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Suleiman se reúne con el presidente israelí Shimon Peres en Tel Aviv, noviembre de 2010 [Getty]
El 29 de enero, Omar Suleimán, jefe supremo del espionaje egipcio, fue nombrado vicepresidente por el tambaleante dictador, Hosni Mubarak. Con el nombramiento de Suleimán, como parte de una reestructuración del gabinete en un intento de apaciguar a las masas de manifestantes y mantener el control de la presidencia, Mubarak ha mostrado una vez más sus mañas y su astucia diabólica. El Gobierno de EE.UU ha preferido durante mucho tiempo a Suleimán por su ardiente anti-islamismo, su disposición a hablar y actuar con dureza en lo que respecta a Irán y porque desde hace tiempo es el principal hombre de
Mubarak sabía que Suleimán contaría instantáneamente con un lobby de partidarios en Langley, entre los que tienen los ojos puestos en un ataque contra Irán en Washington y entre otros regímenes autoritarios dependientes de las policías secretas en la región. Suleimán es también uno de los favoritos de Israel: estuvo a cargo del expediente Israel y dirigió los esfuerzos de Egipto por aplastar a Hamás mediante la demolición de los túneles que han funcionado como un conducto de contrabando de armas y de alimentos hacia Gaza.
Según un cable diplomático estadounidense filtrado por WikiLeaks, titulado ‘Sucesión presidencial en Egipto’ de fecha 14 de mayo de 2007:
“Se ha mencionado frecuentemente que Suleimán, jefe de la inteligencia egipcia y consiglieri de Mubarak, será nombrado para el puesto de vicepresidente, vacante desde hace tiempo. En los últimos dos años, Suleimán ha salido de las sombras, ha permitido que se le fotografíe y que se informe sobre sus reuniones con dirigentes extranjeros. Muchos de nuestros contactos creen que Suleimán, por sus antecedentes militares, al menos tendría que estar presente en cualquier escenario de sucesión.”
Desde 1993 hasta el sábado, Suleimán fue jefe del Servicio General de Inteligencia de Egipto. Durante mucho tiempo se mantuvo a la sombra, hasta 2001, cuando comenzó a encargarse de cuestiones importantes en el ministerio de exteriores; desde entonces se ha convertido en un personaje público, como da fe el documento de WikiLeaks. En 2009, el periódico London Telegraph y la revista Foreign Policy le declararon el espía más poderoso de la región, incluso por encima del jefe del Mossad.
A mediados de los años noventa, Suleimán trabajó de cerca con el gobierno de Clinton en la planificación e implementación de su programa de entregas; en aquel entonces, las entregas significaban secuestrar a presuntos terroristas y transferirlos a un tercer país para ser juzgados. En The Dark Side, Jane Mayer describe cómo comenzó el programa de entregas:
«Cada entrega era autorizada por los más altos cargos de ambos gobiernos [EE.UU. y Egipto]… El veterano jefe de la agencia central de inteligencia, Omar Suleimán, negoció directamente con altos funcionarios [de
«Técnicamente, la legislación estadounidense exigía que
Bajo el gobierno de Bush, en el contexto de «la guerra global contra el terrorismo», las entregas estadounidenses se convirtieron en «extraordinarias», lo que significaba que el objetivo de secuestros y transferencias extra-legales ya no era someter al sospechoso a un juicio, sino interrogarlos para obtener información reutilizable. El programa de entregas extraordinarios llevó a algunas personas a sitios ocultos de la CIA y otras fueron entregadas para ser torturados por la poderosa mano de otros regímenes. Egipto era uno de los destinos para torturas a elegir, y uno de los preferidos bajo el mando de Suleimán, el torturador en jefe de Egipto. Se tiene constancia de que al menos una de las entregas extraordinarias entregada por
Suleimán el torturador
En octubre de 2001, las fuerzas de seguridad paquistaníes sacaron a Habib de un autobús. Mientras estaba detenido en Pakistán, a instancias de agentes estadounidenses, fue colgado de un gancho mientras recibía descargas eléctricas. Luego fue entregado a
En Egipto, como cuenta Habib en su memoria: My Story: The Tale of a Terrorist Who Wasn’t [Mi historia: El relato de un terrorista que no lo era], fue repetidamente sometido a descargas eléctricas, sumergido en agua hasta el nivel de sus fosas nasales y golpeado. Le quebraron los dedos y le colgaron de unos ganchos de metal. Llegado a un punto, su interrogador lo golpeó con tal violencia que se le corrió la venda de los ojos, revelando la identidad de su torturador: Suleimán.
Frustrado porque Habib no suministraba información útil ni confesaba su participación en actividades terroristas, Suleimán ordenó a un guardia que asesinara a un prisionero encadenado frente a Habib, lo que hizo con un feroz puntapié de karate. En abril de 2002, después de cinco meses en Egipto, Habib fue entregado a los estadounidenses en la prisión Bagram en Afganistán, y luego transportado a Guantánamo. El 11 de enero de 2005, un día antes del previsto para formular la acusación, Dana Priest, del Washington Post, publicó una denuncia sobre la tortura de Habib. El gobierno de EE.UU. anunció de inmediato que no sería acusado y sería repatriado a Australia.
Un caso mucho más infame de tortura en el que Suleimán también está directamente implicado es el de Ibn al-Sheikh al-Libi. A diferencia de Habib, quien era inocente de cualquier vínculo con el terrorismo o la militancia, al-Libi trabajaba supuestamente en el campo de entrenamiento de al-Khaldan, en Afganistán. Fue capturado por los paquistaníes mientras huía a través de la frontera en noviembre de 2001. Fue enviado a Bagram e interrogado por el FBI. Sin embargo, la CIA quería hacerse cargo y lo hicieron. Fue transportado a un sitio oculto en el USS Bataan en el Mar de Arabia y después le enviaron como una entrega extraordinaria a Egipto. Allí, bajo tortura, al-Libi «confesó» conocer la conexión entre al-Qaida y Sadam, y afirmó que dos agentes de al-Qaida habían sido entrenados en Iraq en el uso de armas químicas y biológicas. A comienzos de 2003, era precisamente el tipo de información que buscaba el gobierno de Bush para justificar el ataque contra Iraq y persuadir a aliados renuentes de que participaran. Por cierto, la «confesión» de al-Libi fue una de las «pruebas» clave que presentó el entonces secretario de Estado Colin Powell ante las Naciones Unidas para que se considerara un caso de guerra.
Ha resultado que la confesión fue una mentira que extrajeron los egipcios a través de torturas. El ex director de
«En aquel entonces creíamos que al-Libi estaba reteniendo información crítica sobre amenazas, de modo que lo trasferimos a un tercer país para obtener más información. Se afirmó que lo hicimos a sabiendas de que sería torturado, pero es falso. El país en cuestión [Egipto] comprendió y estuvo de acuerdo en que retendrían a al-Libi durante un período limitado. Durante los interrogatorios bajo custodia estadounidense en Afganistán, al-Libi hizo referencias iniciales a un posible entrenamiento de al-Qaida en Iraq. Se ofreció a informar de que un militante conocido como Abu Abdullah le había dicho que al menos tres veces entre 1997 y 2000, el ahora difunto dirigente de al-Qaida, Mohammad Atef, había enviado a Abu Abdullah a Iraq para formarse en venenos y gas mostaza.
«Otro detenido veterano de al-Qaida nos dijo que Mohammad Atef estaba interesado en estrechar los lazos entre al-Qaida e Iraq, lo que, a nuestros ojos, agregaba credibilidad a esta información. Entonces, poco después del inicio de la guerra de Iraq, al-Libi desmintió su historia. Ahora, repentinamente, decía que no hubo un tal entrenamiento cooperativo. Dentro de
«La historia de al-Libi indudablemente pasa por que decidió inventárselo a fin de conseguir un mejor trato y evitar castigos duros. Evidentemente mintió. Sólo que ignoramos cuándo. ¿Mintió cuando dijo primero que miembros de al-Qaida recibieron entrenamiento en Iraq? ¿O mintió cuando dijo que no lo recibieron? A mi juicio, cualquiera de las dos posibilidades podría ser verdad. Tal vez en un principio, bajo presión, supuso que sus interrogadores ya conocían la historia, y la ‘confesó’. Después que pasó el tiempo y quedó claro que no se le haría daño, puede haber cambiado su historia para confundir a sus captores. Los agentes de al-Qaida están entrenados para eso precisamente. Desmentir esta información restauraría su prestigio como alguien que había confundido con éxito al enemigo. La verdad es que no sabemos cuál es la verdadera, y ya que no lo sabemos, no podemos suponer nada. (pp. 353-354)».
Al-Libi fue enviado finalmente a Libia, aunque se dice que paró en un par de sitios en el camino, donde fue encarcelado. El uso de la declaración de al-Libi en la justificación de la guerra de Iraq lo convirtió en un inmenso lastre para EE.UU. una vez que quedó claro que la supuesta conexión entre al-Qaida y Sadam era una mentira obtenida bajo tortura. Su paradero fue, de hecho, un secreto durante años hasta que, en abril de 2009, los investigadores de Human Rights Watch que estaban investigando el tratamiento de prisioneros libios lo encontraron en el patio de una prisión. Dos semanas después, el 10 de mayo, al-Libi había muerto, y el régimen de Gadafi afirmó que se trataba de un suicidio.
Según Evan Kohlmann, el favorito de los funcionarios estadounidenses por ser «experto en al-Qaida», citando una fuente clasificada: «La muerte de al-Libi coincidió con la primera visita del jefe del espionaje egipcio, Omar Suleimán, a Trípoli».
Kohlmann conjetura y opina que, después que al-Libi se retractara de su historia sobre la conexión entre al-Qaida, Sadam y las armas de destrucción masiva, «los egipcios se sintieron avergonzados de admitirlo y el gobierno de Bush se encontró en dificultades ante el mundo. Entonces, en mayo de 2009, Omar Suleimán vio una oportunidad de ajustarle las cuentas a al-Libi y viajó a Trípoli. Para cuando el avión de Omar Suleimán partía de Trípoli, Ibn al-Sheikh al-Libi se había 'suicidado'».
Cuando el pueblo egipcio y el resto del mundo especula sobre la suerte del régimen de Mubarak, debe tener muy clara una cosa: Omar Suleimán no es el hombre que pueda llevar la democracia al país. Sus manos están demasiado sucias y cualquier «estabilidad» que pudiera llevar al país y a la región sería a un precio demasiado elevado. Por suerte, los egipcios que llenan las calles y exigen una nueva era de libertad también incluirán su salida del poder como parte de sus demandas.
Este artículo apareció primero en Jadaliyya.
Lisa Hajjar enseña sociología en
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Elisa Viteri
Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/02/201127114827382865.html
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