Álvaro Uribe ha entregado Colombia en bandeja de plata como plaza de armas a la entera e incondicional disposición de Estados Unidos y sus planes de subversión e intervención militar de “espectro completo” en América Latina. Cambia totalmente la ecuación geopolítica y geoestratégica al sur del río Bravo pues el convenio hace de Colombia, llave de paso de Centroamérica y el Caribe a América del Sur y único país con costas al Atlántico y al Pacífico, un gigantesco enclave militar yanqui a una escala sin precedente en nuestro continente, dirigido contra “los gobiernos antiestadunidenses”, como afirma la Fuerza Aérea de Estados Unidos en el documento enviado al Congreso de Washington, y enfilada, por supuesto, a reprimir a los movimientos populares de la región. La historia muestra la carnicería y la destrucción apocalípticas que un dispositivo militar semejante de Washington ocasionó en los años ochenta a los pueblos de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras durante la guerra sucia contra la revolución Sandinista y los movimientos guerrilleros y populares del área. El actual golpe de Estado en Honduras sería inexplicable sin la actividad del Grupo de Tarea Bravo, del Comando Sur, estacionado desde entonces en la base de Palmerola/Soto Cano, desde donde ejerce la jefatura real del ejército de ese país.
A las de Colombia se añaden otras bases ya existentes al sur del río Bravo y las que al parecer se instalarán en Panamá, además de la IV Flota, desplegada en ambos océanos en torno al continente e islas de América Latina y el Caribe. Por todo ello, es muy grave la amenaza que se cierne sobre los gobiernos revolucionarios de la región, que se verán forzados en lo adelante a redoblar su esfuerzo en seguridad y defensa nacional y, por consiguiente, a desviar a esas tareas ingentes recursos humanos y financieros que podrían haber dedicado al desarrollo económico y social y a la integración.
La revelación por el gobierno venezolano de parte del contenido de un documento del DAS (policía política colombiana) indica que la instalación de las bases yanquis va unida al recrudecimiento de la subversión contra Venezuela conjuntamente con la CIA, al que hay que sumar la desenfrenada guerra de los conglomerados mediáticos corporativos contra los gobiernos y movimientos populares del continente. Fieles a su historia, los medios de la Sociedad Interamericana de Prensa actúan como unidades militares de guerra psicológica de las fuerzas armadas de Estados Unidos y tienen misiones muy importantes asignadas en los nuevos planes de desestabilización y agresión contra las fuerzas populares, progresistas y revolucionarias de América Latina. En esa condición de mercenarios del imperio es que han armado una gran alharaca sobre las supuestas declaraciones belicistas del presidente Hugo Chávez “contra Colombia”, desviando así la atención de las bases yanquis en esa nación y la grave amenaza que implican para América Latina y en primer lugar para Venezuela. Chávez actuó como jefe de Estado previsor y responsable que ve seriamente amenazadas la soberanía y la independencia de su país por la superpotencia militar del norte: llamar a las fuerzas armadas y al pueblo venezolanos a prepararse para la guerra como la mejor manera de evitarla, a la constitución de cuerpos milicianos de trabajadores, mujeres y estudiantes, organizados por los militares bolivarianos. Pues únicamente instrumentando “la guerra del todo el pueblo”, como lo ha hecho Cuba, con el mayor rigor, espíritu de sacrificio y seriedad, es posible disuadir al enemigo imperialista de lanzar una agresión directa. Y, por cierto, Chávez no está solo en su apreciación sobre la gravedad de la situación. El presidente de Bolivia Evo Morales calificó el acuerdo sobre las bases como “una abierta provocación a Latinoamérica y en particular para Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia” y llamó a la convocatoria de una reunión urgente de la ALBA para discutir el tema. En términos parecidos se han expresado todos los líderes de los países que integran esa alianza. Fidel Castro ha analizado pormenorizadamente el acuerdo en una de sus Reflexiones y ha puntualizado el papel que les reserva a los soldados colombianos: “Lo que el imperio pretende ahora es enviarlos a luchar contra sus hermanos venezolanos, ecuatorianos y otros pueblos bolivarianos y del ALBA para aplastar a la Revolución Venezolana...”
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