Muy bien. Correctísima la nota del diario. Cuando quienes están involucrados en crímenes son menores no se publican ni sus nombres, ni sus fotos. Y lo mismo si son mayores y no han sido encontrados en situación flagrante tampoco se podría divulgar porque sólo existirían presunciones. Los nombres sólo podrían ser divulgados una vez que las personas hubieran sido juzgadas. Y las fotos sólo publicadas con autorización del protagonista. Pero eso funciona sólo para los que conocen la ley, es decir los ricos que pueden tener buenos abogados. Para los pobres no existen esas limitaciones.
Estaría bien que el diario actuara de esa manera en todos los casos en que los infractores fueren adolescentes. Estaría bien que los diarios preservasen el derecho de los menores, impidiendo de ese modo que queden marcados para el resto de sus existencias a causa de una infracción cometida en una edad “tan problemática” pero sucede que este debate está contaminado por un recorte clasista Cuando son los pobres los que cometen los crímenes, lo que está implícito en las noticias que nos llegan por la TV o por los diarios incluirían como conclusión: “No tiene educación, no tiene oportunidades, están condenados al fracaso” Como si eso fuera lo natural. Y no es así. El alcalde Sergio Cabral, de Río de Janeiro, llegó hasta el absurdo de referirse a las mujeres pobres y negras que viven en los morros como “fábrica de marginales” porque finalmente es de sus vientres de donde nacen los hijos de la pobreza.
Pero ¿y cuando el que comete un crimen es un rico? ¿Como va la cosa? La primera tesis que se esgrime es que la criatura debe tener algún problema mental. Vi el caso de una rubia que mató a sus padres, en un hecho que se mantuvo semanas en el aire. Así son las cosas. Si es un rapaz el que mata a su padre, es lógico. Y casi obvio “está en su naturaleza” Un juez que roba al INSS (Instituto Nacional de Seguridad Social) está protegido por la policía federal. Los jóvenes que matan a un homosexual no ven expuestos sus nombres para que su futuro no sea destruido. No son menores, son ricos. En cambio los canallas que falsifican licencias ambientales, porque son empresarios amigos de artistas y de gobernadores son escoltados por agentes públicos y no se autorizan fotografías. Luego cuando salen libres siguen sus vidas entre champán y fiestas. Nada los marca para siempre. Nada.
Ahora el caso de la chiquilla violentada sólo es uno más para la triste estadística. Su nombre permanecerá secreto en la justicia para no manchar la vida de los chicos. Se desarrollarán ciertamente para defenderlos algunas tesis sobre los graves problemas que afectan a estos adolescentes porque sólo así se explicarían tanta infamia, tanta crueldad. No está en la naturaleza de los jóvenes bien nacidos cometer esas atrocidades. Recordemos a los que quemaron al indio Galdino y que hoy siguen viviendo muy bien y ocupando cargos públicos. “Fue una fatalidad”
Ah! Hipócrita burguesía. Todos los días en cada lugar de este mundo de dios los ricos violentan permanentemente a la gente. De todas las formas posibles. Parece formar parte de la naturaleza de quien domina permanecer impune. Por eso crean ejércitos, milicias, leyes, justicia. Porque esas cosas existen para ellos, para su protección. Y es por eso que los gritos “justicia, justicia” de los marginados, de los que están fuera de los círculos del poder, se pierden en el vacío. La justicia es una protección de los poderosos para su propia protección. Sólo a ellos les sirve. Y de vez en cuando se hace justicia a un pobre para que el pueblo siga manteniendo la ilusión de que es posible seguir confiando en el sistema. Tonterías. La ley no es sinónimo de justicia.
Le doy el ejemplo de una comunidad indígena de los Andes. Allí si alguien viola el código de la comunidad es ejemplarmente castigado. La colectividad no pude ser manchada por una acción individual. La comunidad depende de la armonía. Si un hombre mata a otro, no va preso, sino que está obligado a mantener durante toda su vida a su familia y a la del occiso, viviendo para siempre esa vergüenza. Porque un hombre muerto es un brazo menos para la construcción colectiva.. Son reglas simples de comunidades simples.
En el mundo capitalista, la justicia es individual. Un hombre muerto es sólo un hombre muerto en un universo de millares de brazos sobrantes. Una pieza que se cambia sin dolor. No se produce un quiebre del equilibrio, porque cada uno es sólo para sí. Por eso a las familias agredidas lo único que les queda es llorar.
Es lo que ahora ocurre en este triste caso en Florianópolis. La familia de la chiquilla violada buscará justicia. ¿La hallará? ¿Cómo se devuelve una inocencia perdida? ¿Cómo se recupera de ese dolor de no poder confiar nunca más en alguien? ¿Cómo se recupera el equilibrio en una sociedad cuya única medida es el individualismo y el consumo? ¿A quién le importa ese dolor? ¿Se producirá una indignación momentánea y el caso caerá en el olvido, como siempre en una sociedad eternamente en espera del próximo espectáculo? En un estado dominado por comunicaciones monopólicas ¿Cuál será la repercusión de todo eso?
Tal es el estado de las cosas. Y debe pensarse en su totalidad. Los finos salones de la burguesía son capaces también de cosas sórdidas. Y no es por problemas mentales, no. Sólo que a los poderosos parece que todo les está permitido. ¿Hasta cuando? Hasta que la gente cambie este panorama construyendo una sociedad diferente, no como ésta, dominada por el dinero de unos pocos. Porque hoy, aquí, en esta forma de organizar la vida, la burguesía, por ejemplo, pide histéricamente la reducción de la edad penal para contener la violencia cada día mayor. Pero no para todos, sólo para cuando el “menor” no es suyo.
Traducido para Rebelión por Susana Merino
Elaine Tavares – periodista
Fuente: http://alainet.org/active/39227
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