EN LA FRONTERA COLOMBO-VENEZOLANA: UN NUEVO TIPO DE “FALSO POSITIVO”
Popayán, 27 de octubre de 2009
La masacre de 10 compatriotas colombianos en un poblado venezolano del Estado de Táchira tiene todas las características de ser un “falso positivo”. Tiene el “sello de marca” del ejército colombiano. Sería una actuación extraterritorial de nuevo tipo.
Independientemente de quienes hayan sido sus actores directos, este hecho es de una inmensa gravedad. No porque sea un hecho excepcional - ya que en territorio colombiano estas masacres son frecuentes – sino porque se ve la intervención de la “mano negra” de la derecha tachirense y zuliana. Su alianza con la oligarquía colombiana, con amplia experiencia y de una naturaleza criminal comprobada, ha empezado a mostrar su rostro monstruoso.
Vuelve a aparecer un personaje siniestro como César Pérez Vivas, actual gobernador del Táchira, tratando de enlodar en este caso al ejército venezolano, y por ahí derecho al presidente Chávez. ¿Acaso este “señor” no hizo parte del combo que fue capaz de mandar a asesinar a sus compatriotas venezolanos en la marcha del día anterior al golpe militar del 11 de abril de 2002? Cómo es que ahora se muestra tan solidario y acongojado por el asesinato de los hermanos colombianos. Eso – de por sí – ya es sospechoso.
Desde el lado neo-granadino se actúa con la misma desfachatez. El ministro de RR.EE., atiza el clima: le ordena a los familiares de los masacrados para que entablen una demanda internacional contra el gobierno venezolano. Su cinismo es de no creer. Mientras así proceden, cuando se descubren los crímenes de Estado en Colombia, actúan en contrario, los tratan de ocultar a todo trance y acusan a quienes los denuncian a nivel internacional, de ser cómplices de la guerrilla.
Otros hechos complementan la situación conflictiva en esa frontera. Las tensiones diplomáticas, los problemas que dificultan las relaciones comerciales, los controles al contrabando de gasolina y de otros productos por parte de la guardia venezolana, son situaciones que afectan a la población de ambos países.
El contrabando legal e “ilegal” siempre se ha presentado. Se produce debido a los desbalances monetarios y a la aplicación de la política de subsidios del gobierno venezolano, que se convierte en un desahogo para sectores marginados de la frontera colombiana, que compran a precios baratos infinidad de productos que se expenden en el hermano país.
Pero ese contrabando también le sirve a amplios sectores de la población venezolana que viven del comercio. Comerciantes e intermediarios colombo-venezolanos estimulan a “pimpineros”, “mototaxistas” y todo tipo de rebuscadores colombianos para que se confronten con la fuerza pública venezolana; enfrentamientos que son aprovechados por el gobierno colombiano para alentar el “odio” contra el presidente Chávez.
A lo anterior hay que sumarle las continuas provocaciones del ex-ministro de defensa Juan Manuel Santos, y las de su mandadero de turno “el retrasado mental” que lo reemplazó, Gabriel Silva, quien sigue acusando a Venezuela de ser la principal vía del narcotráfico hacia países africanos en camino de Europa. Repite sin mayor convicción las instrucciones dadas por el Departamento de Estado de USA, sin tener en cuenta que si los narcotraficantes utilizan espacios aéreos vecinos es porque en Colombia el gobierno no ha podido controlar ese problema. En verdad, su torpeza es infinita.
Este asesinato masivo hay que ubicarlo en el contexto de la estrategia del imperio y de las oligarquías regionales dirigida a socavar los procesos de liberación e independencia de los pueblos indo-afro-euro-americanos. Hemos dicho que es una política de contención a las revoluciones democrático-nacionalistas, mediante la utilización de las guerras irregulares (“sucias”, conflictos de baja intensidad, saboteo, terrorismo).
Y allí es donde necesitamos precisar. Esa estrategia imperial está dirigida a lograr que dichos procesos emancipadores sean socavados por nosotros mismos. Saben que en este momento las intervenciones directas y visibles de tropas norteamericanas, serían políticamente imposibles, por inconvenientes e inoportunas. Nos quieren llevar a guerras entre hermanos para pescar en río revuelto. Esa forma de actuar ya les ha dado resultado y van a seguir implementándola con la ayuda irrestricta de las oligarquías latinoamericanas.
Si la provincia de Guayaquil, nido de la reacción derechista ecuatoriana, limitara con Colombia, esa frontera estaría mucho más convulsionada de lo que ya está. No nos quepa la menor duda que es una estrategia continental, que va en ascenso, y a la cual no podemos hacerle el juego desde el lado de la democracia revolucionaria.
Porque no hay duda que desde el “otro extremo”, se juega a la misma estrategia. Algunos bien intencionados e idealistas “bolivarianos” sueñan y hacen fuerza porque esa “gran invasión gringa” sea realidad. Esa intervención extranjera hace parte de su idea romántica de la revolución latinoamericana que pasa por la de “crear uno, dos o muchos Vietnam”. Las FARC ven esa posibilidad como la única salida para convertirse en la gran retaguardia armada de la revolución americana, desconociendo que su problema esencial es político.
Hay que insistir. La invasión yanqui hace rato se hizo. Lo que estamos haciendo ahora es descolonizar la región, avanzando con nuestra propia estrategia, civilista, pacífica, institucional, armada sí, pero desde los espacios que los pueblos han ido ganando,neutralizando con política a los militares derechistas, avanzando en poner la institucionalidad militar al servicio de nuestros intereses nacionales y populares.
El guerrillerismo “guevarista” – aparentemente revolucionario – es cosa del pasado. Claro que es historia heroica, pero es historia. Hoy, esa forma de lucha – independiente de la voluntad de quienes la utilizan – es cooptada y puesta al servicio de los intereses imperiales.
Por ello, hay que restablecer las relaciones diplomáticas y comerciales entre nuestros países. Hay que evitar las provocaciones dirigidas a estimular los falsos nacionalismos. El presidente Correa parece haberlo entendido, Chávez no. Todavía actúa con la misma lógica de la “oligarquía puntofujista” que utilizaba el falso nacionalismo “patriota” para hacer política interna. No hay nada que más le sirva a Uribe para sostenerse que esa ayuda que le concede gratuitamente el presidente venezolano.
Las políticas de Estado, los deberes con la revolución latinoamericana, deben ponerse por encima de intereses sectoriales de los gobiernos. Las bases de Paz que propuso el presidente Chávez deben ser implementadas, para evitar situaciones como las que han empezado a ocurrir. Las milicias bolivarianas deben estar alerta y activas. El ejército bolivariano también puede ser infiltrado por el paramilitarismo y la mafia colombo-tachirense y zuliana, que cada vez se muestran más activas y coordinadas.
Esta masacre, con todo lo cruel que ha sido, es una alerta frente a lo que se viene. Ojalá que nuestro querido pueblo hermano venezolano no tenga que sufrir lo que hemos vivido en esta sufrida tierra colombiana. Es una larga noche que queremos superar.
Nota: En Honduras parece que esa estrategia empieza a ser nuevamente aplicada. El asesinato de Enzo Micheletti (sobrino del impostor dictador) y del coronel Concepción Jiménez Gutiérrez, un alto oficial del Ejército, intentan ser relacionados con la crisis política.
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