Chávez descifró el Código del Obama seudo pacifista y guerrerista
ABN...07/10/2009
Cuando el presidente Chávez preguntó en la ONU si había uno, dos o varios Obamas, los representantes de los más de 6.000 millones de habitantes del planeta allí presentes, sabían que se refería a esa dualidad en el hablar y accionar del mandatario yanqui, quien mientras pregona la paz y convivencia, practica la guerra y otras formas de agresión contra los pueblos y gobiernos del planeta.
En el caso del mandatario yanqui, dicha dualidad no se trata de ese trastorno disociativo de la identidad del “yo”, que en sicología se conoce como “doble personalidad”, “dos formas de ser diferentes con sus respectivas estructuras, pautas de conducta, criterios y formas de reacción que condicionan su forma de actuar”, como en el caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, protagonistas de la obra de Robert Louis Stevenson.
La manera de actuar del primer presidente negro de los EEUU, no tiene nada que ver con ese trastorno, ya que es un hombre sano y sumamente inteligente, de brillante trayectoria como estudiante y profesional del Derecho, egresado de famosos claustros universitarios, como miembro del Senado donde se destacó como orador y, como candidato presidencial que triunfó sobre sus rivales para alcanzar la primera magistratura del país.
La verdadera causa de su “mal”, es la misma que afecta a todos los mandatarios llegan la Casa Blanca, porque, quienes allí figuran como gobernantes, no son tales, sino sumisas y dóciles marionetas o títeres de las “mentes tenebrosas”, directivos del complejo militar-industrial y grandes consorcios financieros que desde las sombras manejan los hilos del poder del Imperio mas grande de la historia cuya única motivación es hacer dinero haciendo guerras.
Esos presidentes, se limitan a cumplir como subalternos que son, las órdenes que reciben desde “arriba”, sin importarles para nada la muerte de millones de inocentes y el terror y destrucción que siembran en pueblos del planeta con sus guerras de conquista, que se inscriben en un proyecto hegemónico de dominación mundial, diseñado y puesto en marcha hace más de un siglo.
Harry Truman no ordenó por cuenta propia desatar el terror nuclear por todo el mundo, al lanzar las dos bombas atómicas que destruyeron a Hiroshima y Nagasaki matando cuestión de segundos a mas de 200 mil seres humanos y condenando a otros miles y a sus descendientes a una muerte lenta por efecto de la radiación causada por esos artefactos.
Tampoco Eissenhower, Kennedy, Johnson y Nixon, decidieron por su propia voluntad lanzar al país a la aventura de la guerra de Vietnam en la que perecieron mas de dos millones de vietnamitas y 58 mil soldados estadounidenses, conflicto que terminó con la más humillante de todas las derrotas bélicas sufridas por Estados Unidos.
Ni Eisenhower planificó, ni Kennedy ordenó la invasión de Bahía de Cochinos con la que se pretendía derrotar a la heroica Revolución cubana, si no que recibieron la orden desde las sombras del poder, como tampoco Reagan creó y financió por iniciativa propia a los “contras” que intentaron derribar a la Revolución Sandinista en Nicaragua, ni tampoco invadió por su voluntad a la pequeña e indefensa Granada.
Bush padre y Bush Jr. no invadieron a Irak por su cuenta, ni tampoco el junior fue el que ordenó invadir a Afganistán como venganza por los atentados del 11-Sep, cuya autoría, según hipótesis y pruebas de expertos, apuntan a que fueron ordenados desde Washington por las mentes tenebrosas, ni tampoco fue idea suya la calumnia según la cual Bagdad poseía armas de destrucción masiva, tomada como pretexto para invadir a Irak.
Fue para minimizar el rechazo que la comunidad internacional y el propio pueblo estadounidense expresaban ante esa forma de violencia y de irrespeto a los principios y valores éticos que rigen la sociedad humana, asumida supuestamente esos mandatarios, que los ideólogos y estrategas que manejan la política del Imperio, decidieron colocar en el poder a un gobernante con rostro y discurso mas humano y diferente al de sus antecesores.
Fue a través de una multimillonaria campaña publicitaria en la que se invirtieron miles de millones de dólares que comenzó a perfilarse la imagen del “Fenómeno Obama” quien sería el nuevo presidente de EEUU, un hombre joven, político de impecable trayectoria y, lo más asombroso, un negro de ascendencia africana, nacido en Hawai, donde existía un reino cuya soberana fue derrocada hace mas de un siglo por agentes del Imperio y anexado como otro Estado de la Unión.
Su discurso inaugural, hizo renacer las esperanzas en un mundo asolado por las guerras y demás conflictos desatados por las anteriores administraciones yanquis, y por las infrahumanas condiciones en que vive la mayoría de los habitantes del Tercer mundo, agobiados por el hambre, la miseria, la pobreza, la ignorancia y enfermedad y demás lacras sociales propiciadas por la explotación que de sus riquezas hacen las transnacionales en su mayoría estadounidenses.
“El mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él”, dijo Obama, y sus palabras portadoras de fe y de esperanza hicieron creer a su pueblo y al mundo que las pronunciaba un hombre dispuesto y decidido a modificar las estructuras de un sistema para hacerlo mas humano justo, menos salvaje y opresor como el que ha sido siempre el capitalismo y su modelo neoliberal, cuya objetivo es la conquista del planeta.
Absortos y confiados como estaban quienes escuchaban su mensaje, no llegaron a pensar en ese instante, que se trataba de un engaño, de una gran farsa perpetrada, no por él que es sólo un títere, sino por quienes desde las sombras manejan a los presidentes yanquis y tienen el poder verdadero y único del Imperio.
Y es que no oyeron o no entendieron lo que dijo Obama antes de admitir que el mundo había cambiado y su promesa de cambiar con él, porque si hubiesen interpretado fielmente esas palabras, como sí lo hizo Chávez, no habrían abrigado las esperanzas que se forjaron pensando en la sinceridad de su mensaje de paz y convivencia.
“No pediremos perdón por nuestra forma de vida, ni flaquearemos en su defensa”, fue lo que dijo el nuevo presidente, y eso significaba simplemente que proseguiría con la misión que le ha sido encomendada a todos los mandatarios yanquis, como es la de hacer guerras y amenazar y calumniar a gobernantes progresistas y revolucionarios opuestos a su proyecto de conquista planetaria.
Fue el presidente venezolano Hugo Chávez, quien descifró el “Código Obama”, al preguntar si existen uno, dos o más Obamas, intrigado por las ambigüedades presentes en el discurso y el accionar del mandatario yanqui, quien mientras hipnotiza con su convincente lenguaje de pacificador, atiza simultáneamente las llamas de las guerras que el Imperio y sus secuaces adelantan en el mundo, al tiempo que calumnia y amenaza con lanzar mas guerras.
Lo está haciendo en Afganistán, adonde ha enviado más tropas que, junto con las de sus lacayos de la OTAN, sobrepasan los cien mil soldados, que mueren cada día, en una guerra en la que combaten sin honor ni gloria, empantanados y condenados a perderla inexorablemente como lo admiten sus propios generales, que para prolongarla, piden que se aumenten los efectivos, al igual que lo hicieron en Vietnam, donde fueron derrotados por el pueblo.
Amenaza con invadir a Irán, por negarse el país persa a suspender su proyecto nuclear pacífico, y calumnia a su gobierno asegurando sin prueba alguna que trata de producir bombas atómicas, cuando es EEUU, la mayor potencia nuclear del planeta y el primero que desató el terror nuclear lanzando bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki que en pocos segundos dieron muerte a más de 200 mil personas, en su inmensa mayoría, niños, ancianos y mujeres.
Calumnia a través de informes ilegítimos, a la Revolución Bolivariana y a su líder, Hugo Chávez, de propiciar el narcotráfico y desatar una carrera armamentista cuando es EEUU el país donde se consume más drogas y la nación que posee la mayor cantidad de armas del planeta, la mas grande industria bélica que vende armamentos a países de los 5 continentes y tiene un presupuesto de 700 mil millones de dólares anuales destinados a gastos de Defensa.
Acusa a China y otras naciones, por el sólo hecho de no aceptar su agenda belicista, de violar los DDHH, cuando es el Imperio el que viola impunemente no solo en su propio territorio, sino en resto del mundo, torturando, encarcelando y asesinando a miles de seres humanos en Irak, Afganistán, Guantánamo, Somalia, y otros países.
Haciendo gala de gran cinismo, llamó “hipócritas” a quienes solicitan de EEUU una acción mas enérgica contra los golpistas que derrocaron a Manuel Zelaya, legítimo presidente de Honduras, diciendo que “quienes piden una mayor intervención de Washington en la crísis hondureña, son los mismos que han pedido que los yanquis salgan de América Latina”, afirmación que no se ajusta a la verdad y pretende confundir o desviar la atención sobre el problema.
Porque los gobernantes miembros de ALBA, UNASUR, MERCOSUR y Caricon, no han solicitado intervención alguna, sino sencilla y llanamente, que Obama y su gobierno cumplan con las decisiones de la OEA, aprobadas por unanimidad por todos los cancilleres de los países miembros de ese foro, incluyendo el representante estadounidense.
En fin, Obama no se diferencia en nada de los anteriores mandatarios yanquis, ya que al igual que ellos, se dedica a cumplir al pie de la letra las órdenes que emanan de sus amos, que se enriquecen cada día más, con los dineros que le producen la venta de armas, el tráfico de drogas y los conflictos bélicos que desatan a lo largo y ancho del planeta.
Ese es el Obama que Chávez puso al descubierto. El que habla de paz mientras hace la guerra; el que predica la honestidad mientras calumnia y miente. El que, al decir que el mundo ha cambiado y EEUU deberá cambiar también, engañó impúdicamente a quienes pensaron que con él renacía la fe y la esperanza para un mundo amenazado por el Imperio.
No imaginaron que quien hablaba, era sólo un títere más, una marioneta con la etiqueta de Presidente de EEUU, a quien manejan a su antojo como lo han hecho con sus antecesores las mentes tenebrosas que detentan el poder en el Imperio yanqui, el Código Obama, que Chávez descifró a tiempo y denuncio ante la ONU al preguntar si hay uno, dos o más Obamas, para impedir que siga engañando al mundo con su doble discurso.
En el caso del mandatario yanqui, dicha dualidad no se trata de ese trastorno disociativo de la identidad del “yo”, que en sicología se conoce como “doble personalidad”, “dos formas de ser diferentes con sus respectivas estructuras, pautas de conducta, criterios y formas de reacción que condicionan su forma de actuar”, como en el caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, protagonistas de la obra de Robert Louis Stevenson.
La manera de actuar del primer presidente negro de los EEUU, no tiene nada que ver con ese trastorno, ya que es un hombre sano y sumamente inteligente, de brillante trayectoria como estudiante y profesional del Derecho, egresado de famosos claustros universitarios, como miembro del Senado donde se destacó como orador y, como candidato presidencial que triunfó sobre sus rivales para alcanzar la primera magistratura del país.
La verdadera causa de su “mal”, es la misma que afecta a todos los mandatarios llegan la Casa Blanca, porque, quienes allí figuran como gobernantes, no son tales, sino sumisas y dóciles marionetas o títeres de las “mentes tenebrosas”, directivos del complejo militar-industrial y grandes consorcios financieros que desde las sombras manejan los hilos del poder del Imperio mas grande de la historia cuya única motivación es hacer dinero haciendo guerras.
Esos presidentes, se limitan a cumplir como subalternos que son, las órdenes que reciben desde “arriba”, sin importarles para nada la muerte de millones de inocentes y el terror y destrucción que siembran en pueblos del planeta con sus guerras de conquista, que se inscriben en un proyecto hegemónico de dominación mundial, diseñado y puesto en marcha hace más de un siglo.
Harry Truman no ordenó por cuenta propia desatar el terror nuclear por todo el mundo, al lanzar las dos bombas atómicas que destruyeron a Hiroshima y Nagasaki matando cuestión de segundos a mas de 200 mil seres humanos y condenando a otros miles y a sus descendientes a una muerte lenta por efecto de la radiación causada por esos artefactos.
Tampoco Eissenhower, Kennedy, Johnson y Nixon, decidieron por su propia voluntad lanzar al país a la aventura de la guerra de Vietnam en la que perecieron mas de dos millones de vietnamitas y 58 mil soldados estadounidenses, conflicto que terminó con la más humillante de todas las derrotas bélicas sufridas por Estados Unidos.
Ni Eisenhower planificó, ni Kennedy ordenó la invasión de Bahía de Cochinos con la que se pretendía derrotar a la heroica Revolución cubana, si no que recibieron la orden desde las sombras del poder, como tampoco Reagan creó y financió por iniciativa propia a los “contras” que intentaron derribar a la Revolución Sandinista en Nicaragua, ni tampoco invadió por su voluntad a la pequeña e indefensa Granada.
Bush padre y Bush Jr. no invadieron a Irak por su cuenta, ni tampoco el junior fue el que ordenó invadir a Afganistán como venganza por los atentados del 11-Sep, cuya autoría, según hipótesis y pruebas de expertos, apuntan a que fueron ordenados desde Washington por las mentes tenebrosas, ni tampoco fue idea suya la calumnia según la cual Bagdad poseía armas de destrucción masiva, tomada como pretexto para invadir a Irak.
Fue para minimizar el rechazo que la comunidad internacional y el propio pueblo estadounidense expresaban ante esa forma de violencia y de irrespeto a los principios y valores éticos que rigen la sociedad humana, asumida supuestamente esos mandatarios, que los ideólogos y estrategas que manejan la política del Imperio, decidieron colocar en el poder a un gobernante con rostro y discurso mas humano y diferente al de sus antecesores.
Fue a través de una multimillonaria campaña publicitaria en la que se invirtieron miles de millones de dólares que comenzó a perfilarse la imagen del “Fenómeno Obama” quien sería el nuevo presidente de EEUU, un hombre joven, político de impecable trayectoria y, lo más asombroso, un negro de ascendencia africana, nacido en Hawai, donde existía un reino cuya soberana fue derrocada hace mas de un siglo por agentes del Imperio y anexado como otro Estado de la Unión.
Su discurso inaugural, hizo renacer las esperanzas en un mundo asolado por las guerras y demás conflictos desatados por las anteriores administraciones yanquis, y por las infrahumanas condiciones en que vive la mayoría de los habitantes del Tercer mundo, agobiados por el hambre, la miseria, la pobreza, la ignorancia y enfermedad y demás lacras sociales propiciadas por la explotación que de sus riquezas hacen las transnacionales en su mayoría estadounidenses.
“El mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él”, dijo Obama, y sus palabras portadoras de fe y de esperanza hicieron creer a su pueblo y al mundo que las pronunciaba un hombre dispuesto y decidido a modificar las estructuras de un sistema para hacerlo mas humano justo, menos salvaje y opresor como el que ha sido siempre el capitalismo y su modelo neoliberal, cuya objetivo es la conquista del planeta.
Absortos y confiados como estaban quienes escuchaban su mensaje, no llegaron a pensar en ese instante, que se trataba de un engaño, de una gran farsa perpetrada, no por él que es sólo un títere, sino por quienes desde las sombras manejan a los presidentes yanquis y tienen el poder verdadero y único del Imperio.
Y es que no oyeron o no entendieron lo que dijo Obama antes de admitir que el mundo había cambiado y su promesa de cambiar con él, porque si hubiesen interpretado fielmente esas palabras, como sí lo hizo Chávez, no habrían abrigado las esperanzas que se forjaron pensando en la sinceridad de su mensaje de paz y convivencia.
“No pediremos perdón por nuestra forma de vida, ni flaquearemos en su defensa”, fue lo que dijo el nuevo presidente, y eso significaba simplemente que proseguiría con la misión que le ha sido encomendada a todos los mandatarios yanquis, como es la de hacer guerras y amenazar y calumniar a gobernantes progresistas y revolucionarios opuestos a su proyecto de conquista planetaria.
Fue el presidente venezolano Hugo Chávez, quien descifró el “Código Obama”, al preguntar si existen uno, dos o más Obamas, intrigado por las ambigüedades presentes en el discurso y el accionar del mandatario yanqui, quien mientras hipnotiza con su convincente lenguaje de pacificador, atiza simultáneamente las llamas de las guerras que el Imperio y sus secuaces adelantan en el mundo, al tiempo que calumnia y amenaza con lanzar mas guerras.
Lo está haciendo en Afganistán, adonde ha enviado más tropas que, junto con las de sus lacayos de la OTAN, sobrepasan los cien mil soldados, que mueren cada día, en una guerra en la que combaten sin honor ni gloria, empantanados y condenados a perderla inexorablemente como lo admiten sus propios generales, que para prolongarla, piden que se aumenten los efectivos, al igual que lo hicieron en Vietnam, donde fueron derrotados por el pueblo.
Amenaza con invadir a Irán, por negarse el país persa a suspender su proyecto nuclear pacífico, y calumnia a su gobierno asegurando sin prueba alguna que trata de producir bombas atómicas, cuando es EEUU, la mayor potencia nuclear del planeta y el primero que desató el terror nuclear lanzando bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki que en pocos segundos dieron muerte a más de 200 mil personas, en su inmensa mayoría, niños, ancianos y mujeres.
Calumnia a través de informes ilegítimos, a la Revolución Bolivariana y a su líder, Hugo Chávez, de propiciar el narcotráfico y desatar una carrera armamentista cuando es EEUU el país donde se consume más drogas y la nación que posee la mayor cantidad de armas del planeta, la mas grande industria bélica que vende armamentos a países de los 5 continentes y tiene un presupuesto de 700 mil millones de dólares anuales destinados a gastos de Defensa.
Acusa a China y otras naciones, por el sólo hecho de no aceptar su agenda belicista, de violar los DDHH, cuando es el Imperio el que viola impunemente no solo en su propio territorio, sino en resto del mundo, torturando, encarcelando y asesinando a miles de seres humanos en Irak, Afganistán, Guantánamo, Somalia, y otros países.
Haciendo gala de gran cinismo, llamó “hipócritas” a quienes solicitan de EEUU una acción mas enérgica contra los golpistas que derrocaron a Manuel Zelaya, legítimo presidente de Honduras, diciendo que “quienes piden una mayor intervención de Washington en la crísis hondureña, son los mismos que han pedido que los yanquis salgan de América Latina”, afirmación que no se ajusta a la verdad y pretende confundir o desviar la atención sobre el problema.
Porque los gobernantes miembros de ALBA, UNASUR, MERCOSUR y Caricon, no han solicitado intervención alguna, sino sencilla y llanamente, que Obama y su gobierno cumplan con las decisiones de la OEA, aprobadas por unanimidad por todos los cancilleres de los países miembros de ese foro, incluyendo el representante estadounidense.
En fin, Obama no se diferencia en nada de los anteriores mandatarios yanquis, ya que al igual que ellos, se dedica a cumplir al pie de la letra las órdenes que emanan de sus amos, que se enriquecen cada día más, con los dineros que le producen la venta de armas, el tráfico de drogas y los conflictos bélicos que desatan a lo largo y ancho del planeta.
Ese es el Obama que Chávez puso al descubierto. El que habla de paz mientras hace la guerra; el que predica la honestidad mientras calumnia y miente. El que, al decir que el mundo ha cambiado y EEUU deberá cambiar también, engañó impúdicamente a quienes pensaron que con él renacía la fe y la esperanza para un mundo amenazado por el Imperio.
No imaginaron que quien hablaba, era sólo un títere más, una marioneta con la etiqueta de Presidente de EEUU, a quien manejan a su antojo como lo han hecho con sus antecesores las mentes tenebrosas que detentan el poder en el Imperio yanqui, el Código Obama, que Chávez descifró a tiempo y denuncio ante la ONU al preguntar si hay uno, dos o más Obamas, para impedir que siga engañando al mundo con su doble discurso.
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