Las elecciones para elegir a Presidente y Vicepresidente de la República de Colombia llevadas a cabo el día 30 de mayo, dieron como primer resultado la necesidad de ir a una segunda vuelta, porque ninguno de los candidatos alcanzó el 50% más uno de los electores. Dicho evento de acuerdo a lo establecido en estos casos, deberá efectuarse este 20 del presente mes entre los dos candidatos más votados, es decir Santos y Mokus.
Las cifras ya conocidas de este primer evento, reflejan una primera constatación irrefutable que una mayoría de más del 50% de personas inscritas y aptas para ejercer su derecho ciudadano del voto no lo hizo, el resto de votantes es decir una minoría y entre votos nulos y blanco, votó entre los 8 candidatos, repartiéndose entre ellos, los votos de esas minorías, salieron los dos ganadores: Santos en primer lugar y Mokus en segundo lugar de los votos validos.
Recordemos que todos los candidatos que participaron en esta primera vuelta electoral, excepto alguno que se proclamó de una “izquierda vergonzante”, todos han sido parte del historial de iniquidad nacional en que los diferentes gobiernos, como sirvientes y parte de la oligarquía colombiana, han sometido a ese país, con la entrega de sus recursos naturales y de la soberanía nacional.
Para los acuciosos analistas de números y cifras, tendrán un banquete cuando se conozcan las cifras definitivas de este primer tramo eleccionario dado por el organismo competente y ocuparan su tiempo para torcer a sus gusto y sabor y justificar sus pronósticos y cábalas de una elección que no tenía ningún tipo de sorpresas a la vista, puesto que el pueblo colombiano -hablamos del pueblo en su gran mayoría- no tenía una opción clara y tampoco las tiene en la segunda vuelta que se avecina, en quien cifrar algunas esperanzas para iniciar un cambio de la situación imperante en Colombia.
Hay que repetirlo y sin cansarse nunca, que en Colombia rige un Estado narco-paramilitar y que está cuestionado por los pueblos y por muchas organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, por innumerables hechos de masacres, camufladas en los famosos “falsos positivos”, de parentela cercana al Presidente saliente Uribe y varios congresistas de su partido comprometidos con el trafico de drogas y vínculos con paramilitares, de espionaje telefónicos, a organismos y ciudadanos que se atrevieron a denunciar una sarta de violaciones y hechos de lesa humanidad, a las leyes con falsos procesos judiciales para entregar revolucionarios a los norteamericanos, en una clara actitud de servilismo y como una vendetta política, para tratar de escarmentar a los colombianos que no son parte ni apoyan a un gobierno que se ha ganado un puesto junto al lado del gobierno fascista de Israel de violadores flagrantes del derecho a la vida, a la dignidad y a la paz en sus pueblos.
No importa quién gane en la segunda vuelta. Ambos candidatos no son ninguna garantía de dignidad, paz, trabajo, ni, menos que nada, de la soberanía hoy pisoteada por las 7 bases militares yanquis en suelo colombiano y seguirán el guión de los norteamericanos, como excelentes encubridores de un Estado campeón de la violación de los Derechos Humanos.
A parte de las cifras oficiales, y de los resultados de esta segunda vuelta, hay una lectura política muy importante e innegable, que se ratifica en los hechos una vez más y es que las FARC con otros grupos insurgentes y organizaciones de izquierda, con su larga historia de lucha, ofrendando vidas en defensa de la soberanía, la tierra, la dignidad con trabajo y pan para el pueblo colombiano, son parte importante y se confirman como vanguardia político militar activa de esas mayorías silenciosas que no se prestan al juego de elecciones que sólo buscan perpetuar gobiernos al servicios de las oligarquías vende patria de Colombia.
Llegará el día en que el pueblo colombiano con sus luchas y la gran solidaridad internacional exija a la burguesía colombiana y sus amos del norte, a sentarse a discutir la paz franca y verdadera, hasta lograr la desarticulación de un Estado, que mantiene unas fuerzas armadas, policiales, y paramilitares, como guardias pretorianas al servicio de los grupos de poder que reprimen a su pueblo y que han entregado a la voracidad extranjera las riquezas y la dignidad de Colombia.
Solamente en un Estado donde existan las garantías políticas y ciudadanas, donde se respeten los derechos humanos y exista la plena posibilidad de poder elegir a verdaderos representantes de las grandes mayorías y sin sometimientos de ninguna naturaleza, se darán verdaderas elecciones democráticas de mayorías y no, como hoy en día, elecciones con minorías, de ciudadanos confundidos, amedrentados y con la clientela de los sectores de poder. Mientras tanto, esa gran mayoría de colombianos seguirán peleando como la mejor inversión para un futuro mejor y que cada día se acerca más.
(*) José Justiniano Lijerón es ex dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB)