Siempre se debe recordar: El Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, es la policía política secreta que depende del presidente de Colombia.
Esta semana un diario ecuatoriano publicó que el DAS espiaba al presidente de ese país, Rafael Correa, y a personalidades de su entorno.
Ésa no fue una gran sorpresa. Estaba cantado. Para saberlo sólo habría sido necesario abrir los oídos en restaurantes y algunos bares de hoteles cercanos a la misión diplomática colombiana en Quito.
El jueves pasado el presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, jefe del DAS, dijo como explicación o pretexto que “son varios los casos de personas malintencionadas, probablemente cercanas al DAS”, que “han querido, con informaciones que no corresponden a la realidad, afectar el buen nombre del Gobierno y en este caso afectar relaciones internacionales”.
Como en este caso, y tres mil otros, Uribe Vélez nada sabía. En tantos casos ha metido las manos al fuego por los políticos que lo apoyan; se ha rasgado las vestiduras por funcionarios que ha nombrado; y ha jurado por la honestidad de altos jefes del mismo DAS, por él posesionados... Unos y otros han terminado ante la justicia y, después, casi todos ellos, en la cárcel (por ejemplo, 60 parlamentarios “uribistas” y varios altos directivos del DAS por complicidad en asesinatos, narcotráfico y paramilitarismo).
El presidente Correa sabe la capacidad que tiene su homólogo colombiano para mentir. A él mismo le ha mentido al teléfono, en discursos, de frente...
Si el presidente Correa lo quiere, en días muy próximos podría oficializar ante sus ciudadanos que ese espionaje fue ordenado por Uribe Vélez y el ex ministro de Defensa, y próximo presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
Las pruebas están ahí, ahí...
El presidente ecuatoriano, si lo desea, podrá comprobar que los agentes del DAS contaron para ese trabajo con tecnología aportada por los gobiernos de Israel y Estados Unidos; que tuvieron apoyo de miembros de la policía y de las Fuerzas Armadas ecuatorianas, y que el operativo tenía el visto bueno de un sector de la burguesía, particularmente de Guayaquil.
Todo con el objetivo único de desestabilizar su gobierno.
Lo que aún no ha dicho la prensa es que también se espió a su esposa, una ciudadana originaria de Bélgica. No se contentaron con ello: husmearon en ese país por el pasado de ambos: allá el presidente estudió y conoció a su esposa.
Si el DAS, con el apoyo de la CIA y de algunas policías europeas, espió a europarlamentarios y altos dignatarios de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, espiar en Ecuador era un juego.
* periodista y escritor colombiano residente en Francia. Colaborador de Le Monde Diplomatique
Tal cual, me parece que en parte es una actitud golpista por parte del señor si hubiera sido así.
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