«Si Irán sigue con su programa de desarrollo de la bomba atómica, le atacaremos. Las sanciones no son eficaces… Un ataque a Irán para detener sus preparativos nucleares será inevitable» (Shaul Mofaz, Ministro de Defensa israelí, junio de 2008)
El ruido de sables con respecto a Irán no es una novedad. El ataque inminente a la República Islámica espera desde hace ocho años, y como dice un militar occidental: «Desde hace ocho años Irán está a un año de tener a punto la bomba atómica». Este preámbulo es un apunte para mostrar, una vez más, un escenario de déjà-vu. Periódicamente se saca a pasear el asunto iraní y se movilizan los engranajes de la maquinación para satanizar a Irán. Esta vez el triste papel de lanzallamas se ha confiado al actual director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
A lo largo del año y de una forma reiterativa, la matraca respecto a Irán se ha convertido en la música de fondo. Nadie plantea la cuestión de por qué Israel nunca ha querido firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, del que se burlan alegremente sus creadores (Estados Unidos y Francia) hasta el punto de no permitir visitas a sus instalaciones. Israel posee un arsenal nuclear impresionante. El Baradei, a quien se autorizó a que viera de lejos la central, dijo «no veo humo en el cañón de la pistola», así que miraré en otra parte…
Esa es la integridad del Organismo Internacional de la Energía Atómica después de Hans Blix, que se enfrentó a Bush rechazando avalar la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, luego la posición vacilante de Mohamed El Baradei y ahora el alineamiento incondicional del actual director general Yukiya Amano con las posiciones occidentales. Tanto es así que el informe del OIEA no se basa en las investigaciones de sus propios inspectores, que se pasean a sus anchas por Irán, sino en los informes de los servicios secretos de los países occidentales. Incluso enviadas como anexos, esas informaciones están ahí para crear el caos…
En los países occidentales tampoco nadie se plantea la cuestión de por qué Occidente apoyó en principio al Sha para la instalación de energía nuclear civil hasta el punto de que bajo el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing Irán se convirtió en accionista de Eurodif y la empresa alemana Siemens iba a comenzar la construcción de la central. ¿Por qué después de la revolución iraní hubo un giro de 180 grados? Hay que impedir que el país de los mulás disponga de tecnología nuclear, aunque sea para uso civil, como no dejan de recalcar los iraníes. Han sido necesarios 35 años para que, a pesar de todos los bloqueos relativos a los combustibles, la central de Bouchehr arrancara en febrero de 2011 y empezase a producir electricidad con combustible, de momento ruso, que los iraníes desean producir justamente concentrando el uranio natural. Para eso necesitan centrifugadoras…
¿Está amenazado Israel?
Si se plantea seriamente, esta cuestión hace reír. Sin lugar a dudas Israel es el quinto ejército del mundo en términos de operatividad, y sobre todo de guerra tecnológica. Dispone de más de 200 bombas atómicas que están ahí más para disuadir que para lanzarlas y producir los daños que todos conocemos. Gracias a Francia, Israel instaló una copia perfecta del programa nuclear galo. Simón Peres, el actual Presidente israelí, tenía un despacho propio en el Ministerio de Defensa en la época del gobierno de Guy Mollet. Después Estados Unidos tomó el relevo, en especial tras el frenazo decidido por el general De Gaulle. Luego, finalmente, lo tomó Alemania en nombre de su deuda inextinguible y equipó al ejército israelí de submarinos nucleares Dolphins (dos gratis y otro subvencionado en un tercio).
En esas condiciones no se puede afirmar que Israel esté amenazado. Irak, que constituía una amenaza, vio su reactor nuclear de Osirak reducido a cenizas, precisamente por los israelíes. Después Israel lo demolió completamente y ha sido necesaria una generación para recuperar su nivel de hace 20 años. Ironía de la historia, el 16 de marzo del año 597 a. C., Jerusalén cayó en manos de Nabucodonosor. El poderoso rey de Babilonia recibió la sumisión del reino de Judá y deportó a la familia real y a la élite judía a su país, entre los ríos Éufrates y Trigris (el actual Irak). En el año 587 a. C., tras una última revuelta, toda la población de Jerusalén se envió a Mesopotamia y destruyeron el prestigioso Templo de Salomón.
Ningún país de Oriente Medio puede compararse con Israel en el caso de una guerra relámpago. Irán es otra cosa, es un país «de peso» que tiene 80 millones de habitantes «formados» que, según la matraca de la propaganda occidental, avanzan. Es un país tecnológicamente avanzado en todos los ámbitos. La historia demuestra que Irán no ha agredido nunca a sus vecinos. En el año 537 a. C. cuando Ciro, el rey de Persia, conquistó Babilonia, una parte de los hebreos regresó a Palestina para construir un segundo templo, permaneciendo siempre bajo la tutela de los persas. ¿Se podría decir que Israel no olvida nada y ajusta sus cuentas 2.500 años después?
Más allá de la distracción que puede procurar la huida hacia delante con el desencadenamiento de un conflicto, parece que el tándem Obama-Netanyahu, al contrario de lo que se piensa, se entiende bien y podría realizar el sueño de un Gran Oriente Medio completando el trabajo de Bush. Después de Irak y Afganistán, queda el «hueso», el que puede bloquear el estrecho de Ormuz, la arteria de desagüe del petróleo, el que impide el revoloteo saqueador y se permite la insolencia –al contrario que los reyezuelos del Golfo instalados en épocas obsoletas que se ponen en sus manos y no usan sus neuronas- de luchar de una forma científica y tecnológica yendo a marchas forzadas hacia el desarrollo. En ningún sitio habla Irán de atacar a los judíos, las palabras de Ahmadineyad nunca han confirmado las interpretaciones de las agencias que voluntariamente han tergiversado sus declaraciones.
Una vez más aparece la escalada de declaraciones belicistas entre Israel y la República Islámica. El Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu declaró el pasado 31 de octubre en la Knesset que Irán constituye una amenaza no solo para Israel, sino también para el resto del mundo. Por la parte iraní, el gobierno se defiende afirmando que su programa nuclear es totalmente civil. El presidente Mahmud Ahmadineyad declaró el 8 de noviembre que «Irán no necesita la bomba atómica», pero que no «retrocederá nunca» ante los occidentales. «¿Es un informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica o un dictado estadounidense a Yukiya Amano?», se pregunta un periódico de Teherán. Según el diario The Guardian, el ministerio de Defensa británico se estaría preparando para participar en un eventual ataque militar estadounidense a Irán. Estados Unidos podría «pasar rápidamente a la acción» contra las instalaciones iraníes vulnerables.
La guerra secreta
Se sabe que los occidentales han intentado bloquear el programa nuclear iraní. El virus informático Stuxnet, famoso por provocar el frenazo de una quinta parte de las centrifugadoras atómicas instaladas por Teherán, habría sido desarrollado por Israel y Estados Unidos. «Estamos en guerra contra Irán. La mayor parte de esta guerra es secreta. Y ambas partes tienen interés en que siga siendo secreta», afirmaba el martes Efraim Halevy, exdirector del Mossad, los servicios de inteligencia israelíes, invitado del Center of Political and Foreing Affairs (CPFA). Al infectar un software Siemens utilizado por el programa, el virus saboteó el funcionamiento de las centrifugadoras iraníes que producían uranio enriquecido. Después de una rápida progresión de las actividades de enriquecimiento en 2007 y 2008, los trabajos nucleares iraníes se ralentizaron (1).
El informe de la OIEA muestra claramente que la marcha iraní hacia la bomba atómica, ralentizada en 2010 por el virus informático Stuxnet, actualmente se mantiene por medio de nuevas centrifugadoras que permiten producir más uranio enriquecido y ha recuperado su ritmo de crecimiento. El programa ya está tan avanzado que algunos expertos estiman que el régimen iraní posee el conocimiento, la tecnología y los recursos suficientes para ensamblar una o dos bombas atómicas en pocos meses si así lo decide. También las operaciones secretas atribuidas al Mossad ralentizaron considerablemente el programa: al menos tres científicos atómicos iraníes han sido asesinados misteriosamente en los dos últimos años; el extraño virus informático Stuxnet averió las centrifugadoras que producían uranio enriquecido y además unas misteriosas explosiones sabotearon las instalaciones subterráneas iraníes en octubre de 2010.
Las razones de las amenazas
Parece que Barack Obama no desea una aventura militar antes de las elecciones de noviembre de 2012. Según el periódico iraní Mardomak, «los israelíes multiplican las advertencias a Teherán y parecen a punto de pasar a la acción (…) Por su parte Ehud Barak, el Ministro de Defensa israelí, ha recordado que Israel no puede permitirse el lujo de enfrentarse a un Irán nuclear (…) La evocación del plan de ataque militar a Irán llega al mismo tiempo que el anuncio de la retirada total de los 39.000 soldados estadounidenses de Irak (…) Teherán siempre ha temido que la presencia de las fuerzas de ocupación en suelo iraquí desemboque en la firma de un pacto de seguridad entre Bagdad y Washington y en la instalación de bases militares permanentes estadounidenses en la frontera iraní (…) Parece que Nouri Al-Maliki, el Primer Ministro iraquí, se opone a cualquier prolongación de la presencia militar estadounidense en Irak. La retirada total de las fuerzas estadounidenses no solo tranquilizaría a Irán respecto a sus fronteras con Irak, sino que además alentaría sus esfuerzos para llenar el vacío militar y de seguridad iraquí (…)» (2).
«Para los estadounidenses y los israelíes, un Irak aliado con Teherán ofrecería en el eje Irán-Siria un vasto territorio que se extendería desde Teherán a las orillas del Mediterráneo. Semejante perspectiva representaría un auténtico desafío a Estados Unidos e Israel en la región. Además, la resistencia de Bachar El-Assad al frente de Siria y la perspectiva de no poder derrocarle a corto plazo refuerzan la opinión de un ataque a Irán. El régimen de El-Assad depende esencialmente de Teherán en el plano económico, político y militar. En consecuencia, su caída requiere en primer lugar el debilitamiento de Irán y la formación rápida de un frente contra Siria, constituido por Turquía y los Estados árabes del Golfo Pérsico con Arabia Saudí a la cabeza. Por eso un ataque militar a Irán no solo serviría para aminorar la influencia de la República Islámica en la región, sino también para acelerar el derrocamiento del régimen sirio. Además, un ataque semejante podría destruir el programa nuclear iraní, o al menos ralentizarlo» (2).
Otra hipótesis probable es la de una campaña de intoxicación orquestada a largo plazo. De hecho, a raíz del informe de la OIEA, los occidentales querrían conseguir un endurecimiento de las sanciones a Irán. Esta vez pretenden ir contra el Banco Central iraní, al que intentarían aislar totalmente del resto del mundo de manera que paralizarían la economía del país. La comisión de Asuntos Exteriores del Senado estadounidense decidió proponer al Congreso una ley en ese sentido. Así pues, la operación de intoxicación tendría como objetivo decir a los rusos, a los chinos y a los BRICS que si continúan rechazando la adopción de las sanciones contra el Banco Central de Irán en el Consejo de Seguridad los golpes serán inevitables –verdaderamente inevitables- (3).
Peter Symonds nos informa de que esta vez «será en serio»: «Los artículos aparecidos en los periódicos británicos Telegraph y Guardian el miércoles 2 de noviembre revelan preparativos militares de Estados Unidos y Gran Bretaña para un ataque a Irán, que van mucho más allá de los escenarios de rutina habituales. Más fundamentalmente, los preparativos para la guerra contra Irán no están más motivados por las inquietudes sobre su programa nuclear que las invasiones de Afganistán e Irak lo estuvieron por «el terrorismo» o «las armas de destrucción masiva»; o el bombardeo de Libia por parte de la OTAN destinado a «proteger a la población libia». Estados Unidos se lanzó de una forma temeraria a una guerra tras otra durante el decenio pasado, en un intento desesperado de compensar su declive económico, proyectando su hegemonía sobre las regiones ricas en energía de Oriente Medio y Asia Central» (4).
Además no sabemos la reacción de los rusos y los chinos, que no quieren ver hacer y deshacer en lo que ellos pusieron en marcha pacientemente, el pacto asiático. Sobre todo porque el caldero afgano todavía hierve, con Pakistán en una atmósfera de insurrección. Esta es también, en resumen, la opinión de Peter Symonds, que escribe que bajo la influencia de la crisis hay una huída hacia delante: «(…) Lejos de actuar como un freno, el agravamiento de la crisis económica mundial empuja al imperialismo estadounidense a utilizar su potencia militar para consolidar sus intereses económicos y estratégicos a expensas de sus principales rivales europeos y asiáticos. Esa es la lógica tortuosa que subyace tras la prisa por atacar a Irán, considerado en Washington como un obstáculo mayor para las ambiciones estadounidenses en Oriente Medio y la razón principal de sus fracasos en Irak y Afganistán. Además, como en el caso de Libia, una guerra llevada a cabo por Estados Unidos contra Teherán socavaría seriamente los considerables intereses económicos de China y Rusia en Irán, así como sus esfuerzos para forjar relaciones estratégicas más estrechas» (4).
La fijación sobre las bombas atómicas se debe más al pavor de Hiroshima y Nagasaki que a la razón. Las nuevas armas son mucho más peligrosas y eficaces. Todas las bombas concebidas por los países occidentales, especialmente las bombas de fósforo y uranio empobrecido, las bombas GBU de las que disponen Israel y Estados Unidos, a las que hay que añadir los drones, auténticos depredadores, y la guía por satélite, nos dan una idea de las guerras actuales que se libran, especialmente en Afganistán, Gaza y Libia. Peter Symonds tiene la última palabra: «Mientras el capitalismo mundial va titubeando de una crisis política y económica a otra, la rivalidad entre las principales potencias por los mercados, los recursos y la obtención de ventajas estratégicas amenaza con hundir a la humanidad en un conflicto catastrófico que devastaría el planeta» (4). No hay nada que añadir.
Notas:
(2) Mahmoud Kiyan-Ersi Mardomak «Frapper maintenant ou jamais», http://www.
(3) http://globe.blogs.nouvelobs.
(4) Peter Symonds, http://www.wsws.org/francais/
Traducido para Rebelión por Caty R.
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