La jubilosa reacción de las potencias occidentales y los enemigos de Muammar Gadafi ante su atroz asesinato el pasado 20 de octubre de 2011 plantea algunas preguntas graves sobre los crímenes de guerra cometidos por los combatientes del Consejo Nacional de la Transición (CNT) respaldado por Occidente y las tropas de la OTAN.
Aquí se han producido dos violaciones graves de la legislación internacional, a saber: 1) la de la Tercera Convención de Ginebra de 1929 y 2) la de la Resolución 1973 de 2011 del Consejo de Seguridad de la ONU. Expondré en primer lugar la relativa a la Convención de Ginebra y, a continuación, la de la resolución de la ONU.
1) La primera violación de la legislación internacional afecta a la Tercera Convención de Ginebra de 1929, que otorga a los prisioneros de guerra derechos como el de recibir protección. El Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, dijo acertadamente el 21 de octubre de 2011 que «en cumplimiento de la legislación internacional, en el momento en que un miembro de un bando de un conflicto armado es apresado, se le deben aplicar medidas especiales, incluida la ayuda, así como impedir que se le mate».
Pero este derecho no se respetó cuando Gadafi fue capturado vivo (como prisionero de guerra) y, a continuación, fue agredido verbal y físicamente de manera reiterada antes de que lo mataran de un tiro poco después. Como «atestigua la granulosa grabación de un teléfono móvil que se ha visto en el mundo entero del antiguo dirigente, ensangrentado y aturdido, arrastrado por los combatientes del CNT» de forma horripilante, «en un video se puede escuchar a Gadafi decir en varias ocasiones “Dios prohíbe esto”, mientras le llueven en la cabeza manotazos de la multitud [de combatientes del CNT]», según informaba Rania El Gamal para Reuters el 23 de octubre.
Luego lo ejecutó un joven guerrillero del CNT llamado Sanad al-Sadek al-Ureibi, que afirmaba haber disparado a Gadafi después de apresarlo porque no quería que viviera; y otros combatientes celebraban a su lado la ejecución sumarísima. Peor aún, su cuerpo fue exhibido públicamente en un frigorífico industrial de un centro comercial para proseguir con las celebraciones.
Este acto de los combatientes del CNT respaldados por Occidente no solo es criminal, sino también bárbaro. Los enemigos de Gadafi pueden argumentar que se merece ese destino, pero dos actos equivocados no arrojan uno bueno (que es una célebre falacia), y la respuesta a la criminalidad no es más criminalidad. Esta violación flagrante de la Convención de Ginebra llevó entonces a Christof Heyns, el Relator Especial de la ONU para ejecuciones extrajudiciales, a denunciar el 21 de octubre que «la forma en que se ha matado al dirigente libio depuesto podría constituir un crimen de guerra», según un reportaje del canal de televisión Rusia Today (RT) del 22 de octubre.
En este sentido, la cuestión de a quién se debe hacer responsable de semejante acto criminal pasa a ser un asunto técnico. Hay, al menos, cinco posibilidades: a) a los individuos que lo agredieron físicamente y/o apretaron el gatillo, como Sanad al-Sadek al-Ureibi y otros pendientes de identificar, b) a la unidad concreta de combatientes del CNT que participó en la captura de Gadafi y su grupo, c) a la dirección del CNT, d) a las tropas de la OTAN por su participación (o complicidad) en el ataque que culminó con la captura (y el posterior asesinato) o, e) a determinados dirigentes de potencias occidentales que han prestado apoyo incondicional al CNT desde el comienzo para fomentar la violencia contra el régimen.
No es raro que, al principio, el CNT intentara encubrir el asesinato inventando historias y culpando a otros. Mahmoud Jibril, por ejemplo, líder del CNT, trató en primer lugar de defender al CNT haciendo una dudosa declaración pública para promover la idea de que Gadafi murió en un tiroteo y fue disparado por uno de sus fieles. Pero esta maniobra de encubrimiento fue puesta en duda posteriormente, incluso por un miembro relevante del CNT, Waheed Burshan, quien el 22 de octubre dijo: «Descubrimos que estaba vivo y, luego, estaba muerto. Hasta donde podemos asegurarlo, no hubo combate» (tiroteo).
Hasta «Jeremy Corbyn, parlamentario británico, dijo que, como Gadafi había sido capturado vivo, debería haber sido tratado como un prisionero de guerra, interrogado y juzgado», pero «parece que había ciertos rasgos de desorden multitudinario en ese momento y, en realidad, lo mataron en la parte trasera de la camioneta», según informaba RT el 20 de octubre.
De manera que ahora, tanto «la Oficina de Derechos Humanos de la ONU y Amnistía Internacional reclaman una investigación sobre la muerte de Gadafi porque preocupa que pueda haber sido un asesinato ilegal de un prisionero», tal como refería RT el 22 de octubre. Rupert Colville, portavoz de derechos humanos de la ONU, declaró incluso el 20 de octubre que le parecía muy inquietante «ver a alguien que ha sido capturado vivo y, luego, ver a la misma persona muerta [...] Las ejecuciones sumarísimas son estrictamente ilegales en toda circunstancia. Cosa distinta es si alguien muere en combate [...] Pero si sucede otra cosa, si alguien es capturado y, luego, se le mata deliberadamente, entonces es un asunto muy grave», según informaba Stephanie Nebehay para Reuters el 21 de octubre.
Por desgracia, dado el predominio occidental en los organismos legales internacionales, toda persecución de crímenes de guerra cometidos por tropas occidentales y sus aliados es muy improbable, pues «Benjamin Barber, analista de un grupo de reflexión estadounidenses, no espera que se haga responsable a nadie de la muerte del coronel», según informaba RT el 22 de octubre.
Según informaba Rania el Gamal para Reuters el 23 de octubre, ahora que Gadafi está muerto, lo más trágico es que este horripilante asesinato «sembrará dudas sobre las promesas de los nuevos gobernantes de Libia de que respetarán los derechos humanos e impedirán las represalias. También abochornará a los gobiernos occidentales que ofrecieron respaldo entusiasta al CNT».
Hasta Jeremy Corbyn, parlamentario británico, advertía sensatamente que «esto sí que plantea algunos signos de interrogación sobre el mando y la disciplina de las tropas del CNT y sobre cómo va a ser Libia, no simplemente mañana, sino el mes próximo, el año próximo o los diez próximos años».
Además, según decía Shirin Sagedhi en un reportaje de RT del 22 de octubre, «el espantoso asesinato público de Gadafi fue insultante para el pueblo de Libia y de la región, así como “la mera idea de que fuerzas democráticas sean capaces de matar a alguien tan brutalmente”».
(2) Y la segunda violación de la legislación internacional afecta a la Resolución 1973 de 2011 del Consejo de Seguridad de la ONU, que establece una zona de «exclusión aérea» en Libia pero no autoriza a las tropas de la OTAN a realizar ataques contra ningún grupo que no estuviera agrediendo a nadie, sino que se limitara a huir para no ser atacado. De hecho, fue un avión francés el que «disparó al convoy de Gadafi» cuando trataba de huir del feroz ataque de los combatientes del CNT, como confirmó el jefe de la defensa francesa e informó RT el 20 de octubre.
En este caso concreto, Gadafi y los pocos guardaespaldas que lo acompañaban estaban siendo atacados por los combatientes del CNT cuando huían de Sirte en un convoy, pero la OTAN ayudó a los combatientes del CNT y realizó un ataque aéreo (desde un avión francés) contra el convoy de Gadafi (que desembocó en la captura de Gadafi).
Pero esto supone una violación de la legislación internacional en lo relativo a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, puesto que, como señalo juiciosamente el viernes Sergei Lavrov, Ministro de Asuntos Exteriores ruso, «el ataque contra el convoy de Gadafi contradecía abiertamente la misión acordada de garantizar una zona de exclusión aérea» porque «en este caso concreto no se puede hablar de la protección de la vida de civiles, ya fuera porque el convoy no atacaba a nadie», sino que trataba de huir del encarnizado ataque de los combatientes del CNT, o porque no había antes en las inmediaciones ningún civil al que (como excusa) proteger.
Dmitry Rogozin, enviado de la OTAN a Rusia, acusó por tanto a la OTAN de estar «directamente implicada en la operación para matar al antiguo dirigente libio», ya que «en apariencia había órdenes que guiaban a los militares destinados en Libia y les indicaban que se aseguraran de la eliminar físicamente a Gadafi», según informaba RT el 21 de octubre.
En lugar de mostrar respeto hacia la legislación internacional, las potencias occidentales reaccionaron con alegría ante el asesinato, tal como se ve en la euforia de la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton quien, «al enterrarse de la muerte de Muammar Gadafi a través de un mensaje SMS» durante una entrevista «grabada por CBS NEWS», exclamó «¡Guau!» y añadió con alegría: «¡Llegamos, vimos y murió!», según informó Pravda el 21 de octubre. Y su jefe, el presidente Obama, anunció con aire triunfante que «sin poner un solo soldado estadounidense sobre el terreno, hemos conseguido nuestros objetivos», librarnos de Gadafi e instaurar un nuevo régimen.
En respuesta a esta alegría occidental por el asesinato, Rogozin señaló, por tanto, que «el júbilo occidental por la muerte del ex dirigente libio Muammar Gadafi podría tener fundamentos sádicos», a lo que añadió: «Los rostros de los dirigentes de las “democracias mundiales” aparecen muy felices, como si recordaran cuando ahorcaban a gatos callejeros en los sótanos durante su infancia», informaba RT el 21 de octubre.
De este modo, los medios de comunicación dominantes occidentales no perdían tiempo en dedicarse a ensartar el asesinato en una historia que vilipendiara a Gadafi y su legado histórico, pero no contaban al resto del mundo la complicidad occidental con la que lo apoyaron en todos estos años de gobierno dictatorial.
Hace tan solo unos años, por ejemplo, «el ex primer ministro británico Tony Blair no tenía reparos en hacer negocios con Gadafi, y el primer ministro italiano Silvio Berlusconi le brindó una calurosa acogida en una cumbre de Naciones Unidas celebrada en Roma», según informaba RT el 21 de octubre.
En el caso de Estados Unidos, es digno de mención el reflexivo comentario realizado por Matthew Rothschild el 21 de octubre: «La hipocresía de la posición estadounidense difícilmente podría ser mayor. En el año 2003, el gobierno de Bush rehabilitó a Gadafi, que se convirtió en aliado de Estados Unidos en la “guerra contra el terror”. En realidad, la CIA utilizó los servicios de inteligencia de Gadafi para torturar a detenidos que Estados Unidos envió a Libia. La CIA “entregó” a ocho o nueve detenidos a los servicios de inteligencia de Gadafi, a quienes facilitó unas preguntas que los torturadores debían formular, según Human Rights Watch, en una entrevista con Democracy Now. La CIA pudo incluso haber tenido presentes algunos agentes durante parte del interrogatorio. En el año 2008, Condoleezza Rice visitó a Gadafi en Libia. El año siguiente, Obama estrechó su mano y John McCain le ofreció armas. Cuando a Washington le convenía apoyar a Gadafi, lo hacía. Cuando le convenía atacarlo, lo hacía. Pero el gobierno de Obama no atacó Bahrein cuando doblegó a la gente que luchaba por la democracia contra ese reino. No, Washington ni siquiera permitió que Arabia Saudí, otro reino, invadiera Bahrein para ayudar a sofocar el levantamiento no violento».
Muchos de quienes desconocen la historia de la Libia moderna no están al tanto de las aportaciones históricas de Muammar Gadafi a su pueblo y a la región, aun cuando tenga su propia relación de fracasos. Pensemos, por ejemplo, en la siguientes cinco aportaciones relevantes de Gadafi a su país y a la región:
a) Imaginó los «Estados Unidos de África», con lo que contribuyó a la creación de la Unión Africana. De hecho, «la Unión Africana es esencialmente una creación de Muammar Gadafi, que la entendió como un navío para una África más fuerte», según informaba RT el 20 de octubre.
b) Consiguió mantener unida a Libia, que, según Shirin Sagedhi, antes estaba fragmentada en diferentes «tribus y etnias».
c) Transformó Libia para que tuviera «uno de los PIB per cápita más altos de África y [...] para que ofreciera una amplia cobertura de protección social, sobre todo en lo relativo a vivienda y educación», hasta extremos con los que muchos países sub-saharianos solo podrían soñar, según el artículo de la Wikipedia sobre Libia.
d) Consiguió evitar verse dominado por la Unión Soviética y por Estados Unidos durante la Guerra Fría interponiendo magistralmente a la Unión Soviética frente a Estados Unidos sin llegar a ser títere de aquella. Tras la desintegración de la Unión Soviética al término de la Guerra Fría, siguió luchando contra la dominación occidental en la región y, por tanto, desarrolló resentimientos hacia las potencias occidentales.
e) Derrocó el Reino de Libia con un golpe militar incruento contra el rey Idris en 1969, con lo que introdujo a Libia en la modernidad (sacándola de una monarquía feudal).
Todos estos logros no son ninguna proeza menor para un gobernante de un país pequeño que solo cuenta con unos pocos millones de habitantes y ha permitido gobernar a Gadafi durante 42 años.
Esto no quiere decir que Gadafi no tuviera defectos. Sin duda, hay buenos ejemplos que se deben tener en cuenta, como su vanidad personal, los abusos de poder, su crueldad y demás. Pero, ¿quién no tiene defectos tratándose de un hombre con su posición histórica en la época moderna?
Pero todos estos logros se han olvidado ahora, cuando Occidente ha terminado de utilizarle y los medios de comunicación dominantes occidentales tejen su legado histórico en consonancia con la retórica dominante de las potencias occidentales en los medios de comunicación mundial.
Sin embargo, la historia tiene la última palabra: pese a todos sus defectos personales, Muammar Gadafi, en última instancia, es un personaje de la historia moderna de África y, en lo que le afecta, de Oriente Próximo. Y los crímenes de guerra cometidos por las potencias occidentales y sus aliados contribuyen a perpetuar el círculo vicioso de violencia y sufrimiento en el mundo.
Peter Baofu es doctor en ciencias políticas por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y autor de varios libros, entre los que se encuentran Beyond Capitalism to Post-Capitalism: Conceiving a Better Model of Wealth Acquisition to Supersede Capitalism, Beyond Democracy to Post-democracy: Conceiving a Better Model of Governance to Supercede Democracy, The Future of Human Civilization y The Future of Post-Human Consciousness.
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