Para este proyecto no solo contribuyeron con el financiamiento de las organizaciones empresariales que controlando los medios de comunicación y las principales empresas de la economía hondureña crearon la Coordinadora Democrática y adelantaron una campaña mediática que rápidamente convirtió la noticia del golpe de estado en una “sucesión constitucional forzada”
En los últimos meses los ajetreos conspirativos del poder norteamericano fueron prácticamente abiertos. Jhon Dimitri Negroponte, del lobby guerrerista norteamericano y de Bush, estuvo a principios de junio pasado en Tegucigalpa, el Presidente Zelaya conversó sobre el tema en ocasión de su encuentro con Hilary Clinton en el encuentro de Las Américas y las autoridades norteamericanas tenían conocimiento de ese proceso y se hicieron “los suecos”. Por eso ahora mantienen una actitud de apoyo velado al gobierno de facto manteniendo relaciones y los financiamientos.
El “stablishmen” tomó, bajo las recomendaciones del lobby guerrerista de la derecha gringa y del poder militar, la actitud de jugar, incluso, con dejar pasar la “Consulta de la Cuarta Urna”, con la determinación de esperar un momento político ciertamente oportuno que revirtiera la determinación estratégica del movimiento popular y el Presidente Zelaya de asegurar el proceso constituyente independientemente del resultado de las elecciones pautadas para noviembre próximo en Honduras.
La posición del concierto de los países que integran la ONU, la OEA esgrimiendo la carta interamericana y sus decisiones, las posturas del Sistema Económico Latinoamericano, del ALBA y el Grupo de Ríos, reflejan los cambios políticos en el continente y por tanto un modificación dramática del espectro político en nuestra América Latino-caribeña.
Esta es una situación que pone a prueba al pueblo hondureño, la solidaridad internacional verdadera, no la simulada, y especialmente pone a pruebas a Obama, porque este golpe es una decisión del stablishmen gringo.
Es una bomba puesta en los pies de Obama para probar que el imperio es el imperio. Es precisamente este tipo de disyuntiva lo que ha permitido a través de la historia que el poder de facto en los Estados Unidos y la lógica efectiva del imperialismo hayan garantizado que sean, asombrosamente y por encima de las simulaciones, los gobernantes demócratas quienes hayan realizado la inmensa mayoría de las invasiones y las agresiones directas en todo el mundo.
Los gringos apostarán a que se diluya la presión internacional, se desgaste el movimiento de resistencia y se precipiten fórmulas transaccionales de esencia y factura burguesa, no popular. Intentarán entretener y engañar vendiendo la transacción política favorable a las rancias oligarquías de la región como “juego democrático”.
No, lo que está en juego no está referido a la cuestión inmediata de las elecciones de noviembre. Es una cuestión de tipo estratégico, pues en noviembre lo que estaba planteado era amarrar el proceso a la constituyente, rearmar una vanguardia que no existe aunque el proceso cuenta con apoyo de la mayoría del pueblo. El golpe se convirtió en el afán desesperado de esas oligarquías y procura frenar este nuevo proceso libertario en el nuevo momento que vive la región.
Tampoco debe cuestionarse que Panamá entró de nuevo en la lógica gringa y neoliberal, que Guatemala no arranca para gravitar en la política regional a favor de la estrategia norteamericana, que Bolivia se ha consolidado en su alianza estratégica con Ecuador, Cuba y Venezuela.
La cara liberal de Barak Obama facilita la vestimenta democrática de la hipocresía imperial, para apuntalar fórmulas derechistas y conservadoras que actúen en paralelo a la ofensiva continental bolivariana y que son las que han influido de entrada para que sus colmillos imperiales sean exhibidos en los casos de las guerras en oriente, oriente medio y Asia. De igual manera acontece con las actitudes prácticas del imperio respecto de la guerra en Colombia y sus intentos de la poco probable derrota militar de las FARC-EP y sus fracasados planes de desestabilización de Venezuela, como epicentro de la Ola Revolucionaria y la reversión del proceso que va dibujando el proyecto continental bolivariano.
La situación deviene en especialmente dramática toda vez que la lógica impuesta por el desatino político de la derecha oligárquica y el poder imperial, conduce inevitablemente a barrer con las viejas instituciones en un primer momento a partir del levantamiento cívico, que bien podrá combinarse con la insurrección popular generalizada.
Cualquiera que sea el resultado de momento, los sacudimientos político-sociales que los acontecimientos de Honduras desatan constituyen indudablemente un fenómeno de carácter continental, que si toman el camino de la violencia, estarán tentados de provocar problemas mucho mas complicados en la región y para la política imperialista en la región superiores y mayores consecuencias de las que generó la afrenta colombo-norteamericana, cuando el bombardeo en Ecuador que terminó con la vida del Comandante Raúl Reyes de las FARC-EP en territorio ecuatoriano.
José Manuel Zelaya Rosales, es un hijo de la historia, que en la coyuntura presente del pueblo hondureño, deviene en líder de un movimiento popular radicalizado ante el peligro de una nueva fascistización del proceso hondureño y latino-caribeño.
En Honduras de lo que se trata es de la existencia de un proceso donde el Presidente Líder, que perdió su propio partido, el Partido Liberal que le llevó al gobierno, pero que ganó un pueblo y lo levantó, con la ilusión y la garantía de que aun cuando él, Zelaya, no fuese candidato a las elecciones de noviembre, la participación popular generado en medio de la crisis, coloca la sociedad de ese país en la tendencia libertaria de una América Bolivariana, con pueblos volcados hacia la izquierda y al progresismo de moda en la región, arrasando los sistemas corrompidos de partidos tradicionales y apoyándose en nuevos actores sociales y políticos que se mueven crecientemente en una lógica anti-capitalista.
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