24-07-2009 |
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Durante años antes del golpe las autoridad hondureñas habían discutido la posibilidad de convertir Palmerola en una instalación civil. Los funcionarios se inquietaban porque Toncontín, el aeropuerto internacional de Tegucigalpa era demasiado pequeño e incapaz de aceptar grandes aviones comerciales. Toncontín, una instalación envejecida inaugurada en 1948, tiene una pista corta y equipamiento primitivo de navegación. Está rodeada por cerros lo que la convierte en uno de los aeropuertos internacionales más peligrosos del mundo.
Palmerola, al contrario, tiene la mejor pista de aterrizaje del país de 2.700 metros de largo y de 50 metros de ancho. El aeropuerto fue construido a mediados de los años ochenta a un costo de 30 millones de dólares y fue utilizado por EE.UU. para aprovisionar a los contras durante la guerra por encargo de EE.UU. contra Nicaragua sandinista así como para realizar operaciones de contrainsurgencia en El Salvador. En el clímax de la guerra de la Contra, EE.UU. tuvo más de 5.000 soldados estacionados en Palmerola. Conocida como el “portaaviones insumergible” de los contras, la base albergaba Boinas Verdes así como agentes de la CIA que asesoraban a los rebeldes nicaragüenses.
Más recientemente, ha habido entre 500 y 600 soldados de EE.UU. disponibles en la instalación que sirve como base de la fuerza aérea hondureña así como centro de entrenamiento de vuelo. Con la partida de las bases de EE.UU. de Panamá en 1999, Palmerola se convirtió en unos de los pocos aeropuertos utilizables por EE.UU. en suelo latinoamericano. La base está ubicada a unos 50 kilómetros al norte de la capital Tegucigalpa.
En 2006 pareció como si Zelaya y el gobierno de Bush estuvieran a punto de llegar a un acuerdo sobre el estatus futuro de Palmerola. En junio de ese año, Zelaya voló a Washington para reunirse con Bush y el hondureño solicitó que Palmerola fuera convertido en un aeropuerto comercial. Según las informaciones Bush dijo que la idea era “totalmente razonable” y Zelaya declaró que se construiría una carretera de cuatro pistas desde Tegucigalpa a Palmerola con financiamiento de EE.UU.
A cambio de la ayuda de la Casa Blanca en la instalación de Palmerola, Zelaya ofreció a EE.UU. acceso a una nueva instalación militar a ser ubicada en el área Mosquitia a lo largo de la costa hondureña cerca de la frontera nicaragüense. Se dice que Mosquitia sirve de corredor para drogas en su viaje del sur al norte. Los cárteles de la droga pasan por Mosquitia con su carga en ruta desde Colombia, Perú y Bolivia.
Un área remota accesible sólo por vía aérea, marítima y fluvial, Mosquitia está llena de pantanos y selva. La región es ideal para EE.UU. ya que puede establecer grandes cantidades de soldados en Mosquitia en un relativo anonimato. La ubicación costera es idealmente adecuada para cobertura naval y aérea consistente con la estrategia militar declarada de EE.UU. de enfrentar al crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo. Romeo Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto hondureño, señaló que las fuerzas armadas tienen que ejercer una mayor presencia en Mosquitia ya que el área está repleta de “conflicto y problemas.”
¿Pero qué clase de acceso tendría EE.UU. a Mosquitia? El secretario de defensa hondureño Arístides Mejía dijo que Mosquitia no sería necesariamente “una base clásica con instalaciones permanentes, sino sólo cuando fuera necesario. Tenemos la intención, si el presidente Zelaya lo aprueba, de expandir las operaciones conjuntas [con EE.UU.].” Esa declaración, sin embargo, no fue del gusto del posterior jefe del golpe y graduado de la Escuela de las Américas de EE.UU., Vásquez, quien ya había viajado a Washington para discutir futuros planes para Mosquitia. Contradiciendo a su propio colega, Vásquez dijo que la idea era “establecer una base militar permanente nuestra en la zona” que albergaría aviones y sistemas de suministro de combustible. EE.UU., agregó Vásquez, ayudaría a construir pistas de aterrizaje.
Los eventos en el terreno, sin embargo, pronto obligaron a los hondureños a adoptar un enfoque más afirmativo hacia la seguridad aérea. En mayo de 2008, hubo un terrible accidente en el aeropuerto Toncontín cuando un Airbus A320 de TACA se deslizó más allá de la pista en su segundo intento de aterrizaje. Después de cortar árboles y estrellarse a través de una reja de metal, el fuselaje se quebró en tres partes cerca de la pista. Tres personas murieron en el accidente y 65 fueron heridas.
Después de la tragedia, funcionarios hondureños se vieron por fin obligados a impedir que aviones aterrizaran en el tristemente célebre Toncontín. Todos los grandes jet, dijeron, serían temporalmente transferidos a Palmerola. En su propia visita a la base aérea de EE.UU., Zelaya señaló que las autoridades crearían una nueva instalación civil en Palmerola dentro de sesenta días. Bush ya había aceptado permitir que Honduras construyera un aeropuerto civil en Palmerola, dijo Zelaya. “Hay testigos,” agregó el presidente.
Pero la construcción de un nuevo aeropuerto se había hecho más complicada desde el punto de vista político. Las relaciones entre Honduras y EE.UU. se habían deteriorado considerablemente desde la reunión de Zelaya con Bush en 2006 y Zelaya había comenzado a mejorar los vínculos con Venezuela mientras criticaba simultáneamente la guerra contra la droga dirigida por EE.UU.
El propio embajador de Bush, Charles Ford, dijo que aunque saludaría el tráfico en Palmerola, habría que honorar los acuerdos del pasado. La base era utilizada sobre todo para aviones de vigilancia contra la droga y Ford señaló que “el presidente puede ordenar el uso de Palmerola cuando lo desee, pero ciertos acuerdos y protocolos deben ser observados.” “Es importante señalar que Toncontín está certificado por la Organización Internacional de Aviación Civil,” agregó Ford, esperando aliviar la ansiedad por las antiguas preocupaciones por la seguridad del aeropuerto. Lo que es más, declaró el diplomático, hay algunas líneas aéreas que no considerarían Palmerola como un destino “atractivo.” Ford no entró en detalles o explicó lo que querían decir sus comentarios.
Echando leña al fuego, el Secretario Adjunto de Estado, John Negroponte, ex embajador de EE.UU. en Honduras, dijo que Honduras no podría transformar Palmerola en un aeropuerto “de un día al otro.” En Tegucigalpa, Negroponte se reunió con Zelaya para discutir Palmerola. Hablando posteriormente por la radio hondureña el diplomático estadounidense dijo que antes que Zelaya pudiera lanzarse a sus planes para Palmerola el aeropuerto tendría que recibir certificación internacional para la llegada de nuevos vuelos. Según la agencia noticiosa española, EFE, Negroponte aprovechó su viaje a Tegucigalpa para reunirse con el presidente del parlamento hondureño y futuro líder del golpe, Roberto Micheletti [sin embargo, la información no señaló el tema de su discusión].
Sobra decir que la visita de Negroponte a Honduras fue ampliamente repudiada por activistas progresistas y de los derechos humanos que calificaron a Negroponte de “asesino” y lo acusaron de ser responsable de desapariciones forzosas durante su período como embajador (1981-1985). Además, la actitud condescendiente de Ford y Negroponte molestó a organizaciones sindicales, grupos indígenas y campesinos que demandaron que Honduras recuperara su soberanía nacional sobre Palmerola. “Es necesario recuperar Palmerola porque es inaceptable que la mejor pista de aterrizaje en Centroamérica siga estando en manos de los militares de EE.UU.,” dijo Carlos Reyes, líder del Bloque Popular, que incluye a varias organizaciones políticas progresistas. “La Guerra Fría ha terminado y no existen pretextos para continuar con la presencia militar en la región,” agregó. El activista señaló que el gobierno tampoco debiera considerar el canje de Mosquitia por Palmerola ya que sería una afronta al orgullo hondureño.
Durante el año siguiente, Zelaya trató de convertir Palmerola en un aeropuerto civil, pero los planes languidecieron cuando el gobierno no logró atraer inversionistas internacionales. Finalmente, en 2009, Zelaya anunció que las fuerzas armadas hondureñas emprenderían la construcción. Para financiar el nuevo proyecto el presidente se basaría en financiamiento del ALBA y de Petrocaribe, dos acuerdos comerciales recíprocos impulsados por el líder venezolano, Hugo Chávez. Previsiblemente, la derecha hondureña atacó a Zelaya por utilizar fondos venezolanos. Amílcar Bulnes, presidente de la Asociación Empresarial hondureña (conocida como COHEP) dijo que los fondos de Petrocaribe no deberían ser utilizados para el aeropuerto sino para otras necesidades no especificadas.
Un par de semanas después que Zelaya anunciara que las fuerzas armadas procederían a la construcción en Palmerola, los militares se rebelaron. Dirigido por Romeo Vásquez, el ejército derrocó a Zelaya y lo expulsó del país. Después del golpe, activistas estadounidenses por la paz visitaron Palmerola y les sorprendió ver que la base estaba activa y que había helicópteros volando por doquier. Cuando los activistas preguntaron a funcionarios estadounidenses si algo había cambiado en cuanto a la relación entre EE.UU. y Honduras, les dijeron que “no, nada.”
La elite hondureña y el establishment de la derecha dura de la política exterior de EE.UU. tenían muchos motivos para odiar a Manuel Zelaya, como he dicho en otros artículos. La controversia por la base aérea de Palmerola, sin embargo, ciertamente les dio más munición.
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Nikolas Kozloff es autor de “Revolution! South America and the Rise of the New Left” (Palgrave-Macmillan, 2008)
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