plano político se ha dotado de un temible negociador del asunto nuclear, en la persona de M. Ali Akbar Saléhi, su ex embajador en la agencia atómica de Viena. Licenciado en Física (promoción de 1977) por la prestigiosa universidad estadounidense del MIT (Massachusetts Institute of Technology), el nuevo jefe de la organización iraní de la energía atómica es un hombre de experiencia, buen conocedor de los expedientes, forjado en los entresijos de las negociaciones de la alta tecnología y las consiguientes maniobras diplomáticas. Bajo la presidencia de Mohammad Khatami, firmó con la Agencia un protocolo adicional que refuerza el control de los organismos internaciones sobre la producción iraní.

Colocado el 19 de julio de 2009 al frente de la OIEA, Saléhi supervisará el programa nuclear iraní, que se prepara para entrar en una fase operacional en Bouchehr (sur). El primer reactor nuclear del país, construido y alimentado de combustible por Rusia, deberá entrar en servicio a finales de año, mientras que en Natanz (centro), 5.000 centrifugadoras ya han permitido acumular más de 1,3 toneladas de uranio débilmente enriquecido (UFE), una cantidad suficiente para alimentar en combustible a eventuales centrales nucleares, en la hipótesis de un paso a la producción de la primera bomba atómica iraní.

Israel, por su parte, decretó la «desarabización» de los nombres de 2.500 (dos mil quinientas) ciudades y pueblos árabes de Israel , ha prohibido la conmemoración de la Naqba, la pérdida de Palestina en 1948, borrando además ese término de los libros escolares, y ha acelerado la colonización de Cisjordania y del sector árabe de Jerusalén, ansioso por volver irreversible la situación en el mapa catastral, con el telón de fondo de importantes maniobras aeronavales.

Dos ataques de acción a larga distancia sobre Sudán, con la excusa de un cargamento de armas para Hamás, y otro por encima de la cordillera siria, tuvieron lugar en enero de 2009, en el momento de la entrada en funciones de Barack Obama. Por otra parte, dos cruceros lanzamisiles israelíes de tipo sagger y un submarino de tipo dolphin, portadores de cargas nucleares, cruzaron el canal de Suez en julio de 2009, en dirección al mar Rojo, mientras la flota de los bombarderos israelíes efectuaba un entrenamiento de largo alcance a finales de julio en el desierto de Nevada (EEUU), paralelamente a las operaciones de desestabilización llevadas a cabo desde la zona «kurdófona» de Iraq, tanto por los estadounidenses como, presumiblemente, por los israelíes. Por otra parte, se ha aprobado una subvención del orden de 20 millones de dólares a la USAID (Agencia de Estados Unidos para el desarrollo internacional), próxima a la CIA, para «favorecer la democracia y los derechos humanos en Irán».

Esas maniobras aparecen tanto como una demostración de fuerza frente a Irán, como una intención de presionar a los países occidentales con el objetivo de mantener la cuestión nuclear iraní a la cabeza del orden del día en la agenda diplomática internacional, en detrimento de otros asuntos altamente prioritarios, como el programa nuclear norcoreano, que está más avanzado que el iraní, el hundimiento estadounidense en Afganistán o incluso la recesión económica mundial.

La cruzada israelí contra Irán es doble: evitar una posible amenaza iraní y librarse de sus compromisos internacionales relativos al arreglo de la cuestión palestina. Comparable por su intensidad a la campaña de movilización contra Iraq hace cinco años, esta ofensiva mediática-militar israelí, que relega a un segundo plano la resolución del conflicto israelí-palestino, está dirigida, de forma subyacente, a aclimatar a la opinión pública internacional al hecho consumado de la anexión de Palestina, con el fin de restaurar el prestigio israelí empañado por sus repetidos fracasos tanto contra Líbano en 2006, como contra el enclave palestino de Gaza en 2008-2009. Ésta es, al menos, una de las posibles interpretaciones que se barajan en cuanto a la focalización israelí sobre Irán.

De rebote, Irán ha adquirido una dimensión de potencia regional gracias a la política errática de Estados Unidos tanto en Afganistán como en Iraq, donde sus rivales ideológicos, los radicales talibanes suníes y el laico baasista iraquí Sadam Husein fueron eliminados por su antiguo protector estadounidense.

Irán pretende que se reconozca su lugar en el concierto regional, que de hecho es el que le corresponde desde hace treinta años, cuando los estadounidenses confiaron al Sha de Persia el papel de «supergendarme» en el Golfo, presa en aquella época de la rebelión comunista de Dhofar (Sultanato de Omán) y de las protestas nacionalistas del «Frente de Liberación Nacional de la Penísula Arábiga», tanto en Arabia Saudí como en el Yemen y en los emiratos petroleros.

Con ese espíritu, Irán ha reafirmado su derecho inalienable a la nuclearización, y el 11 de septiembre propuso una negociación global con el grupo de contacto para tratar todos los aspectos que le enfrentan a los países occidentales desde hace treinta años, tanto el embargo que azota a la República Islámica como los activos iraníes bloqueados en Estados Unidos, del orden de varios miles de millones de dólares, el papel regional de Irán y la cooperación relativa a la seguridad en Iraq y Afganistán.

Su enfoque tropieza de frente con opción saudí-egipcia y, dejando obsoleta esa opción, plantea el problema de la pertinencia de las opciones estratégicas del grupo de los Estados árabes situados en la órbita estadounidense. Así, Egipto ha tenido que renunciar a la opción nuclear, bajo la presión de Washington, a cambio de una ayuda anual de mil millones de dólares y dejando, de hecho, el control del espacio estratégico de Oriente Próximo a la aviación israelí.

En desequilibrio frente a la opinión pública, de la que podrían temer un desbordamiento, se ha autorizado a Egipto y Jordania para que a finales de año emprendan la producción nuclear para uso civil bajo control estadounidense, con lo que han acumulado un retraso tecnológico de cincuenta años con respecto a su vecino israelí. La propia Liga Árabe se ha comprometido en agosto, a un mes de la reunión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en una ofensiva diplomática dirigida a obligar al Estado hebreo a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear.

Parece difícil que un posible conflicto pueda limitarse a dos antagonistas, a juzgar por la proximidad de los contendientes, la de los demás protagonistas del conflicto, el despliegue militar occidental y ruso en la zona y los riesgos de incendio generalizado que implicaría semejante enredo.

Pero, curiosamente, semejante hipótesis nunca ha dado lugar a una propuesta de desnuclearización total de Oriente Próximo que sería, sin embargo, la forma más perfecta de la no proliferación reclamada por los países occidentales. Hasta la fecha, Estados Unidos, que dispone de importantes bases en la zona (Iraq, Qatar, Bahrein, Kuwait, Omán, Djibuti y Diego García) ha garantizado a Israel el apoyo del «ejército más poderoso del mundo», según la expresión de Hillary Clinton, secretaria de Estado que amenazó a Irán con extender el escudo antimisiles al conjunto de los países del Golfo, aliados de Estados Unidos, con el fin de neutralizar su disuasión balística .

Un bloqueo del estrecho de Ormuz, por el que pasa un tercio del tráfico energético mundial, al alterar gravemente el suministro a los países industrializados, podría agravar la recesión económica mundial y debilitar profundamente todo el sistema político internacional.

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