La Iglesia católica hoy está, sin lugar a dudas, rebasada frente al actual cúmulo de desajustes y desequilibrios espirituales, sociales y económicos tanto internos como del mundo. Sus autoridades no tienen respuestas oportunas y apropiadas a esta realidad de cambios y problemas, su ortodoxia quizá le impide ver mas allá de sus hoy demostradas cortas percepciones, sus miedos a perder privilegios y preponderancia política le impide ver y analizar adecuadamente el contexto y los escenarios que hoy dinamizan, para bien o para mal, la actualidad internacional y su propia realidad interna, que está bastante deteriorada.
La Iglesia ortodoxa, tal y como la conciben Benedicto XVI y la actual realeza vaticana, es a todas luces autocrática y opresora, impone una sumisión y silencio que impiden la aplicación y el desarrollo del concepto de universalidad y lo remiten al simple ejercicio de la obediencia ciega y sin réplica a la autoridad eclesial, lo cual dificulta la conformación de espacios donde se discutan abierta y a todo nivel los problemas éticos, sociales, económicos y políticos que afectan la existencia humana y a la iglesia misma. En el Vaticano parece que están mas preocupados por el aborto, los matrimonios entre homosexuales y el uso de métodos anticonceptivos que por los millones de seres humanos que mueren anualmente victimas del hambre y la falta de facilidades para la vida; parece que les interesa mas la independencia, por ejemplo, de ese pequeño país llamado Tíbet y las quejas del Dalai Lama sobre el supuesto atropello de los derechos humanos por parte de China, que el genocidio real cometido por Israel en Gaza o los cientos de miles de muertos en Irak y Afganistán, fruto de una invasión amparada en la violación del derecho internacional y montada sobre una gran mentira por parte de los Estados Unidos y sus satélites europeos.
El Vaticano siempre ha sido parte importante del mecanismo mundial de dominación planetaria y mercantilista. Las religiones cristianas del “Status” no han sido, en lo mas mínimo, contención alguna para evitar la actual realidad de injusticias, exclusión y pobreza que azota a la mayoría de los países del tercer mundo e incluso dentro de los países mas ricos; al contrario, a pesar de su supuesta retórica en defensa de los valores cristianos, estas realidades se han acentuado a niveles de irracionalidad, no ha habido una denuncia y una lucha sincera para combatir la pobreza, la injusticia y la exclusión social simplemente porque se es sostenedor, multiplicador y beneficiario del sistema que las genera.
No solo estas posturas ortodoxas y estas cegueras conceptuales son causa importante de las muy recurrentes crisis por las que atraviesa la Iglesia católica. Hoy el Vaticano y el catolicismo enfrentan uno de los mas severos conflictos de su existencia, lo cual amenaza muy seriamente la preponderancia religiosa y política de esta organización cristiana. La causa principal de esta ultima y continuada crisis es la impunidad por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y prelados católicos a niños y niñas que asisten a las iglesias o están a su cuidado y amparo en variadas instituciones del catolicismo alrededor del mundo. Es tan grave la crisis actual, que ya para muchos el catolicismo ha dejado de ser una alternativa espiritual liberadora para convertirse en una entelequia a la cual le es muy difícil hacer coincidir los preceptos y la moralidad cristiana con las “particulares” posturas poco moralizantes de la cúpula vaticana y obispal, existe una peligrosa inmovilidad de acción para enfrentar las graves y reiteradas acusaciones de pedofilia y consecuente encubrimiento de estos delitos de parte las mas altas autoridades eclesiásticas en muchos países. La contradicción para el catolicismo es que siempre se ha presentado como una guía moral indiscutible que es depositaria, según ellos, de un legado sagrado heredado directamente del mismísimo Jesucristo, el problema se presenta cuando no pueden seguir esgrimiendo este legado para defender sus principios y valores, pues estos han sido violentados por sus propios miembros de forma repetitiva sin que las autoridades eclesiales hayan puesto freno a estos crímenes, que por el contrario fueron silenciados sistemáticamente, recibiendo sus autores una odiosa e insultante solidaridad automática.
En Alemania e Irlanda, por ejemplo, existen mas de 500 denuncias recientes de abusos sexuales cometidos por clérigos católicos. Hasta el propio hermano del papa ha estado involucrado en abusos y castigos a niños y niñas. Mientras surgen cada vez mas denuncias, Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, planteó frente a estos escándalos que “alguien esta tratando de socavar la confianza de los jóvenes en la Iglesia católica”. Esta infeliz conclusión de este jerarca vaticano no hace sino ratificar la actual pérdida de rumbo en que se encuentra el catolicismo actual: ahora resulta que los pedófilos no son los que están propiciando con sus abominables actos el descalabro actual de la Iglesia católica, sino “alguien”, que al parecer de forma planificada está tratando de descalificarla. Por su parte, el cardenal José Saraiva Martins, asesor del papa, dijo a periodistas italianos que “existe una conspiración en contra de la Iglesia” pero no indicó a los responsables de esta supuesta conspiración. Resulta hasta infantil creer en esta excusa para tratar de esconder lo que casi todo el mundo sabe y supone. Otro prelado igualmente. hace unos meses, el obispo de Tenerife Bernardo Álvarez, en una entrevista al diario La Opinión, dijo respecto a los abusos sexuales de algunos clérigos: “Puede haber menores que lo consientan y de hecho sí los hay. Hay adolescentes de 13 años que están perfectamente de acuerdo y además deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan. Esto de la sexualidad es algo mas complejo de lo que parece”. Esta descalificación de las victimas no hace sino enlodar aun mas la credibilidad y la seriedad de las altas autoridades del catolicismo, que recurren a estas insultantes respuestas para defender lo que a todas luces no tiene defensa.
La impúdica ley del silencio y la sumisión que ha prevalecido en la Iglesia católica parece que esta llegando a su fin. Son muchas voces internas que se levantan y de forma crítica denuncian la imposición que las autoridades vaticanas pretenden seguir manteniendo en el manejo del catolicismo frente a la actual crisis. Existe una evidente contradicción entre las posturas actuales de Benedicto XVI y el Cardenal Ratzinger cuando fue prefecto de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe respecto a los escándalos de abusos sexuales dentro de la Iglesia. Antes de ser nombrado papa, el cardenal Ratzinger fue durante casi 24 años, desde 1981, director del Santo Oficio, el cual tiene como una de sus finalidades promover y vigilar la aplicación de la “correcta” doctrina de la fe , las costumbres y la moral cristianas en todo el mundo del catolicismo. Por lo tanto todo aquello que tuviese relación o atentara contra estos principios de fe, moral y costumbres cristianas dentro de la Iglesia católica estaban bajo su directa y exclusiva jurisdicción (Articulo 48 de la Constitución Apostólica de la Curia Romana).
Dadas estas responsabilidades, es casi imposible que el actual papa no conociera la problemática y los detalles de los abusos sexuales denunciados y cometidos por prelados y sacerdotes católicos en diferentes diócesis del mundo, y que durante años la mayoría de estos pederastas fueron encubiertos por la jerarquía eclesiástica al amparo del documento ”Crimine Solicitationis”, en el que se exige mantener en estricto secreto las denuncias sobre abusos sexuales cometidas por clérigos de la Iglesia católica, amén de instar a las autoridades de las diócesis para que convenzan a las victimas que no denuncien dichos crímenes a las autoridades civiles. Al respecto el capellán norteamericano en Alemania Tomas Doyle, experto en derecho canónico, tras evaluar el documento, expresó: “Es ciertamente un indicativo de la obsesión que la Iglesia católica tiene con el secreto y ciertamente si ha representado (este documento) el establecimiento de una política continua para encubrir a toda costa los crímenes cometidos por el clero. Hay demasiados informes autentificados de victimas que han sido seriamente intimadas al silencio por autoridades de la Iglesia, no es posible por tanto considerar que tal intimidación es una excepción y no la norma”.
En el 2006 la BBC de Londres acusó a Ratzinger de haber ocultado deliberadamente muchos escándalos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes en muchos países del mundo, por lo cual se demostraba, según ellos, que el Vaticano había promovido una conspiración de silencio en torno a los casos de pederastia y abusos sexuales generalizados dentro de la Iglesia católica.
En el año 2007 el diario británico The Observer sacó a la luz una carta fechada en mayo de 2001 y firmada por el Cardenal Joseph Ratzinger, prefecto del Santo Oficio, en la que se reafirma la voluntad del Vaticano de que los obispos mantengan en estricto secreto las investigaciones que involucren a sacerdotes católicos en asuntos de abusos sexuales y obliga a que dichas investigaciones sean enviadas a la oficina de Ratzinger quien tomaría todas las decisiones necesarias para enfrentar y decidir qué hacer frente a estas denuncias.
La mas reciente “conspiración”, como dice el Cardenal José Saraiva Martins, salió en las páginas del New York Times, periódico que denunció que un sacerdote llamado Lawrence Murphy había sido acusado de abusar sexualmente de muchos niños en una escuela para sordos en Wisconsin entre 1950 y 1974. Según las victimas, el Vaticano ocultó durante años estos crímenes, y lo mas censurable fue que no sancionó a este monstruo; cuando murió, en 1998, ya Ratzinger tenia 16 años de regentar el Santo Oficio. La única recomendación que hizo el Vaticano a la diócesis donde ejercía el cura Murphy fue que se le limitara su ministerio. Luego le trasladaron a otras diócesis, donde continuaba teniendo contacto con niños y jóvenes a pesar de su oprobioso expediente. Otro caso denunciado por este periódico es el del sacerdote alemán Peter Hullermann, acusado de abusar sexualmente de niños y jóvenes cuando el ahora pontífice era obispo de Múnich y aprobó su traslado en 1980 a su diócesis con el fin de que recibiera tratamiento psicológico. Fue después trasladado a otra parroquia, donde continuó cometiendo sus crímenes. Hullermann fue declarado culpable de abusar de un menor en 1986, pero siguió dentro de la Iglesia católica durante muchos años.
Todos estos hechos demuestran que existía y existe de parte de las autoridades vaticanas y de sus obispos una sistemática política para silenciar estas atrocidades, y que en muchos casos eran del conocimiento del actual papa, que participó activamente en la promoción de esta política de silencio desde hace muchos años. Si bien es cierto que estos crímenes no son generalizados dentro de la Iglesia católica, tampoco constituyen hechos aislados; cada vez son mayores las denuncias en este sentido y ha sido evidente el empeño en minimizarlas. Esta odiosa impunidad y estas despreciables prácticas contradicen abiertamente al Evangelio, vulneran la dignidad del pueblo de Dios y ponen en amplísima duda la confianza, la honestidad y la misión de la Iglesia católica y sus autoridades.
Hoy la Iglesia católica ha perdido gran parte de su credibilidad institucional, su autoridad moral se derrumba progresivamente por efecto de los gravísimos errores cometidos en su conducción, por las actitudes y desviaciones éticas de sus autoridades y sacerdotes, por defender sus propios intereses apartándose de los valores y principios enunciados en el Evangelio que dicen promulgar y representar, por defender y aplicar a ultranza los postulados mercantiles del capitalismo dentro de su propia organización muy por encima de los principios espirituales-morales necesarios para mantener la cohesión entre pueblo e Iglesia. Las estructuras jerárquicas del catolicismo no están respondiendo a las necesidades de su feligresía, están alejadas de las personas, son estructuras politizadas y centralizadas en el mejor sentido stalinista y al servicio del statu quo.
Toda esta problemática ha agudizado una masiva pérdida de fieles y es sin lugar a dudas la mayor preocupación de las autoridades vaticanas, pues otras sectas y creencias religiosas están absorbiendo a esta decepcionada feligresía. La fe cristiana católica, que en otros tiempos proveía sentido espiritual a muchas personas, está en evidente decadencia. Muchos seminaristas y novicias abandonan con más frecuencia que antes los institutos de formación católica, muchos obispos y sacerdotes también cuelgan los hábitos por diferentes causas, otros viven en abierta violación a la norma del celibato a la vista de sus fieles y hasta de las autoridades de la diócesis pero son aceptados por la evidente escasez de clérigos para atender los templos. Este problema de pérdida de fieles pareciera estarse analizando desde el punto de vista netamente mercantilista publicitario, se está tratando de atacar esta pérdida con nuevos y modernos métodos mediáticos de atracción y convencimiento, sin tomar en cuenta las necesidades espirituales de las personas ni las opiniones y experiencias pastorales de las organizaciones católicas de base que conocen esas necesidades espirituales y materiales de los pueblos.
No hay que ser experto para ver que el catolicismo está en fase de evidente declive, ni profeta para augurar una situación mas aguda en el corto plazo. Para amainar esta recurrente crisis se requiere un serio compromiso por parte de las autoridades vaticanas en corregir estas desviaciones. Mientras no haya identificación plena y convincente con los postulados y la moralidad cristianas heredadas de las prédicas de Jesucristo, mientras exista el evidente divorcio que hoy impera entre las autoridades eclesiales y los lideres y las comunidades católicas de base en la mayoría de los países, mientras no se perciba de manera contundente y creíble una convergencia entre acción y discurso para corregir a fondo esta problemática, mientras no se reconozca que las actuales injusticias sociales y económicas deben ser denunciadas y que debe también ser parte de la misión de la Iglesia trabajar para corregirlas, mientras no se asuman estas verdades, no será posible lograr una comunión entre pueblo e Iglesia. Benedicto XVI tendrá que hacer más que un “Mea Culpa” un esfuerzo muy importante para cambiar la imagen del catolicismo actual y su imagen personal de “Genuflexo Guardián de la Ortodoxia” que tantos desequilibrios ha ocasionado en este su papado, aunque creemos que parece haber comenzado el irreversible Apocalipsis para el catolicismo y que será muy difícil su recomposición.
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