El mes de diciembre resulta siempre propicio para realizar un balance del devenir del proceso de cambio en Venezuela, principalmente porque en estas fechas se celebran los aniversarios de la histórica victoria en los comicios presidenciales de 1998 y la aprobación de la Constitución Bolivariana en 1999. Un décimo y undécimo aniversario que exigen de nuevo una reflexión serena.
Desajustes económicos. En el marco de la crisis internacional, Venezuela no ha escapado a la desaceleración global, con una caída del Producto Interior Bruto del 2,3%, según proyecciones de la Cepal, tras más de 5 años de fuerte crecimiento económico con tasas similares al modelo chino. La drástica caída del precio del petróleo ha sido trascendental y el decrecimiento hay que considerarlo como un índice “aceptable”.
Lo que no debe considerarse “aceptable” es la persistente y salvaje inflación, en un contexto mundial de deflación generalizada. Mientras en el resto de la región y del planeta, una de las preocupaciones económicas ha sido la inflación negativa, en la República Bolivariana se continúa con el proceso inflacionario más alto de toda América Latina, a tasas anuales que promedian el 30%. En los primeros 11 meses de 2009 se ha llegado al 23%, lo cual induce a pensar que para fin de año se superará el 26% de inflación proyectado por el Banco Central de Venezuela.
La especulación como patrón cultural y a su vez como arma política de la derecha es sin duda uno de los factores fundamentales que inciden en la enorme inflación, y la falta de medidas drásticas y efectivas del gobierno nacional no permite vislumbrar una solución eficaz a corto plazo. Los estratos medios asalariados están siendo los más golpeados por este fenómeno, ya que sus patrones de consumo vinculados al alquiler de vivienda y a la adquisición de productos alimenticios en cadenas privadas, los ubica fuera de las redes de protección del Estado.
Los sectores populares, por su parte, sortean con más eficacia la sacudida inflacionaria gracias a un estilo de vida sustentado en la comunidad familiar extensa que habita en viviendas precarias (“ranchos”) de autoconstrucción y la compra de productos básicos en la red estatal.
Este modelo de vida, sin embargo, poco tiene que ver con el imaginario prometido por la Revolución de una sociedad con pobreza cero y condiciones dignas de convivencia, y expresa más bien una “dinámica de resistencia”. El señalamiento por parte de la dirigencia gubernamental de poseer el salario mínimo más alto de América Latina destila cierta demagogia si tenemos en cuenta que los precios –teniendo como referencia el cambio oficial respecto al dólar y al euro- serían también de los más altos del mundo, por encima de muchos de los países de la Europa Occidental. La postergada devaluación del bolívar, medida impopular que tarde o temprano tendrá que tomar el Ejecutivo, sincerará tanto el salario real como los precios y provocará un terremoto económico de una magnitud difícil de cuantificar. En definitiva, el área económica va a ser uno de los grandes desafíos del gobierno bolivariano en los próximos tiempos.
Política social: entre la contención y el deterioro. El principal buque insignia de la Revolución Bolivariana, las denominadas “misiones” y la política social en general, continúa siendo el elemento de contención social y la herramienta que mantiene el apoyo al gobierno de los sectores más empobrecidos. Sin embargo, el deterioro de algunos de los programas sociales es evidente, desde hace más de 2 años, a pesar de la fuerte inversión que no se ha reducido incluso en tiempos de crisis.
El decaimiento del otrora exitoso programa de atención primaria de salud (Misión Barrio Adentro I) es un ejemplo del citado deterioro, producto de un funcionamiento que combina la alta ineficiencia con la “eficiente corrupción”. La llamada urgente del Presidente para “importar” miles de médicos cubanos tras darse cuenta del alto número de módulos de salud que no estaban funcionando en los barrios, es significativo en este sentido.
A su vez, los importantes cortes del servicio eléctrico y de agua a lo largo de este año, son otro botón de muestra del deterioro de la gestión en términos de políticas públicas. El aumento sustancial del servicio a millones de ciudadanos gracias a la fuerte inversión del Ejecutivo en todos estos años, es un argumento plausible para comprender parte del actual colapso por la demanda creciente, pero no explica por sí solo todas las fallas de suministro, teniendo en cuenta que la Revolución ha tenido más de una década para planificar y anticiparse al presente volumen de demanda ciudadana.
Por todo esto, en el plano de la política social el salto hacia un “nuevo paradigma” que permita dar solidez y eficiencia a la gestión, continuará siendo otro reto fundamental de la Revolución Bolivariana.
PSUV: las luchas intestinas. En el terreno político, el Partido Socialista Unido de Venezuela se constituye cada vez más como el espacio de poder clave a la hora de definir el futuro del proceso en términos ideológicos.
Actualmente, soporta un problema fundamental y es la presencia masiva de altos cargos del Estado en la dirección del Partido, lo cual ha sido criticado por una buena parte de la militancia, que considera que el PSUV no puede convertirse en un Partido-Estado, ya que esto suprimiría la concepción del Partido como una herramienta para la supervisión crítica de la gestión pública.
Por otro lado, prosigue de manera descarnada el conflicto interno entre los sectores minoritarios, que representan a la izquierda revolucionaria, y los grupos hegemónicos que defienden un proyecto de país notablemente más conservador. Estos últimos, conocidos popularmente como ‘derecha endógena’, siguen arrinconando y en algunos casos incluso criminalizando a los grupos más combativos. Sin embargo, es destacable que en el último Congreso la presencia de delegados con un perfil más revolucionario ha aumentado sustancialmente, según nos transmitió un militante del PSUV.
Autocrítica VS Estalinismo. Uno de los momentos más conflictivos este año, en lo referente al debate político interno del chavismo y de todos los sectores revolucionarios, se produjo tras la celebración del Foro “Intelectuales, socialismo y democracia”, organizado por el Centro Internacional Miranda, ‘think tank’ orgánico gubernamental.
El señalamiento por parte de más de una veintena de intelectuales venezolanos y extranjeros comprometidos con la Revolución Bolivariana, de los grandes problemas del proceso de cambio, fue respondido de manera agresiva y con argumentos poco sólidos por parte de algunos altos cargos del Estado y por unas pocas plumas gubernamentales radicalmente acríticas. Esta reacción de evidente corte “estalinista”, alerta sobre el peligro de que en Venezuela se reproduzcan viejas prácticas nefastas de las experiencias socialistas del siglo XX.
La mitificación del “Poder Constituyente”. En ciertos ámbitos de análisis, existe una mitificación del “Poder Constituyente”, es decir, un discurso que identifica a las organizaciones sociales de base comunitarias como agentes “impolutos” de la Revolución, mientras que el “Poder Constituido” expresado en la administración pública y sus funcionarios sería el espejo de todos los males del proceso y responsable fundamental de la crisis de este.
La realidad es bastante más compleja, ya que en algunos casos las prácticas clientelares, verticalistas, burocratizadas y corruptas propias de la administración pública, son reproducidas por los Consejos Comunales e instancias similares del “Poder Constituyente”, por razones obvias relativas a la cultura política. A su vez, en muchas ocasiones individuos pertenecientes al “Poder Constituyente”, también son parte de la estructura orgánica del Estado, es decir, del “Poder Constituido”. No olvidemos que un grueso importante de los líderes y cuadros del movimiento popular son hoy día parte de la estructura ministerial.
Lo apuntado anteriormente, no invalida una reflexión obvia e incontestable, y es que las comunidades organizadas son la vanguardia del proceso, yendo muy por delante de la lógica gubernamental. La tensión entre el “Poder Constituyente” y los burócratas del Estado es cada vez más visible y esta contradicción probablemente se irá agudizando.
Escenarios futuros. Los problemas estructurales que actualmente atenazan al proceso revolucionario, pueden traer como consecuencia una derrota electoral no descartable en las elecciones a la Asamblea Nacional de finales de 2010, si la derecha logra rearticularse y monopolizar el voto anti-Chávez. Esto abriría la caja de Pandora para las presidenciales de 2012.
Otro escenario que no debe ser desechado es la “mexicanización” del proceso, es decir, la transformación del PSUV en un Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la venezolana, dirigido por los sectores más conservadores del chavismo. Una nueva bonanza larga en el tiempo, de los precios del petróleo, podría consolidar un modelo político sustentado en una contención de los sectores populares a través de programas sociales de corte populista-progresista y una vacía retórica “socialista”.
El escenario deseado por la izquierda revolucionaria y que realmente beneficiaría a las mayorías sociales, sería el de una “revolución dentro de la revolución”, donde la actual “neo-oligarquía bolivariana” fuera desplazada por los sectores más honestos y comprometidos con el cambio profundo. La capacidad de articulación entre los actualmente grupos inconexos de la izquierda revolucionaria, con presencia tanto fuera como dentro de la conducción estatal, será un elemento decisivo el próximo año 2010.
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