La televisión colombiana antes de permitirse las concesiones del espectro a canales privados en 1997, originó en su dinámica un talento nacional para la producción, espacios para guionistas formados y algunos de ellos bien remunerados, la posibilidad de personajes atractivos cuidadosamente seleccionados sin importar su belleza física, lo que se tradujo en corto tiempo en una capacidad para crear productos de televisión atractivos, con audiencia y calidad para exportar. Con la nueva ley de televisión, se entregaron dos concesiones para canales privados a los dos grupos económicos más poderosos de Colombia. Pregunté entonces, si la producción audiovisual no desmejoraría por el nuevo escenario económico donde prevalecería la ganancia sobre la calidad; y me respondieron que no, por cuanto habían aprendido hacer novelas a su estilo. Una cosa es cierta, la producción audiovisual colombiana se disparó en el genero de las telenovelas, donde Venezuela y México hace rato dejaron de dominar el mercado.
Lo curioso es que últimamente los grandes éxitos de audiencia en las telenovelas colombianas están relacionados con el tema del narcotráfico. “Sin tetas no hay paraíso”; “El cartel de los sapos”; “El capo”; “Las muñecas de la mafia”; son algunos de los culebrones más vistos y vendidos en Colombia. Varios medios ya analizan con preocupación el tema del narcotráfico en la televisión, no tanto por la apología al delito, o destacar el punto de vista de las prostitutas y los narcotraficantes como algo normal en el imaginario audiovisual que se vende a millones, sino precisamente, porque es un mensaje que está llegando a millones.
Cuando la periodista Vicky Dávila se molestó con el presidente Chávez, porque había calificado a Colombia como un narco-estado, quizás no imaginó que tan penetrada está Colombia por un negocio ilegal dominado por Estados Unidos, país en el cual también existe una fascinación similar por el tema de las drogas en su industria cinematográfica. Si la televisión es para vender, según la premisa para los dueños de medios, entonces las narco-telenovelas colombianas, ¿qué venden?, ¿una realidad, una campaña de tolerancia para con los que delinquen y tienen al país sumido en guerra desde hace muchos años?
¿Por qué si la sangre vende, si el plomo vende, si la cruda realidad vende, entonces los grandes creadores colombianos jamás se inspiran en la muerte de Gaitán, Galán, Lara Bonilla, Jaime Garzón, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, quizás las versiones de estas víctimas sean más escalofriantes y más sinceras que cualquier diario del narcotraficante y ahora guionista Andrés López.
Una reconocida libretista colombiana, Juana Uribe, argumentaba con certeza para la revista Semana que: "Los televidentes reciben todas estas producciones donde el punto de vista narrativo está a cargo de los delincuentes, e incluso en varios casos los libretos son firmados por delincuentes que validan su biografía financiados por un canal; y quienes representan a las instituciones, al Estado o al 'deber ser' están cada vez más caricaturizados o desprovistos de la dignidad de su cargo o de su investidura. Ese público masivo va a seguir validando la idea de que si las cosas salen así en televisión, así están bien, así deben ser". Por supuesto que no deben ser así, pero si no hay información para inspirar personajes que representen al Estado con la dignidad de su cargo o de su investidura, a de ser porque quien podría ofrecerla o validar su biografía fue asesinado, silenciado o exiliado. Sin embargo, sobra información en la Comisión de Derechos Humanos para dar esas versiones que contradiga la historia de las prostitutas o narcotraficantes, sobran guionistas dispuestos a escribirlas y actores ansiosos por interpretar esos dignos personajes. Pero no existe ni un solo ejecutivo o dueño de canal televisivo dispuesto a difundir semejante telenovela, donde por ejemplo se hable de quiénes y por qué, mataron a Gaitán, Galán, Lara Bonilla, Jaime Garzón, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, entre otros miles de colombianos. Se me antoja sugerirles un nombre para una telenovela “Los falsos positivos del presidente”.
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