martes, 2 de agosto de 2011


Por qué Occidente está comprometido con los rebeldes asesinos en Libia


The Independent/ICH...02/08/2011

Conforme al bien establecido historial de cómica ineptitud del gobierno británico cuando se trata de Libia, William Hague decidió reconocer a los dirigentes rebeldes en Bengasi como gobierno legítimo del país en el momento mismo en que algunos de ellos pueden haber estado asesinando o torturando hasta la muerte a su principal comandante militar.

Las circunstancias exactas que rodean el asesinato del general Abdel Fattah Younes siguen siendo tenebrosas, pero parece haber sido atraído a abandonar su cuartel operacional en el frente y arrestado. Como antiguo ministro de defensa y del interior de Gadafi, quien dio un crucial impulso a la insurrección al desertar en febrero, sabía que era un objetivo para ser asesinado, pero puede haber juzgado mal la probable identidad de los asesinos. En la creencia de que iba en camino a responder afirmaciones de que se mantenía en contacto con Muamar Gadafi, él y dos de sus principales asistentes fueron asesinados y sus cuerpos quemados. “Lo matasteis”, gritaron algunos de sus soldados cuando irrumpieron en el hotel en el cual el Consejo Nacional Transitorio (TNC) había estado reunido. Probablemente tenían razón y cuesta creer afirmaciones del TNC de que pistoleros favorables a Gadafi hayan infiltrado Bengasi y asesinado al comandante en jefe.

Sin tener en cuenta las circunstancias de su muerte, el asesinato debiera comenzar a provocar preguntas sobre quiénes son respaldados por Gran Bretaña y otras potencias extranjeras como reemplazo para Gadafi en Libia. ¿Qué régimen seguirá su tan esperada caída, si y cuando ocurra? ¿Será capaz de controlar el país un nuevo régimen? ¿Hay algún motivo para suponer que tendrá apoyo general, en vista de la acritud de la guerra civil? ¿No dependerán tanto los rebeldes de las potencias extranjeras en la paz como en la guerra?

Hay que recordar que ni Sadam Hussein ni los talibanes eran populares en Iraq o Afganistán cuando fueron expulsados del poder. Pero lo que sobrevino en ambos casos fue una prolongada y asesina anarquía debida a la debilidad de sus reemplazos respaldados por Occidente. William Hague, demostrando una vez más una impresionante capacidad para entender mal Libia, había elogiado a los dirigentes del TNC –que reconoció como gobierno libio– por mostrar “cada vez más legitimidad, competencia y éxito”. Presumiblemente, su información provenía de la misma fuente que le condujo hace meses a informar a los periodistas que Gadafi iba en camino a Venezuela.

Las acusaciones de traición contra el general Younes y su subsiguiente asesinato revelan divisiones dentro de la dirigencia rebelde que hasta ahora han podido ocultar con un éxito sorprendente. La última vez que lo vi en una conferencia de prensa en Bengasi, destilaba un sentido de confianza en que los rebeldes iban en camino a Trípoli. Corpulento y dominante, era el líder rebelde que parecía controlar los acontecimientos.

Cuando él describía la situación militar, era difícil recordar la verdadera situación en el frente. Las caóticas incursiones y retiradas de los valerosos pero histéricos milicianos rebeldes que yo acababa de ver al sur de Bengasi, eran presentadas por Younes como si fueron maniobras militares bien planificadas. Pronto, el avance hacia Trípoli volvería a comenzar. Había un misterio: Younes había supuestamente desertado con 8.000 soldados bajo su comando pero nunca hubo una señal de su existencia y ninguna explicación sobre lo que les había sucedido.

Los rebeldes libios son aún más débiles que los en Afganistán y en Iraq, donde la oposición respaldada por Occidente tenía un núcleo de combatientes leales y bien entrenados. En Afganistán, eran las fuerzas, en su mayoría tayikas de la Alianza del Norte, y en Iraq los kurdos tenían un ejército bien organizado y bien dirigido en el norte del país. En Libia, las fuerzas rebeldes siempre han sido más débiles, inexpertas y a menudo parecen ser una parte en confrontaciones tribales hasta ahora confusas que se han convertido en mini guerras civiles.

La naturaleza de la guerra civil en Libia ha sido persistentemente mal representada por los gobiernos y los medios extranjeros por igual. El entusiasmo en unas 30 capitales extranjeras por reconocer al misterioso autoproclamado gobierno en Bengasi como dirigente de Libia es probablemente motivado en esta etapa primordialmente por expectativas de concesiones comerciales y una repartición de campos petrolíferos.

Estos fueron los motivos comprensibles que condujeron a Tony Blair, Nicolas Sarkozy y a tantos otros a rendir pleitesía de un modo tan humillante a Gadafi antes de la sublevación, y a tratar con respeto su extraño culto a la personalidad. Una zona de exclusión aérea extranjera y una zona de no conducción para defender Bengasi contra los tanques de Gadafi podría haber sido justificada al comienzo de la guerra, pero eso cambió rápidamente a ser una dudosa decisión de derrocar a Gadafi, basándose en el poder aéreo de la OTAN y en unos miles de milicianos rebeldes. La suposición era que Gadafi caería rápidamente, y cuando esto no ocurrió se convirtió en cuestión de derrochar buen dinero en cosas malas en la esperanza de que sus fuerzas cederían.

No ha ocurrido todavía y, con el inicio de Ramadán mañana, es poco probable que milicianos en ayunas puedan combatir hasta llegar a Trípoli. Peor todavía, la única baza importante de los rebeldes es el poder aéreo de la OTAN, de modo que cualquier cese de la guerra a fin de abrir camino a negociaciones va contra sus intereses.

En un aspecto los medios extranjeros han sido más culpables que los gobiernos en la obtención de credibilidad del TNC como alternativa al régimen de Gadafi. Las declaraciones y afirmaciones oficiales de los rebeldes han sido tratadas con respeto, como si no fueran hechas para ganar la guerra de la propaganda. Historias de atrocidades, como el uso de la violación masiva de mujeres como arma de guerra, fueron transmitidas sin ser cuestionadas por CNN y otros. Human Rights Watch y Amnistía Internacional, así como una comisión de la ONU, no encontraron evidencia alguna para esas afirmaciones, pero no hubo ninguna retractación de los medios. ¿Cómo es posible que mes tras mes las fuerzas de Gadafi hayan seguido combatiendo cuando se suponía que no contaba con apoyo? Una respuesta fue que contrató mercenarios en África negra. Trabajadores aterrorizados sin documentos fueron arrestados y presentados por los rebeldes en conferencias de prensa para la televisión como mercenarios y luego silenciosamente liberados. En contraste con sus limitadas capacidades militares, los rebeldes han mostrado extrema efectividad en el manejo de los medios extranjeros.

¿Reventará la extraña muerte de Abdel Fattah Younes, quienquiera lo mató, el mito de que la dirigencia rebelde es totalmente capaz de reemplazar a Gadafi y terminar la guerra en Libia? Por desgracia para los libios, la respuesta es probablemente no, porque tantos gobiernos extranjeros están ahora comprometidos con llevar a los rebeldes al poder y demasiados periodistas extranjeros los han presentado como combatientes por la libertad que luchan contra un déspota maligno.

©independent.co.uk

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article28709.htm

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Patrick Cockburn es autor de Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq

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